jueves, 26 de noviembre de 2015

SIEMPRE HAY QUIEN NOS VE


Caminaban sedientos, cogidos de la mano. El tortuoso sendero, serpenteaba, subía, bajaba y parecía no tener fin. El oscuro manto de la noche amenazaba con hacer imposible el tránsito por aquel lugar que hacía apenas unas horas parecía idílico, hermoso, pero las oscuras alas del crepúsculo vespertino lo estaban tornando frío, oscuro y tenebroso. Cada árbol, cada arbusto, se asemejaba al monstruo de fauces abiertas que se los quisiera tragar. Apresuraron sus pasos esperando encontrar una salida a lugar conocido que les permitiese orientarse. 

Resultado de imagen de fotos de paisajes--¡Estamos perdidos!, dijo Andrea a Matías,  su marido, que trataba por todos los medios de infundirle confianza en que saldrían con bien del atolladero. Viendo éste que la noche se les venía encima y que no salían del intrincado bosque, maduraba los pasos a seguir en caso de tener que pasar la noche en aquel lugar desconocido para ellos. Iba calculando, sin decir palabra, el sitio adecuado para hacer un alto y disponerse a esperar pacientemente a que llegase el nuevo día, seguro de que sólo era la noche la que los limitaba. Vio al borde del ramblizo por donde bajaban tres pinos que habían crecido cerca el uno de los otros. Se detuvo, y, aparentando tranquilidad, dijo a Andrea:

--No podemos seguir caminando entre estos pedruscos. Nos vamos a detener aquí. ¿Ves esos pinos que están tan juntos y que dejan un espacio entre ellos?,  aprovecharemos los últimos claros que quedan para cortar ramas y cubriremos los espacios libres entre ellos. Verás que haremos un sitio donde guarecernos y pasar la noche. Recogeremos hojarasca y haremos un lecho blando y caliente y verás que pasaremos la noche bien, uno junto a otro no pasaremos frío.
Afanados en la tarea,  la noche si hizo negra. El hambre y la sed les mordía las entrañas sin piedad. Acurrucados uno junto al otro, se hallaban entre aromas de monte. El romero y el tomillo que habían puesto de lecho les invadía los sentidos. Matías se puso en la boca una ramita de romero y la masticaba saboreando sus jugos: 

--¡Vaya, toma ramas de romero y mastica!, le dijo a Andrea, al comprobar que se saciaba y dejaba de molestarle el hambre. 
El viento arreciaba haciendo saltar lamentos de los pinos. Oían, o creían oír ruidos extraños. Se abrazaban para darse calor, y en la oscuridad más absoluta, sentían la tibieza confortante de sus cuerpos y el latir de sus corazones. Ya habían olvidado sensaciones gratas sentidas. La rutina y los años habían desgastado los impulsos de atracción de sus almas gemelas. Olvidaron por un momento que tenían muchos inviernos viviendo juntos: sintieron la pasión de la primera vez que se amaron y se unieron en el más dulce de los besos. 

No había tregua para el sentimiento de gran ternura que les invadía cuando el sonido que produce el motor de un coche se fue acercando. La luz de unos faros encendidos iluminaron el entorno. Pronto se dieron cuenta de que se hallaban cerca de un camino. Con toda clase de precauciones se dispusieron a investigar qué sucedía. Lo que vieron les dejó estupefactos: allí, en las soledades del monte, dos personas del mismo sexo que ellos conocían daban rienda suelta a sus pasiones.
  

lunes, 23 de noviembre de 2015

OJO QUE TODO LO VE

Uno de los ojos de Torcuata Recua era de cristal. Había venido a vivir a Dardavilla de otros lugares y nadie conocía su historia. Todos pensaban que por ese ojo no veía: nada más lejos de la realidad, veía por él los sueños y los pensamientos más ocultos de todos.

