domingo, 29 de noviembre de 2020

Los efectos de la ira

 


  El ratoncito Perolo estaba muy preocupado, a su amiga la gatita Rufina le estaba sucediendo algo extraño, muy extraño: cuando él la conoció tenía un pelo sedoso que daba gusto
 verlo, con un color intenso, brillante y .Ahora en cambio, tenía un aspecto sucio y desnutrido. Y no era que ella no se alimentaba bien. Estrella, la niña que vino a la casita del bosque acompañada de la cabrita Maruja, traía comida rica todos los días. 

  Rufina no superaba la fechoría que le hicieron abandonándola en el bosque un día de lluvia. Siempre estaba agresiva y erizada, ba la defensiva. 
 Perolo se lo advertía: 
 Rufina, esos arrebatos  te van a destrozar. Tus nervios se alteran tanto que se encogen. Serás raquítica y decrépita siendo como eres joven y bella. 
No hay cosa más dañina que los pensamientos negativos. 
Sonríe, sé feliz. Sal de casa y verás cuan bella es la naturaleza. El bosque nos regala frescor y el Sol un calorcito que anima. 
Si quieres encontrar un amor que te reconforte tienes que cuidarte. Son raros y muy escasos los gatos que quieren a gatas escuálidas. 

Y como Perolo todo lo hacía con poemas, le compuso este que os voy a decir por escrito:

Qué tendrá mi gata bella
Que le ha cambiado el color.
Hasta sus lindos bigotes
Causan un gran estupor.
 Sus ojos se ven orlados
De un círculo carmesí
Sin su brillo esmerilado
De alegría de vivir.
¿Qué rondará el pensamiento
De mi gata tan querida
Que sin faltarle el sustento
No disfruta de la vida?
Si no cambia sus maneras
Y su genio no controla
Dándome algún cariño...
¡Tendré que dejarla sola!

María Encarna Rubio






   


viernes, 27 de noviembre de 2020

Ser aseado es necesario

 



 El ratoncito Perolo admiraba mucho a la gatita Rufina; a pesar de vivir en abandono iba siempre limpia y aseada. Caminaba con tanto aplomo que parecía la reina de las gatas; menos cuando recordaba a los que la habían abandonado: su lomo se erizaba, sacaba sus uñas, bufaba como lo haría un leopardo de la Sabana. 

Perolo se asustaba al ver a la fiera que llevaba dentro. La gata Rufina parecía tierna y desvalida, pero nada más lejos. Él sabía que en su interior urdía planes de venganza. El rencor y el odio la transformaban. Se ponía tan fiera que los cuervos que invadieron la estancia con chimenea en la casita abandonada del bosque, al verla en ese trance, huyeron despavoridos. 

Perolo esperaba paciente a que volviera en sí y fuera la gata tierna que él conoció.

Luego de su arrebato, Rufina lo acogía en su regazo y lo acariciaba como si fuera su lindo bebé gatito. Lo aseaba con esmero y jugaba con él al escondite. 

Perolo entre tanto pensaba en poemas para darle las gracias por sus atenciones. Tenía varios pensados, pero había uno que pensaba decírselo en uno de sus arrebatos de ira y rencor hacía los que tan vilmente la habían abandonado en un día de lluvia en el bosque.

 que te arrojaron,

por que en su abandono

Junto a mí te dejaron.

No lMi amada Rufina...

 Gata fina.

siendo un ratón yo te amo.

Amo también a la lluvia,

  a losos odies gata fina

El odio del mal es engaño.

Ese odio, gata fina

Solo a ti te hace daño. 


María Encarna Rubio



domingo, 22 de noviembre de 2020

Rufina y Perolo 3






    
  El saltamontes Nicasio y el escarabajo Manolo.

Ella, volvió cautelosa a subir la escalera, con la intención de esconderse y no aparecer en tanto las aves siniestras estuvieran allí.

Sintió deseos de maullar de manera lastimera, pero lo pensó mejor y se mantuvo callada.

¡Pobre Perolo! —pensó—. De nada habrá servido el sacrificio que hice al no comérmelo yo si los cuervos se lo comen.

Rufina tiritaba. Se puso acomodada en un viejo cojín mucho tiempo abandonado; pero a ella le venía bien, estaba calentita y pronto se quedaría dormida otra vez.

Cerraba ya sus ojuelos, cuando sintió un rocecito suave y tibio en su regazo: era Perolo, con sus dos amigos apostados en su lomo. También ellos habían corrido a esconderse cuando vieron entrar a los cuervos siniestros.

El ratoncito Perolo, cuando quería, también sabía ser silencioso. Rufina le dio un abrazo de gata amiga y se alegró mucho al verles.

