sábado, 22 de enero de 2022

Por fin nublado





 Hoy es un día en que el sol descansa.

 Escondido entre las nubes su conducta amansa.

 Siempre incandescente, sus rayos lanza.

 No le importa si es julio o enero,

 sobresale con furia lo mismo en enero que en febrero.

 Por fin se toma un respiro y pone un tupido velo,

 para que surja el invierno y el espíritu se amanse,

  para que el alma se sosiegue, se recoja, y al fin descanse.


María Encarna Rubio

sábado, 15 de enero de 2022

Triste canción

  



Ferdinando era un burrito,
caminaba por el monte
paraba cada ratito
a mirar el horizonte.

Se acordaba del camino,
tenía buena memoria
lo pasaba cada día
para engancharse a la noria.

Trabajaba sin descanso
para ganarse la paja.
Para comerla en el suelo
la cabeza sube y baja.

Iba caminando lento
le faltaba la ilusión
se quejaba con frecuencia
de su mala profesión.

Una mañana temprano
cuando su camino andaba
un ruiseñor primoroso
sus canciones le cantaba.

Canta, burro caminante.
Canta, girando la noria.
Hubo un burro muy famoso
famoso con mucha historia.

    Muy contento recorría 
los caminos de La Mancha,
portando sobre su lomo
a su amo, Sancho Panza.

Era amigo de un caballo,
 caminaba siempre al trote;
su amo era famoso:
el hidalgo Don Quijote.

Soy un burro de verdad,
le decía Ferdinando,
y si me pongo a cantar
será que estoy rebuznando.

No me vengas con historias
que me abruman y me aturdo.
Yo tengo que rebuznar
porque he nacido burro.

Eres un burro muy lindo
te lo digo de verdad, 
has prestado gran servicio 
a toda la humanidad.

Calla ya, pájaro loco,
déjame comer mi paja;
tú canta y revolotea,
no estorbes a quién trabaja.

María Encarna Rubio











sábado, 1 de enero de 2022

La reina de las nieves

 

  



Lucila vivía en una cabaña, al final del camino.
 
Acostumbraba dar paseos por el monte en busca de setas y frutos silvestres. 
Una mañana caminaba por un sendero solitario. Siempre que salía llevaba su dulzaina consigo, le gustaba tocar sentada a la sombra de los árboles del bosque. Tomó su instrumento y se dispuso a hacer sonar su melodía favorita.
Y fue entonces que, una luz cegadora le dio en los ojos. Entre los destellos se dibujaba una figura de mujer deslumbrante que la miraba y le sonreía. Era bellísima. Estaba sentada al borde del camino bajo uno pinos frondosos.
  
Luego, apareció un unicornio y se llevó a la dama a lo más intrincado del bosque.
Al instante se produjo una gran nevada.


Un eco bajaba de lo alto de los montes:
¡Soy la reina de las nieves!
Huye, Lucila, cila, cila, cila.
 Regresa a tu cabaña, aña, aña, aña.
No mires hacía atrás.
 Recuerdo que alguien lo hizo 
y quedó convertida en sal. 
La sal derrite la nieve,
 y en vez de nevar llueve.
 Lucila no salía de su asombro. Corrió lo más de prisa que pudo.
Cuando llegó a su cabaña cerró puertas y ventanas. Nunca había visto una nevada semejante.
Se le ocurrió tocar la dulzaina para llamar la atención de la reina de las nieves, pero ya no apareció, estaba festejando la llegada del año nuevo dos mil veintidós.

María Encarna Rubio


MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...