Todo comenzó una noche de San Juan un veinticuatro de junio. Danzaba con los amigos alrededor de una hoguera en la playa, junto al mar. Pidió un deseo con fuerza y se adentró en el agua. Su petición consistía en tener cámara oculta para leer  los pensamientos de los demás. De pronto se acordó de que quería ser escritora de cuentos y añadió "posdata" pidió añadir al lote el leer también los sueños. Puso mucha devoción y se le concedió el deseo. Apareció en la playa, sin saber cómo ni cuándo, con un ojo de cristal. Todos creían que por él no veía nada, cosa que no era cierta, pues con el otro cerrado veía cosas que ninguno de ellos nunca verían:los dislates y disparates que muchos de ellos pensaban.

Se le hizo la vida amarga de tanto ver lo que veía. Se emancipó de su pueblo y apareció en Dardavilla, lugar que al parecer, había gente sensata. Pronto salió de su error, pues eran igual que todos. Había grandes pendejos que pensaban disparates. Se arrepintió de querer saber los pensamientos de demás. Todo estaba bien calculado. "Cada cuál piense lo que quiera y todo quede en secreto"
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MANOLITO PINGUI

Manolito Pingui tenía un gran secreto. Su madre siempre decía: --¡Eres más basto que un bocadillo de esparto! Su secreto, guardado a capa y espada, era revolucionario, espectacular y bastante peculiar: cuando cogía un libro de Historia y se ponía a leer...¡Viajaba en el tiempo! --¡Se trasladaba de inmediato a la Época del tema que leía!... 

A veces, no se daba cuenta..., ¡y volvía sin cambiar de traje!
Para disimular delante de su madre, le decía que estaba ensayando..., ¡una obra de teatro del colegio! 
La madre no se extrañaba de nada. Porque ella pagaba un buen colegio para que su hijo aprendiese de todo. 

Una mañana, amaneció en la cama con un camisón hecho con esparto. Su madre le preguntó:  -¿Porqué te ponen esas cosas tan bastas?, él le respondió: -¡Mamá, no sabes nada!, en la prehistoria, el esparto era Materia Prima. Con él hacían de todo.
--¡Cuánto sabe mi hijo! 

Un día apareció con una túnica tan blanca que deslumbraba con los rayos del sol. Al verlo su madre cerró los ojos y le dio por toser, debido al olor tan penetrante que desprendía. Puso el grito en el cielo diciendo:
--¡Manolito! ¿De dónde has sacado eso? ¡Se ve blanco, pero cómo huele!
--En la Época Romana blanqueaban la ropa con orines. Ponte las pilas mamá. Lee más Historia.Si el mundo sigue como va, será importante saber sobrevivir.
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domingo, 22 de noviembre de 2015

CUÉNTAME UN CUENTO

Cuéntame un  cuento madrina
que soy un niño chiquito.
Y a mí me gustan los cuentos,
de patos y pajaritos.
Los patitos porque nadan,                
pajaritos porque vuelan
Y porque me dan penita,
Cuando están en la cazuela.
Los criamos en grangitas,
Parece que los queremos,
Y cuando están creciditos,
Resultado de imagen de fotos de granjasvamos y nos los comemos.
Tú, si me cuentas un cuento,
hazlo también de conejos,
pero que al final me digan,
que se han muerto de viejos.
¡Manolito, Manolito!
Que el mudo así no es,
si has nacido para eso,
¡Es que te han de comer!


¿Entonces madrinita,
eso no tiene remedio?
¡Tú come y vive,
y no pienses más en ello!
¡Vive y no le des más vueltas!
Que a nosotros esas cosas,
ya nos las dieron resueltas.

