Los hijos de la abuela Tati andaban algo preocupados, nunca que iban a visitarla la encontraban en casa.
Una tarde se pusieron todos de acuerdo para abordar el problema y pedir que diera explicaciones:
--Por favor ¿dónde has estado?--
--Navegando.
--¿Navegando?
--Sí, navegando por Internet.
--¡Imposible, tú no sabes hacer eso!
--Si sé, ayer aprendí.
--No te vayas por las ramas y dinos la verdad, ¿dónde estuviste?
--Estuve haciendo balance de mi vida. A pesar de lo mucho que he aprendido con el paso de los años vividos, he llegado a la conclusión de que puedo aprender todavía bastantes cosas. Una de ellas es saber qué quiero hacer en lo que me queda por vivir.
--¿Lo quieres saber buscando en Internet?
--No. Lo quiero saber buscando en mi interior.
--¿Y qué has sacado en claro?
--He sacado en claro que a mi edad estoy enamorada.
--¡Ja. ja, ja,! ¿Qué me dices?
--Sí, estoy enamorada, y todos los días salgo a pasear con mi amante. Unas veces le veo y otras no. Cuando el cielo está nublado, desaparece el muy ladino. Pero yo, que intuyo donde se esconde, le sigo los pasos y le hablo; le cuento mis secretos y mis ilusiones.
Él, cuando se van las nubes, sale de su escondite y me envuelve y me calienta hasta el extremo de hacer que me despoje de mi abrigo; no me atrevo a seguir con el cometido por el qué dirán; pero de buena gana lo haría.
--Estás loca. Eres una posesa.
--Loca no. Enamorada sí.
--Y, ¿Cómo se llama él?
--Si me calienta hasta quemarme, y se oculta tras las nubes...,¡adivinadlo!
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