sábado, 30 de mayo de 2020

Milagrosa curación

Era un domingo por la mañana. Dormitaba yo a la sombra del sauce llorón junto al estanque. Extendía sus ramas de tierna frescura hasta el borde del agua, cómo queriendo besarle. Allí, escondida, me dejaba arrullar por el murmullo del agua de la fuente y me ausentaba mecida en brazos de mis recuerdos. Me hallaba al final del camino y esperaba expectante el punto final. 

 La primavera incipiente esparcía por el ambiente aromas a malvavisco, cantueso, y diversas plantas aromáticas que mi amado marido dejara plantadas en el jardín antes de dejarme en brazos de la soledad. 

Tenía yo mi mayor ilusión hecha realidad con aquella hermosa casa en el campo: cinco dormitorios, enorme salón con chimenea, cuatro cuartos de baño, barbacoa de verano y de invierno, mil metros cuadrados de hermoso jardín con piscina y un algarrobo centenario, dos olivos, una palmera datilera, un nogal, y dos pinos piñoneros... Pensaba yo que la disfrutaría en familia, pero no fue así, apenas nos visitaban. 
No llegaron a estrenar los colchones de las hermosas camas de estilo Provenzal que les compramos. 

Andaba yo en estas cavilaciones, cuando de pronto, con silbido inquietante, algo pasó a gran velocidad rozando mis canosos y bien peinados cabellos.
 Aún no sé de dónde salieron las fuerzas que me dieron impulso, salí de entre el ramaje para cerciorarme de lo que me había pasado rozando: era un disco extraño que daba vueltas y que fue a parar a las manos de mi biznieto que se hallaba en la otra punta del jardín debajo de un jacarandá. «¿Te ha hecho daño mi boomerang, abuela?», me dijo. Yo le respondí si había visto a mi madre, que la había estado buscando. 

Hacía días que salía de mi aburrimiento haciéndoles creer que tenía alhzeimer. Me llevaron a muchos médicos y todos decían que no tenía nada. Me llevaban a la capital y me compraban lindos vestidos para llevarme bien presentada.
 
Fue una etapa que pasé de transición. Me empeñé en que quería enseñarme a manejar el ordenador. Reían de buena gana, pero por lo terca que me puse, me compraron uno y vino una joven a casa a darme las lecciones pertinentes.
 
Poco a poco, se me fue curando la fastidiosa enfermedad. ¡Qué bien me vinieron las clases de informática! Me paso el día escribiendo. Tengo un blog maravilloso de cuentos y de poemas, más otro de recetas de cocina; pero no se lo digan a nadie... Yo nunca fui a la escuela... 




abuela: Ilustración que ofrece a una mujer mayor uso de un ...

viernes, 29 de mayo de 2020

LA BRUJITA ANSELMINA

LA BRUJITA ANSELMINA



Casitas Infantiles — Brycus

La  brujita Anselmina vivía feliz en su casita de caramelo a la orilla del río. 
Soñaba con pajaritos, pues era una brujita buena. 
Quería comprar un barquito para pasear a los niños por el río.
El búho Caroncio, que era muy sabio, le quería ayudar y le daba buenos consejos:
—Mira, Anselmina, —le decía—, si llevas niños al río, antes, enséñales a nadar. Y les pones chaleco salvavidas. El río es peligroso cuando pasas por los rápidos.
Anselmina quería mucho a Caroncio, le invitaba con frecuencia a su casita de caramelo a comer tarta de chocolate.
 Caroncio le decía que a él, más le gustaba comer a un ratoncito saltarín del bosque.
A la brujita Anselmina no le gustaba que Caroncio comiera ratoncitos del bosque y lloraba.
Caroncio le cantaba canciones para que riera y comía de la tarta de Anselmina.
¡Canta canciones, Caroncio!, le decía dando saltos de alegría.
Y Caroncio, con su pico retorcido y sus ojitos saltones, pasaba el día riendo y componiendo canciones:

¡Ven aquí, brujita buena!
Y bailemos este vals 
Que los ratones del bosque 
Nunca más voy a tragar.

Comeré polvo de estrellas
Rocío de la mañana
Tú y yo iremos tras ellas
Y las pondré en tu ventana.

Esa ventana florida
A la que tú te asomabas
Cuando amanecía el día
Y tus cabellos peinabas.

Y tan amigos quedaron
Que siempre al salir el sol
Caroncio viene y le canta
Tiernas canciones de amor.

 



  Aprende a Contar hasta 10 con la Brujita Tatty - YouTube
María Encarna Rubio González


miércoles, 27 de mayo de 2020

En mi almohada


 Escribiría un poema
Si no estuviera cansada
Si con la lluvia lavara
Las tristezas de mi alma.
Aunque veas que sonrío
Mi alma está destrozada
Pero me agarro a la vida
A mis penas abrazada.
Y trenzo las ilusiones
Y
las pongo de almohada.



sábado, 23 de mayo de 2020

Ensayo de relato sin adjetivos




Fobos hijo de Ares y Afrodita.

Ares volvía al hogar. Dejó sobre la mesa la pieza de caza que portaba en sus hombros el arco y las flechas.
En ese momento, Afrodita lavaba su cabello con espuma de baba de caracol.
Ares vio la pierna de Afrodita que asomaba por la raja de su túnica. Sintió su sangre hervir, rugió. Gritó. Se acercó a Afrodita y la tomó por la cintura… 
 De pronto la baba de caracol del pelo de Afrodita, pegó las pestañas de Ares que soltó a Afrodita y fue a lavar sus ojos al manantial que discurría por la ladera del monte.

Afrodita quitó la baba de caracol de su pelo para poder atender a Ares como es de desear, pero por la llegada de su hijo Fobos  se vio obligada a aplazar el acto para después.

Fobos, fijó su atención al ver que la pieza de caza movía una de sus patas, supo que estaba sangrando. Efebo gimió. Levantó al animal y lo llevó a la cuadra. Trataba de curar su herida cuando oyó que Ares lo llamaba:
 — ¡Fobos, ve al monte! Observa desde ahí si el anfiteatro ya tiene espectadores vociferando. ¡Tu madre y yo actuamos!

Efebo obedeció. Subió al monte. Se divisaba el teatro.  —¡Padre! —, gritó— ¡el teatro está a rebosar!

Ares oyó a su hijo. ¡Llama a Pegaso!  le ordenó.
Fobos, llamó al caballo con alas, "Pegaso". También llamó a "Centauro",  mitad caballo mitad humano, que dejó caer sus excrementos. Cayeron sobre un aloe que enderezó sus raíces… 

Ares enjaezó a Pegaso, y lo montó Afrodita  para volar con él. Ares montó a Centauro y fueron a su trabajo en el anfiteatro de Aspendo. Afrodita surcando los vientos. Ares galopando por el valle.  

Ya en el teatro, comenzaron a actuar, con las alas de Pegaso para airear.
 Al regreso al hogar, Afrodita argumentó a Fobos si se iba a casar, para ser padre en el Olimpo. Fobos le respondió que ya lo era, había nacido padre de todas las fobias para la eternidad, y que tenía esposa, se llamaba: “Adjetiva sin Objetivo”

  
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MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...