AHORA

¿Dime, qué quieres ahora?
Que el llanto se me derrama, 
cuando veo  a los olivos, 
que el agua en sequía claman.
¿No será que te complacen, 
los tormentos de mi alma?
¡Que vives de mis suspiros,
y de mi falta de calma!
¡Dónde estás, pájaro fiero,
con cabeza de serpiente!
¡Que te alimentas de sangre,
de suspiros y de muerte!´

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viernes, 20 de noviembre de 2015

LOS SUEÑOS DE UN CARACOL

Un caracol feliz, vivía junto a una oruga en un bancal de coles. Sonreía..., y también reía a su gusto, cuando la oruga resbalaba y caía de las hojas húmedas por las gotas del rocío. Pensaba él:
--Tengo suerte. Mi cuerpo es una ventosa que se adhiere y no resbala. Ni las gotas de rocío, ni los vientos huracanados pueden tumbarme, y si atisbo un peligro, me adentro en mi casita y nadie puede hacerme daño. Y vivía tan feliz.
Un día de exaltada alegría, se dio cuenta de que, todo lo que pensaba le salía en verso: --¿Seré un caracol poeta?, decía para sí. Y se dispuso a crear su primer verso sobre la hoja de una frondosa col:

Vivo en una col muy tierna, 
junto a la oruga Marcisa. 
Cuando resbala y se cae,
a mi me da mucha risa.

La oruga Marcisa que andaba cerca, quedó perpleja al leer las cosas que escribía su vecino acerca de ella en las hojas de las coles, --¡pero qué se ha creído éste! ¿pensará que es el único que sabe hacer versos?, decía mientras empezaba a horadar en las coles sus proclamas sin parar:

¡Este caracol creído!
Con sus babas me da asco.
Ha creído que es muy listo,
y se va a llevar un chasco.

Y así, de ésta manera, fueron llenando las hojas de todas las coles del bancal de agujeros; pero  al ser tan poéticos y tan originales venían a verlas del mundo entero. El caracol feliz y la oruga Marcisa se hicieron famosos. Les llamaban de todas partes para dar conferencias. Al final se hicieron muy amigos. Hicieron sociedad para seguir escribiendo en todos los bancales de coles de la huerta... 

¡Que estuviesen sin fumigar, claro!
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jueves, 12 de noviembre de 2015

BONIFACIO


Bonifacio era un ratoncillo travieso que jugaba con las moscas debajo de un precioso sauce llorón. Su vida era dechado de gloriosa felicidad. Todavía no se había topado con humano alguno. Ese día de sol, que más que otoño parecía primavera, viviría una aventura que cambiaría su vida para siempre. Los trinos de los pajarillos acariciaron de improviso los oídos de una intrépida ciclista que paseaba el maravilloso jardín de "Manolo" tierra natal de Bonifacio. Decidió ésta hacer un alto en el camino junto a unas yucas y unos sauces y unos limoneros y demás árboles que poblaban el jardín. Dejó la bicicleta apoyada en la valla y se sentó en un banco a contemplar las luces y sombras de los rayos del sol.
Resultado de imagen de dibujos de niña cicliA Bonifacio le fascinaron los brillos del cesto de la bicicleta y se introdujo en él acompañado de la mosca Maruja.

Siguieron jugando al "corre que te pillo" sin darse cuenta de que la bicicleta rodaba y rodaba sin parar alejándolos del sauce llorón donde vivían.
Aparecieron en un trastero lúgubre sin ventanas y sin luz. Miraron la manera de escapar de aquel lugar tenebroso sin conseguir encontrar la salida. Bonifacio que tenía facultades para moverse en la oscuridad,  le dijo a la mosca Maruja:  --no pierdas la calma, todo acabará por resolverse. 
Anduvo buscando por los rincones por ver si encontraba algo para la cena. Encontró algo envuelto en un papel que resultó ser una carta que la intrépida ciclista había escrito a sus compañeros de clase. Se situó en un rayito de luz que se filtraba por debajo de la puerta para leerla sin acordarse de que no sabía. Le preguntó a la mosca Maruja si sabía leer porque la curiosidad le podía. 
La mosca Maruja, gran lectora de las "Aventuras de Porkin" no tuvo inconveniente en leer la carta para su amigo Bonifacio. Ésta decía así:

  Queridos compañeros y amigos:
Hoy tengo que deciros que el jardín de "Manolo", por las mañanas es una maravilla bonita. Yo lo visito cada mañana cuando salgo a pasear con mi bicicleta. Me asiento a leer un ratito en un banco y a pesar de ser otoño parece una primavera esplendorosa. Los pajarillos no dejan de trinar con una melodía inigualable. Esta mañana se me ha ocurrido un cuento muy infantil y muy bonito. Se trata de un ratoncillo y una mosca. Mañana lo pondré en los deberes de ortografía para que corrijamos entre todos los acentos, que son las notas musicales de los escritos. Aunque me veáis que escribo así como si fuese tonta, no es así, es que quiero enamoraros a todos. Muchos besos.
  