Perolo invitó a Rufina a escapar por la ventana, pero Rufina tenía miedo de abandonar aquel lugar y dijo que no, que la noche vendría pronto y que allí por lo menos tenía un techo protector.

Perolo, que al final resultó ser un poeta, le compuso a Rufina un poema que la dejó muy sorprendida, lo mismo que a Nicasio y a Manolo. 

Los dos le conminaron a que a ellos les hiciera otro poema.

¡Venga, Perolo, anímate! —le decían—. Di el poema que has hecho para Rufina. 

Está bien, lo diré; pero no quiero burlas ni comentarios. Y subido a lo alto de un armario, dio comienzo a su declamación:


Rufina, sal al collado.

El viento ha amainado,

la lluvia te hace honores

solo por ti ha cesado.

Saca fuerzas y sé valiente,

haz frente a la adversidad;

hay que hacer lo conveniente.

A veces resulta duro,

pero quizá nuestros males

deparan mejor futuro.


Rufina quedó callada. No sabía qué decir. 

Perolo esperaba que le diera las gracias, pero Rufina cerró los ojos y fingió que dormía.

Nicasio y Manolo cuchicheaban: 

"Lo mejor será pasar aquí la noche"


María Encarna Rubio






  

viernes, 20 de noviembre de 2020

La gatita Rufina y el ratoncito Perolo 2

  



  
 Cuando la gatita Rufina despertó, el ratoncito Perolo y la cabrita Maruja ya no estaban con ella en la casita abandonada del bosque. Sintió un escalofrío al verse sola. 
Salió fuera para ver el entorno ahora que era de día. Estaba triste. No comprendía  por qué la habían abandonado siendo ella una gatita limpia y obediente.

Volvió a acurrucarse junto a las cenizas de la chimenea. Esperaría a Perolo, seguro que regresaría para hacerle compañía—pensó—.
Y no se equivocaba, al poco rato volvió Perolo acompañado del saltamontes Nicasio y el escarabajo Manolo. Los traía subidos sobre su lomo. Daba saltos bien fuertes, pero ellos no se caían.

Rufina se alegró mucho al verlos y se hizo a un lado para que pudieran colocarse junto a ella. Fue entonces cuando entró por la puerta la cabrita Maruja, que venía acompañada por Estrella, una niña que vivía cerca de allí. Era amiga de la cabrita Maruja y venía a jugar con ella a la casita abandonada.

Cuando Estrella vio a la gatita Rufina se puso muy contenta, se acercó a ella y la tomó en sus brazos. Estrella compartió con la gatita Rufina y con Perolo su bocadillo. 
Cuando Estrella se marchó les prometió que todos los días vendría a jugar con ellos y les traería comida.

Rufina se dispuso a echar una siesta y esperaba que Perolo también lo hiciera; pero no, Perolo se puso a roer una madera que estaba tirada en el suelo y con el ruido que hacía no la dejaba dormir.
—¡Qué haces, Perolo!—le dijo Rufina—¿con lo que has comido y te pones a roer madera? La madera no se come, Perolo.
—No estoy comiendo, Rufina. Los ratones tenemos que roer cosas duras todos los días para desgastar nuestros dientes que no dejan de crecer.
Rufina dejó que Perolo royera y royera y se fue a otra parte a dormir. 

María Encarna Rubio




 



















miércoles, 18 de noviembre de 2020

La gatita Rufina y el ratoncito Perolo

 





     
Esta es la historia de la gatita Rufina, que fue abandonada en el bosque cuando aún era muy pequeñita.
La dejaron tirada en la cuneta en un día de lluvia.
Estaba tiritando de frío y muy asustada, daba maullidos muy lastimeros; pero nadie vino a recogerla en todo el día.

Al ver que pronto llegaría la noche, decidió caminar para buscar un lugar donde guarecerse.
En un claro del bosque encontró una casita abandonada. Se acercó temerosa. Pronto vio que estaba desierta. 
Entró y se acercó a la chimenea que tenía cenizas tibias y allí se acurrucó, dispuesta a pasar la noche. Los relámpagos y los truenos no cesaban, Rufina tenía miedo, y también mucha hambre.

No había pasado mucho rato, cuando, de pronto, oyó un ruidito muy cercano, y como los gatos ven de noche igual que de día, observo con atención y vio que se trataba de un ratoncito chiquito que se le acercó buscando su calor. 
Rufina sintió pena del ratoncito. Dejó que se acurrucara entre sus patitas. Estaba mojado y tiritaba igual que ella.
Nos haremos compañía, pensó. Mañana encontraremos algo para comer.
Estaban ya los dos dormidos cuando un estrepitoso ruido los despertó.
Era la cabrita Maruja, que vivía en el bosque y tenía allí su guarida.
Venía con las ubres llenas a rebosar de leche. Olía a queso, a mantequilla, a nata, y Rufina no pudo reprimir la tentación de acercarse y lamer las ubres de la cabrita que sintió gran alivio, pues tanta leche en sus ubres le estaba molestando.

