domingo, 21 de noviembre de 2021

Pasión loca

  








 ¿Quién eres?

 Soy la vida, la luna y el sol.
También soy las estrellas, el azul del cielo...
Y la respuesta a la llamada del amor.
¡Qué linda respuesta!
¡Si, así soy yo!
¿Quién puede dejar de amarme?

Todos podrán dejar de amarme...
Pero mi madre, no.

María Encarna Rubio



















miércoles, 17 de noviembre de 2021

Los amigos de Luisito

 


 Luisito era un niño muy querido por sus papás. Le cuidaban y le daban muchos caprichos, pero también le educaban y querían que fuera un hombre de bien cuando fuese mayor.

—Hijito—le decían—tienes que descubrir tus talentos para desarrollarlos, eso te hará un hombre feliz cuando seas mayor.
—Pero, papá... ¿Cómo sabré los que son mis talentos? —decía Luisito.
Yo no entiendo qué son talentos ni sé buscarlos.
—Tus talentos—le aclaraba su padre—son todo lo que tú haces y te hace feliz y no te cuesta trabajo hacerlo.
—¡Bueno, eso lo sé! —decía Luisito con gran gusto y alegría.
—¡Qué bien! Dime pues, ¿Qué haces que no te cuesta trabajo y te hace feliz?
—¡Ay, papito! jugar con mis amigos no me cuesta nada de trabajo y me hace muy feliz.
—Eso ya es sabido, mi hijito. Hay otras cosas, como leer, escribir, ayudar en la cocina, o otras cosas de trabajar.
—Papito—decía el niño con seriedad—mis talentos solo son los de jugar con amigos.
—Seguro que tienes otros talentos. Los tienes que descubrir haciendo otras cosas que no sea jugar. Verás cuando los descubras que será igual que cuando estás jugando, no querrás hacer  otra cosa y también ahí encontrarás a muchos amigos que les gusta lo mismo que a ti seguirás jugando. Yo descubrí que tenía talento para pintar y soy pintor. Paso el día pintando y no quiero hacer otra cosa. Para mí es el más lindo de los juegos y tengo muchos amigos que son pintores como yo.
Esa noche, Luisito soñó que estaba jugando con sus amigos a fútbol y que para seguir siempre jugando sería futbolista de mayor.
—¡Papá, papá! ya sé qué es lo que me gusta, seré futbolista.
—No tengas prisa mi hijito, yo también quería ser futbolista, pero no metí nunca ni un gol. Para eso no tenía ningún talento. Tú juega y estudia, estudia y juega. Es seguro que todo lo sabrás a su debido tiempo.
Y colorin colorado, este cuento se ha acabado.😄 

María Encarna Rubio

 

lunes, 1 de noviembre de 2021

La bruja Rogelia y su gato Flas

  

 Rogelia era una bruja, pero una bruja buena. Siempre reía feliz y a todos quería, sobre todo a los niños y niñas pequeñitos.

Un día marchó de viaje sobre su escoba voladora. Llevó consigo a su querido gato Flas para que no quedara solo en casa.

Iba saludando a todos con su sonrisa incesante, no sabía que le esperaba una gran sorpresa: 

Al poco rato de haber salido se formó un fuerte huracán y una ráfaga de viento fuerte arrastró su escoba a toda velocidad hacía un lugar desconocido.

Rogelia casi no podía controlar su escoba. Subía y subía hacía lo alto y ya se encontraba más alta que las nubes y todos los picos más altos de las montañas. Su gato Flas tiritaba de frío.

Estaba asustada, pero al mismo tiempo se encontraba feliz, pues ella, estando con su gato no sabía estar de otra manera.

Aterrizó en un planeta muy extraño, tenía cuatro soles y muchas ranas voladoras. Allí no había pajaritos, ni mariposas, las ranas estaban por todas partes y no dejaban de croar.

La bruja Rogelia estaba muy sorprendida, pues las ranas al croar cantaban a coro muy lindas canciones.

Los niños reían y bailaban en la plaza del pueblo. La bruja Rogelia bajó de su escoba, la dejó en un rinconcito escondida, le dijo a Flas que cuidara de ella y se fue a bailar con los niños.

Daba saltos sin cesar y corría de acá para allá igual que si estuviera loca.

Al rato de estar bailando se le acercó un conejo que estaba tendido sobre un banco de la plaza y le habló con una claridad que dejó a la bruja Rogelia extrañadísima.

—¿Tú eres una bruja terrícola? —le preguntó —o vas disfrazada para Halloween.

La bruja Rogelia no sabía qué contestar. Miró al conejito y le dijo:

—¿Y tú, vas disfrazado de conejito para Halloween?

—¡No! Yo soy un conejo de verdad —le contestó mientras estornudaba con mucha fuerza, pues era alérgico a las brujas terrícolas.

—Pues yo también soy una bruja de verdad y no voy disfrazada. Y viendo que en aquel planeta todo era muy extraño, buscó su escoba y  a Flas para intentar volver a casa, pero no los encontró. Unos niños los habían cogido y estaban volando por todo el pueblo junto con un enjambre de ranas voladoras que los iban siguiendo.

Entonces, la bruja Rogelia se acordó de una canción mágica que le cantaba su abuelo mientras trillaba el trigo en la era, que decía:

                                      Vamos a cantar, 

canciones para las ranas.

Que no dejan de croar, 

por noches ni por mañanas.

Las siestas yo quiero echar,

y ellas me cantan las nanas.

Cómo la canción tenía mucha magia, al escucharla las ranas, arrebataron la escoba y a Flas a los niños y los llevaron a donde estaba la bruja Rogelia que se fue volando a su casa contenta de aquella aventura, pero nunca más salió a volar con tiempo huracanado. 

"Y colorín colorado, este cuento se ha acabado"

María Encarna Rubio






 

 


MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...