La secretaria perfecta, se viste, anda, se peina, habla, dialoga y guarda los secretos a la perfección. A todas estas cualidades hay que añadir que, su preparación ha de estar a la altura de la de su jefe, hasta incluso superarle en algunas facetas.
Gilberto la tenía. Él estaba preparado para llevar el negocio familiar y de hecho lo hacía con buenos resultados por cierto, pero era consciente de que sin su secretaria las cosas no marcharían igual.
Se llamaba Martina. Cuando él se presentaba en el despacho todo todo estaba preparado y cronometrado al segundo, su agenda inspeccionada y, allanaba los obstáculos con una habilidad excepcional.
Tenía ésta algunas extravagancias que él pasaba por alto, sabía que la perfección no existe y que la balanza a veces se equilibra con algunos inconvenientes que es mejor pasar de ellos.
Lo que extrañaba a Gilberto era el look de Martina. Llevaba ésta el cabello recogido a groso modo y una especie de guardapolvo cubría su figura de manera que parecía más que una secretaría, un mecánico de una estación de autobuses. Si a esto añadimos las gafas de concha sombreadas que cubrían casi medio rostro, el asombro de Gilberto se convertía en hilaridad. Él, nunca había visto sus ojos en directo.Intuía que debajo de aquel disfraz se ocultaba algo muy diferente de lo que se veía.
Un día recibió Gilberto la visita de Rosana su novia en su despacho . Ésta quedó perpleja, sabía de la eficiencia de Martina por los elogios que su novio hacía de ella. Más de una vez había sentido cierto recelo; el motivo de su visita era precisamente echarle un vistazo y calcular los peligros que se podrían originar con la presencia de la secretaria allí. Después de verla se fue tranquila y ya se había olvidado de su existencia cuando algo sucedió que se la hizo recordar.
El hermano de Gilberto contraía matrimonio y como era natural Martina fue invitada a la boda.
Ni que decir tiene que Martina no llevaba el guarda polvo, ni el pelo recogido a groso modo, ni tampoco sus gafas de concha sombreadas, lucía unos ojos verde esmeralda que parecían dos joyas deslumbrantes bajo el flequillo de su pelo negro azabache. Su figura espectacular se movía cimbreante sobre sus tacones de infarto.
La novia de Gilberto al verla supo quién era al instante, ¿intuición femenina?...
No. Rosana la conocía. Habían sido compañeras de instituto.
A Martina le costó disimular su turbación al comprobar que Rosana la había reconocido,sabía de sus instintos malévolos. Desde que entró a trabajar con Gilberto había estado temiendo este momento.
Rosana se le acercó y le dijo al oído: --Hola Martina, yo guardo tu secreto, y tú guardas tu puesto de trabajo"
Gilberto, con atenciones a grandes personalidades y con su novia al quite, pareció no enterarse del cambio; pero al día siguiente cuando entró en el despacho y vio a Martina con el disfraz le dijo:
--¿Martina, has revisado bien mi agenda?
--Sí, la he revisado.
--Y, ¿hay algún punto sin llevar a efecto?
--Sí, me falta uno que no me ha dado tiempo.
--No tienes que hacerlo todo de golpe. Puedes hacerlo por etapas,
para que nos vayamos acostumbrando todos poco a poco.
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