Rufina bebió y bebió leche de la cabra. El ratoncito, atraído por los olores a leche fresca, se acercó y se puso debajo de Rufina, que dejaba escapar algún chorrito para que él tomara.

Y así fue como la gatita Rufina pasó la primera noche en la casita abandonada del bosque.

María Encarna Rubio




  

lunes, 16 de noviembre de 2020

El día a día de una octogenaria 2

 Ayer a las cinco de la tarde fui a la consulta de la podóloga, por este motivo no pude hacer la siesta. A las ocho de la tarde estaba agotada. Me fui a la cama a descansar a las ocho y media, cosa inusual en mí, nunca me acuesto antes de las doce de la noche.

Me sorprendió sobremanera la joven que me hizo la limpieza de mis durezas en los pies, se mostró comunicativa y natural, me fue sacando poco a poco empatía al mismo tiempo que me cortaba las uñas y me sacaba los callos. Antes de salir de casa había hecho el propósito de mostrarme lacónica y discreta, nunca me siento bien después de explayarme ante extraños, pero la sencillez de la joven dio al traste con mi intención. Hablamos sin parar durante hora y medía que duró el proceso.

Se tocan muchos temas en hora y media. Me dijo que tenía veintitrés años. Como comprenderéis, una niña, comparada conmigo; " Un libro con casi todas las páginas en blanco"; una historia sin relatar apenas. Es increíble la experiencia que se tiene almacenada a los ochenta años. Lo averiguas cuando lo contrastas con alguien que tiene todo por vivir. La juventud es maravillosa, pero al final de la charla llegamos a la conclusión de que la mejor edad es a partir de la jubilación... Si has llegado a ella en condiciones óptimas para poder disfrutarla. ¿Es cosa de la genética? Algo intervendrá, pero la trayectoria del camino recorrido es lo más importante. Tengamos la edad que tengamos no se puede vivir sin proyectos y sin ilusión, aunque sepamos que solo nos queda un día.

Hoy, como es natural, me he despertado a las siete de la mañana, fresca y descansada después de tantas horas en la cama, durmiendo. Me he levantado a dar comienzo al nuevo día, quedé con unos amigos para salir a dar una caminata por los alrededores del pueblo a las nueve de la mañana. Es algo que me encanta. 

El lugar dónde vivo es una maravilla. Tiene la zona Sur limitando con la vega del río Segura, que no es muy caudaloso, pero va dejando tras de sí un vergel de verdor y de vida. Me maravilla ver los bancales recién labrados abancalados para los plantíos de las hortalizas, que ya crecidas, son un espectáculo de perfección y de belleza: las coles, las lechugas, las plantas aromáticas tales como el cilantro, la hierba buena y el perejil, que perfuman el ambiente a poco las mueva la brisa.

La zona Norte era campo secano, pero la pericia del hombre ha subido el agua y lo ha convertido en una continuación de la huerta, en su gran mayoría al cultivo del limonero. Son famosos  nuestros limones que invaden las plazas de muchas partes del mundo derramando salud y vida.  

 

  

 

sábado, 14 de noviembre de 2020

El día a día de una octogenaria 1

 Hoy ha amanecido nublado. Los días grises siempre me han puesto melancólica; pero esta mañana, muy al contrario, me sentía eufórica y muy activa. 

Me he levantado a las ocho. He dormido ocho horas, y al despertar, mi voz interior me ha dicho la cantinela que me irá repitiendo de vez en cuando a lo largo del día desde que el virus del COVI nos está amargando la vida: "Cuidado, eres persona de alto riesgo, la guadaña espera en la calle".

Después de la rutina diaria del aseo personal y de hacer la cama, he desayunado un licuado de: zanahoria, apio, manzana, espinacas y tomate. Después he limpiando las cinco grandes ventanas con sus rejas que tiene mi casa. Ambas son blancas sobre una fachada de color albero fuerte. También he limpiado y abrillantado el porche de mármol blanco con sus dos puertas blancas que dan entrada a la casa, una para el recibidor, otra da acceso directo a mi oficina. 

Con las ventanas abiertas, desde dentro, he ido realizando mi trabajo con gusto, y he recibido los buenos días de todos los transeúntes que han ido pasando con sus mascarillas tapando sus caras. Las llevan de todos los colores y de variados modelos. 