Bonifacio y Maruja no salían de su asombro. Eran mencionados en la carta y no comprendían cómo la intrépida ciclista pudo percatarse de ellos. Pensando, pensando, se metieron en el cesto de la bicicleta a esperar el nuevo día: la  intrépida ciclista decía en su carta que cada día visitaba el jardín de "Manolo", pero antes cenaron un trozo de bocata, el que envolvía la carta...

lunes, 9 de noviembre de 2015

LA GATITA RUFINA

La gatita Rufina,
tenía sueño.
No tenía casa,
ni tenía dueño. 
Ella vivía sola, 
en un olivo, 
en un agujero grande,
muy escondido.
Cuando salía sola,
tenía miedo,
de las fauces abiertas,
de un perro fiero.
La estaba esperando,
y si salía,
con las fauces abiertas,
la perseguía. 
¡Vete ya perro fiero, 
a otra guarida!
¡Y déjame tranquilita,
vivir mi vida!

domingo, 8 de noviembre de 2015

RECUERDOS DEL AYER

Resultado de imagen de casitas en la montañaHacía años que la casita de la colina no había sido visitada por Elve, su dueña. Ésta había vuelto después de muchos años dispuesta a restaurarla y sacarla del abandono y el olvido. Ubicada sobre la cima de un cerro, parecía la casita de muñecas construida para la niña más mimada y querida del mundo. Y así fue. Fue querida y mimada por el primer hombre que la hizo sentirse mujer.

 El destino, cruel e implacable, se lo llevó presa de enfermedad dolorosa y terrible. Ella había marchado lejos a recomponer su destrozada vida. Después de muchos años, recuperada y con un nuevo amor ponía su ilusión en habitarla.
 Introdujo la llave en la cerradura y sintió un escalofrío al ceder la puerta quejumbrosa sobre sus goznes herrumbrosos. Todo estaba tal como lo dejara aquella triste mañana de septiembre. Los paños que protegían los muebles estaban cubiertos de polvo y de la chimenea pendían las telas de araña,ennegrecidas y polvorientas por el paso de los años.

  Abrió la ventana con esfuerzo, se resistía a dejar pasar la luz del sol y el viento fresco de la mañana. ¡Qué lindo le pareció el paisaje que se veía desde lo alto del cerro! La primavera había sembrado la pradera de margaritas y amapolas. El arroyo que serpenteaba, jalonado de sauces en ambas orillas, ponía brillos de plata en el paisaje. 
  Se puso manos a la obra y comenzó con ahínco la tarea de poner la casa habitable antes de que llegara Ramiro, su nuevo marido. Éste, había quedado solucionando algunos problemas burocráticos allá en su tierra natal.  

 El salón estaba desempolvado y ya en la cocina se disponía a terminar de organizar el menaje. Dejó unos vasos sobre el anaquel. Se disponía a ordenarlos cuando sintió un aliento tibio sobre su rostro. Volvió la cabeza con la impresión de tener a alguien muy cera pero pronto salió de su error, no había nadie. Siguió con su tarea. Al poco rato, le pareció ver que una sombra difusa se movía cautelosa por el salón. Extenuada y aturdida dejó el trabajo y salió al porche a descansar un rato. Sobre la manta que cubría el columpio, para su sorpresa, alguien había dejado una nota que decía: "Te sigo queriendo igual que antes".  A punto estuvo de caer desmayada al suelo, el recuerdo de Crisántomo su primer marido, la estaba obsesionando de tal forma que creía verlo por todas partes. Aquella nota, lo mismo no había sido escrita para ella, pues era fácil que algunos de sus vecinos rondasen la casa durante el tiempo que estuvo cerrada. En estas divagaciones estaba cuando le vio venir. Ya no le cupo la menor duda,¡era él! Su modo de andar, la escopeta al hombro, y su perro mastín labrador. ¡Se acercaba con su caminar tan peculiar! ¡Guapo! ¡Esbelto! Con su sonrisa maravillosa de hombre que lo sexy camina de la mano de la mesura y el comedimiento... ¡Pero...,si habían pasado los años! ¡Estaba tan joven como cuando le conoció! Estoy segura...¡Lo han clonado! 
Se acortaba la distancia y sus ojos color miel se habían clavado en su mirada febril. Con un saludo insustancial, pasó de largo y se perdió en la distancia...

