Todo el misterio se cernía sobre la cueva de los sarmientos. Sólo se veía cuando estabas tan cerca de ella, que corrías peligro de despeñarte por sus riscos y sus salientes. Única como emplazamiento para guarida de maleantes y amantes furtivos.
Era bello el enclave, rodeado de pinada y malezas de monte, que, hay que ser insensible y burdo para no admirarlo. Los días de viento era temeroso visitar la cueva. Además del riesgo de caer despeñado por la fuerza de éste, daba pavor escuchar los silbidos y lamentos que se oían.
A pesar de todo, había quien se aventuraba a subir por la empinada cuesta y adentrarse entre riscos y matorrales. Era Margarita, la hija de Pontón el "fraile" que, éste era su apodo, en aquel lugar. Vivían justo en la ladera del monte, en una casa centenaria, hecha de piedra y troncos de árboles.
La joven, siempre desaparecía los días de tormenta y viento para ocultarse en la cueva secreta que nadie sino ella conocía. Tenía ésta un pequeño manantial, un hilo de agua insignificante que lo mismo que aparecía, desaparecía en una hendidura de la roca. La chica se desnudaba y se lavaba con el agua fría como el hielo.
Toda ella sufría una transformación, su ser se diluía y escapaba por la hendidura por donde se iba el agua. Aparecía en un lugar donde había un estanque ocupado todo él por nenúfares gigantes y jalonado de flores de loto. El embriagador perfume de las flores atraía a enjambres de abejas y mariposas que pululaban sin cesar componiendo con el zumbido de sus alas una sinfonía deliciosa que acariciaba los sentidos.
Allí, en una una islita en el centro del estanque, estaba el tesoro oculto. Una casita con forma de seta con dos chimeneas y sus ventanas con flores. Margarita se decidió a entrar un día. Entró a hurtadillas, como iba desnuda se hizo un traje de flores de loto. Parecía una hada.
Dentro se encotraba una anciana que tejía un manto de encaje dorado. Al verla, ni se inmutó. Le dedicó una tierna sonrisa y le habló de esta manera:
--Margarita, mi dulce niña, hace siglos que te espero. Sabía que hoy vendrías. Tengo guardado para ti el más bonito de los regalos. Siempre que te internes en tu interior, sentirás que el cielo se ilumina y una lluvia de estrellas brillaran para ti. Guarda el regalo en la fuente de tu vida. Podrás transmitirlo si no lo estropeas con sucios pensamientos y feas acciones.
Terminada su aventura, volvió a casa Margarita, la hija de Pontón el fraile. Éste pensaba que su hija siempre estaba en las nubes; él, no sabía que ella subía más alto.
Que precioso cuento Encarna, una maravilla de lectura que deseas no se acabe, y que mensaje tan especial acerca de los pensamientos encierra la aventura de Margarita. De nuevo te felicito por tu talento querida amiga. Un beso grande y se feliz.
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