A las once de la mañana he hecho un alto para tomar un refrigerio: unas tostadas con queso, un plátano y un vaso, mitad bebida de avena, mitad leche semidesnatada.

No he atendido el móvil. Nada me ha distraído. Solo mis pensamientos me han acuciado con reflexiones sobre el momento crucial que vive la humanidad. 

Eran las doce y media y he dado por terminada mi tarea. He visto mi trabajo previsto, realizado. Me he sentido muy satisfecha y me he sentado en mi oficina a leer un libro de Javier Marías: 

"Corazón tan blanco", hasta la hora de comer. Aquí, en mi tierra, almuerzo se le llama al refrigerio que yo he tomado a las once.

A las catorce horas, que en mi tierra les llamamos "las dos" he dejado mi lectura. Me he dirigido a la cocina y me he preparado de entrante una ensalada compuesta de: lechuga, manzana, tomate, nueces, jamón york  y semilla de girasol. He tomado un guiso de lentejas y de postre un pérsimon, una deliciosa fruta rica en  Betacaroteno, peladito y troceado.

Después de comer siempre hago la siesta; pero al estilo de Camilo José Cela, de "pijama y orinal". Es esencial a cierta edad partir el día en dos. Una siesta de dos horas te hace pasar una tarde maravillosamente descansada, lista para llegar a las doce de la noche fresca y preparada para hacer lo que te apetezca. Alcanzar  los ochenta en optimas condiciones es un regalo incomparable. Doy gracias a Dios porque lo estoy viviendo. Una maravilla. El ejercicio, la alimentación, y proyectos ilusionantes conservan la salud física y mental en perfecto estado.  

Después de la siesta tengo un largo espacio de tiempo que ocupo en lo que me apetece, sin salir de casa, claro. Qué tiempo estamos viviendo. Parece que se cumplen profecías que nos han contado. El fin de nuestra Era... O quizá de la especie. Lo cierto es que no está de acuerdo El Que todo lo rige con nuestro sistema de vida. Estamos obligados al aislamiento, al cambio radical de nuestras costumbres. El planeta no aguanta más. Se defiende. 

Todo es lindo con amigos


 Crusa era una tortuguita feliz, todos los animalitos del bosque eran sus amigos, pero los que más amigos eran: la ardilla Colasa y el erizo Capuntas; la querían mucho.

Todos los días salía a jugar con ellos. Cuando hacían carreras siempre se quedaba retrasada. Ella se esforzaba mucho, pero sus cortas patitas  avanzaban poco, y su grueso caparazón le pesaba y le hacía sudar. 

Un día decidieron hacer una excursión todos en grupo al monte cercano. Había allí una fuente de aguas cristalinas y se iban a bañar.



 

La liebre Corina, su hermana Menca y la libélula Pilpi, decían que Crusa no las podía acompañar, porque caminaba despacio; además, con el peso de su concha, en la fuente, se podía ahogar.

 



Crusa lloraba. Se había escondido en su casita portátil y no quería salir. 

El erizo Capuntas y la ardilla Colasa le daban ánimos:

—Sal, Crusa. No te enojes —le decían. Nosotros te ayudaremos y te acompañaremos. Comeremos piñones de las piñas de los pinos. Veremos el paisaje y beberemos agua de la fuente.

 

Todo fue muy bonito. Subieron despacito hasta la fuente. Allí encontraron a la ranita Anastasia que era una gran escritora de cuentos. Se lo pasaron en grande leyendo lindas historias con mucho amor y amistad. 


María Encarna Rubio González 




domingo, 1 de noviembre de 2020

Todos al confinamiento




Señoras y señores, las palabras se resisten a salir para reunirse y formar frases que digan algo, que expresen ideas. También ellas se confinan y huyen de las aglomeraciones,  temen sufrir la contaminación que pulula por el ambiente de nuestro globo terráqueo. Ahora que sabemos que los vientos del Sahara nutren la selva amazónica y nos concienciamos de que todos respiramos dentro de una burbuja los mismos vientos, que todos disfrutamos del mismo virus, y que todos tenemos a nuestro alcance Internet, qué será de las palabras. Están asustadas. No quieren formar sintagmas. Los verbos se han rebelado. Las conjunciones no acuden a apoyar sus acciones y las preposiciones han hecho huelga. Los adverbios tampoco quieren aglomeraciones y han cerrado la puerta que daba paso al espacio de los adjetivos, no quieren colaborar con ellos. Es preciso que alguien ponga paz entre todos ya que los pronombres tampoco quieren hacer sustituciones al nombre y por si fuera poco el artículo tampoco está dispuesto a prestarle su servicio.
Señores... En estas condiciones no hay cristiano que escriba.  


MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...