sábado, 7 de noviembre de 2015

LARGO CAMINAR

--¡Niña! Trae el botijo, que me eche un trago de agua fresca.
La mañana en verdad era calurosa. La hora del día no se correspondía con la alta temperatura que se hacía notar con una calma absoluta.
--¿No me oyes? ¡Trae el botijo, Manuela!
A Manuela, no le hacía ninguna gracia dejar la labor de ganchillo para llevar el botijo a Ruperto, su marido. Éste, se hallaba metido de lleno en la tarea de reparar  y ampliar el establo.
--¡Qué comodón! --decía para sí. No está contento si no me tiene detrás y delante de él. El botijo está dentro del pozo. Con estos calores es la única manera de mantener el agua fresca. ¡Y, allá tiene que ir Manuela..., sacar el botijo del pozo..., para llevárselo al señorito!
 En estas divagaciones andaba Manuela, cuando de pronto, un ruido tremendo, y un grito de Ruperto le hicieron dar un salto de la silla y correr a ver què sucedía. Cuando llegó donde Ruperto, él, ya no estaba. Su voz se oía subir de la lejanía más profunda...
..¡Manuelaaa! ¡Estoy aquiiii! ¡Pide ayudaaa!
--¡Ay, Dios mio! ¡Pobre Ruperto! ¿Pero, qué te ha pasado?
--¡Algo grande, Manuela, algo grande! ¡Teníamos una fortuna debajo de nuestros pies y no lo sabíamos!
-- ¡Voy a bajar, Ruperto! Tengo que ver lo que me estás diciendo. Lo mismo no nos interesa que nadie sepa de nuestro hallazgo --se apresuró a decir Manuela, subiéndose la falda hasta la cintura y de modo impremeditado, se dejó caer por la rampa que había quedado al descubierto en el suelo por la que se había deslizado momentos antes Ruperto. Durante siglos, había estado cegada aquella entrada al laberinto de habitáculos que se habrían ante ellos. Cuando sus pupilas se acomodaron a la oscuridad, con la sola iluminación que se filtraba a través de la abertura producida de modo fortuito por el pico de Ruperto, no daban crédito a lo que estaban viendo: ¡Todo un arsenal de objetos, al parecer, de la época romana! y ¡Un cofre de monedas de oro!
--¡Ay Ruperto, que a mí me da algo! ¡Esto es una fortuna inmensa Ruperto!
--¡Sí Manuela! ¡Una fortuna inmensa! ¡Ja,ja, ja! ¡Manuelica mía dame un abrazo!
--Calla, Ruperto. Habla más bajo. Si alguien se entera, ésto nos lo quitan. Se lo llevaran todo y nos quedaremos mirando. Cuando queramos verlo tendremos que ir a museos y exposiciones, y tú me dirás si nosotros vamos a esos sitios.
--¡Prefiero tapar el agujero y que siga aquí enterrado para siempre!
--Eso mismo es lo que vamos a hacer, dijo Manuela que como siempre ella ponía el punto sobre la i. De momento taparemos el agujero y ya pensaremos más tranquilos lo conveniente.
Trabajo les costó, salir del agujero. A duras penas se podía subir aquella rampa tan empinada. Primero lo hizo Ruper, --como le llamaba Manuela--después tendió la mano a Manuela, por poco más le saca el brazo del hombro de tirón tan fuerte. Aquella noche no pudieron dormir pensando la forma de aprovechar el hallazgo sin declararlo ni levantar sospechas.

