Cordino, tenía tan sucios sus pensamientos, tanto, como mal le olía el aliento. No tenía ningún prejuicio en hacer partícipes de sus malos hábitos a cualquier persona que se le antojase por digna de respeto y consideración que ésta fuese. Y, es que, el pobre, sufrió de niño tantos golpes en la cabeza, que ésta, le quedó profundamente deformada en todos los aspectos. Sólo veía, suciedades y disparates.
¡Pobre Cordino! Él, procuraba disimular su verdadera personalidad desde que de pequeño, los amigos, debido a su vocabulario vulgar y soez, en vez de "Cordino" le llamaban "cochino".
Sucedió que un día, debido a la gran habilidad que tenía para desenvolverse en los medio modernos de comunicación, dedicaba su tiempo libre a mandar soeces a los móviles de los amigos y amigas. Ésto, tuvo una respuesta nefasta para él, pues una noche que andaba algo trasnochado y solo, alguien anónimo y sin previo aviso, le propinó tal paliza, que su delicada cabeza, quedó chorreando algo parecido a la "pus" ; no tenía otra sustancia dentro de ella.
--¿Quién te querrá, Cordino? --Le decía su mujer que algo le conocía..., según creía ella, porque a una persona como él, nunca se le conoce del todo.
Intentó la buena señora traerle al buen camino; sólo consiguió que quedara tumbado al borde de éste, pues el que mal anda, mal acaba.
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