Manuela se levantó como cada día, dispuesta a asearse bien aseadita tal como le enseñó su abuela:
--Hay que lavarse y peinarse lo primero de todo, --le decía-- nada más tirar los pies al suelo y colocarse el delantal, una mujer a de ir pulcra moviéndose por su casa. Levantar la cama y airear la habitación. El ritual era cumplido a rajatabla pasase lo que pasase.
--¡Ruper! ¡Ruper! Ya sé lo que vamos a hacer.
Acudió Ruper a los gritos de Manuela.
--Mira, vas a sacar sólo una moneda del cofre. Me voy a la capital a visitar a mi prima Pardina. Ella se dedica a comprar y vender trastos viejos y cosas antiguas. Se la enseñaré así como el que no quiere la cosa y ya veré que me dice.

Pardina tenía su casa a las afueras de la capital. Además de comprar y vender antigüedades, se dedicaba a comerciar con las flores y las plantas aromáticas que cultivaba en su jardín. Era mujer bastante peculiar. Tenía el pelo rojo y su cara toda pecosa. Se metía en pleitos con los vecinos al menor descuido de éstos. Sabía mucho de leyes a pesar de no haber estudiado nunca. Prohibía a sus hijos a relacionarse con otros niños y los obligaba a arreglárselas solos pues faltaba mucho de casa. Todas sus amistades eran de alta alcurnia, por aquello de comprar y vender antigüedades.

Cuando llegó Manuela sin previo aviso, pues los tiempos eran otros, un enorme perro negro flanqueaba la puerta del jardín. A los ladridos del animal acudió Pardina: ese día por casualidad estaba en casa. Le hizo los honores en su jardín, del que se sentía muy orgullosa. Cuando le enseñó la moneda, Pardina quedó alucinando.
--Conozco a una persona que dará un buen dinero por ella. Tú déjame a mí. ¿Tienes más?
--Bueno..., no sé. La encontré entre las cosas de mi abuela. Miraré por allí. ¡Cómo cerramos la casa después de morir ella y no hemos vuelto! ¡Me da una cosa ir! ¡Como yo la quería tanto! --Y comenzó a dar suspiritos muy apenados--. ¡Todavía lloro cuando hablo de ella!

Quedaron en que volvería a la semana siguiente. Pardina, antes de que se marchase quiso enseñarle a Manuela el interior de su casa, tan peculiar como ella. No quedaba ni pizca de pared libre. Estaban cubiertas de fotografías antiguas sin dejar tregua al respiro. Podías pasar el día mirando sin que las llegases a ver todas. En una de ellas descubrió Manuela a su prima retratada con su melena de pelo suelta que ahora recogía en retorcido moño tan grande como su cabeza. Ésta le dijo que  de noche se lo suelta y se viste con camisones transparentes para enamorar a su marido.
Volvió Manuela a la semana siguiente como tenían previsto: halló que su prima había hecho buen negocio con la moneda; ésta era de oro de veinticuatro kI y de gran valor por su antigüedad. 
Cuando arreglaron cuentas su prima se llevó un buen pellizco. 

Ruperto dijo a Manuela que probara con alguno de los otros objetos que había allí. Manuela le contestó que había que andar con cuidado, que su prima no era de todo comer.
Se compró Manuela zapatos y traje de señorona. A Ruper lo equipó de ropa de gran señor. Los vecinos los miraban y no salían de su asombro al verlos así vestidos y saliendo a pasear al puerto sin ser domingo. Y es que Manuela encontró varías monedas más entre las cosas de su abuela y se las llevó a su prima.
Ésta, ahora lucía pendientes de los que a ella le gustaban: largos, llegaban hasta los hombros. También se había comprado camisones transparentes y babuchas decoradas con brillantes lentejuelas, para lucirlas de noche y enamorar al marido. 
     




jueves, 5 de noviembre de 2015

PAN CON MANTEQUILLA

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Paula y Manuel eran dos hermanos que marcharon a merendar a la orilla del río. Su madre les había hecho un bocadillo de tortilla y queso. Paula quería que el suyo fuese de mantequilla pero su madre no tenía. Sentados a la sombra de un sauce se lo comieron jugando a tirar piedras al agua. Una ardilla preciosa con su cola marrón y su cabecita de ratón se les quedó mirando con ojos de apremio y aviso, se les hacía de noche y no se daban cuenta. Un manto oscuro de fría escarcha lo cubrió todo y no veían volver a casa.

Un rayo de blanca luna rompió el frío velo apareciendo un enorme castillo ante sus deslumbrados ojos. Se abrió una enorme puerta que chirriaba al son de trompetas de plata. 
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Apareció un vampiro que portaba una bolsa y un enorme cuchillo debajo de su capa.
Cuando vio a Paula y Manuel se les acercó con la boca abierta enseñando sus afilados colmillos. Los niños temblaban de miedo pero el vampiro creyó que de frío. Los cobijó bajo su capa y sacó su enorme cuchillo. Abrió la bolsa que era la del pan y cenaron pan con mantequilla.
Paula contenta le dijo a Manuel:

--¡Ya ves Manuel, mis deseos siempre se cumplen!
--¡Pues desea  volver a casa y estar en tu cama! --Contestó Manuel.
--Ya lo he deseado y volando vamos ¿No te has dado cuenta?
Llegaron a casa en la capa del vampiro, envueltos como rollitos "Primavera"
Quedaron dormiditos en sus camas con olor a mantequilla.
Un ratoncillo goloso se los quería comer, pero esa es otra historia que contaremos otro día.  

LA PERFECCIÓN NO EXISTE

¡Qué espantoso fracaso el del comunismo: Gente pasando hambre ante tiendas vacías!

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 Es cierto, un triste fracaso... ¿Qué me dices del capitalismo: Gente pasando hambre ante tiendas llenas!!
Umm...Que... la perfección... no existe...y si existe...¡Nadie la encuentra!

CASILDA

Resultado de imagen de fotos de olivosCasilda se hizo bruja durmiendo debajo de un olivo. Se le metió una aceituna por la nariz, y desde entonces, siempre que un niño llora, ella le hace un guiño y al momento calla. Porque ella es una bruja buena:  todo lo que hace es para beneficiar a los demás. 
 Los efectos de la aceituna en su nariz, pronto se hicieron notar, pues dos ramitas de olivo, frescas y relucientes, salieron de sus orejas. Ella quería disimularlo, pero el sombrero picudo que llevaba puesto no cubría lo suficiente.
 Se preocupaba mucho. No tenía idea de qué hacer si aquellas ramitas seguían creciendo. Tendría que llamar a un podador para que las arreglara de manera adecuada, pues no era ella mujer de hacer las cosas de cualquier manera. 
El podador le dijo que si las quería cuidar bien las tenía que fumigar contra las plagas.
Ella le dijo que de eso nada, que prefería el cultivo ecológico.
--¡Pues se te secarán! --Dijo el podador--, y se acabó la peculiaridad.
--¡Pues bueno! --Dijo ella--, me acostumbraré a ser una señora normal y corriente.
--¡De eso nada! Hasta que no saques la aceituna que se te coló por la nariz, seguirás padeciendo la transformación brujeril.
--¡Eso lo dices tú! Pero yo, no tengo por qué creerte, ¡podador del demonio!
--¡De demonio nada! Soy tan brujo cómo tú, porque duermo y vivo de los olivos... ¡Pero eso sí, siempre bueno... ¡Cómo el aceite de oliva virgen! 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

SOBREVIVIRÉ

 Marchaba sediento campo a través. Fluían los recuerdos en su mente, sin orden. La perspectiva era aciaga con los rayos del sol de frente, abrasadores. Una voz imperiosa en su interior le ordenaba: 
 "Sigue, sigue, eres el superviviente..."  ¡"El brazo de hierro"!
  Con el fusil al hombro y la mirada en la distancia, no era momento, ni para llantos, ni para mirar atrás: ¡Sólo para sobrevivir! Con el alma rota por el espanto de haber visto la muerte de cara, tragando su aliento, sintiendo su hedor. Al sentirse vivo, fluían en su mente perdida los recuerdos de la batalla: ¡Sangre! ¡Lamentos!
 Los campos yermos, secos de lluvias, ¡se regaban con la sangre de sus compañeros muertos! El silencio y la soledad, el hambre, la sed, eran ahora los  que seguían sus pasos, inexorables. Si no lo habían hecho los tiros..., ¡éstos acabarían con él! 
No se rinde fácilmente el guerrero que a los siete años, ya se ganaba el pan. En su pueblo, agrícola, emplazado al borde de la vega del río, todos los vecinos tenían su parcela donde cultivar lo necesario para vivir. 
Las mulas y los carros paseaban por las calles a diario. No era necesario contratar empresas para la limpieza de los excrementos que éstos iban dejando, los niños del pueblo los recogían muy de mañana para abonar las tierras de cultivo. Siete años tenía él cuando había de recoger siete capazos de estiércol antes de desayunar.
No le afectó el trabajo desde su infancia, ni en el desarrollo físico ni en el carácter: ¡Era fuerte y alegre!
 A los dieciséis años ya dirigía su grupo de trabajo de maestro albañil... Por subir una piedra que entre unos cuántos no pudieron sobre una pared cuando contaba dieciséis años, se ganó el apelativo de "El brazo de hierro".
 Ahora, en una guerra cruel entre hermanos,trabajaba matando en las trincheras. No lo hacia por voluntad propia. Le obligaban a hacerlo. 
Ésta batalla había sido sangrienta: ¡Todos habían caído! ¡Manos, piernas, cuerpos destrozados por doquier!  ¡A todo el batallón había visto caer!  Todos... menos él. La sangre de sus compañeros salpicaba sus ropas y su alma.  Ahora le tocaba batallar solo, perdido en la lejanía, en los campos yermos...
 Lejos de la civilización, se abría ante él la incógnita: ¿Sería ésta también su última batalla? ¿Sobreviviría al hambre, al desafío de la soledad y el miedo?
Caminando al límite de su resistencia física, una palmera en la lejanía abrió una brecha a la esperanza. Pronto se divisaba una casa solariega. Llegó hasta ella temeroso, con el fusil dispuesto.
 Estaba desierta. En muchos kilómetros a la redonda  todas lo estaban, debido a la proximidad de los campos de batalla. Inspeccionó los alrededores. 
El hambre mordía sus entrañas.  La necesidad aviva el ingenio.  Hay variedad de plantas silvestres que son 
comestibles y son una verdura apreciada y agradable al paladar.  En aquella inmediaciones había variedad de éstas.
Él las conocía. Hizo recolección de ellas. Encontró una olla abandonada, casi oculta, junto  a un horno y un aljibe, lleno éste de agua a rebosar, de los que se hacen en el exterior de las casas de campo. Utilizó el agua del aljibe para lavar las plantas recogidas antes de  ponerlas a cocer, estaba tan cerca que se podía coger alargando el brazo.
  Su destino estaba jugando la partida, no era su momento de partir de este mundo: abandonado en un rincón de la casa, encontró un saco que contenía varios kilos de trigo. Dorado..., limpio..., pero difícil de consumir en su estado natural... 

Encendió el horno con unos leños y algunos matojos y lo puso a tostar.
Una vez tostado, ya lo podría comer más fácil de ingerir y de digerir. Comió de las verduras silvestres del trigo tostado y descansó. Ya recuperado,  puso el trigo en el saco dónde lo encontró; lo ató a su cintura, llenó su cantimplora con agua del aljibe y se dispuso para la partida.
 Con fuerzas recuperadas y provisiones, siguió su camino hasta encontrar los Puestos de Mando de su Tropa. No tenía sólo el brazo de hierro, el corazón y todo él, ¡"Era fuerte cómo el metal"!

MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...