domingo, 21 de febrero de 2021

Vestía de blanco


 —¡Dalam, dalam!, ¡Dalam, dalam!

—¿Qué sucede?, ¿Por qué suenan las campanas a estas horas de la madrugada?

Esta es la pregunta que se hacían los vecinos del  pueblo perdido entre un mar de limoneros.

La madrugada era fría y una espesa niebla todo lo invadía; a pesar de ello, un aroma intenso de azahar saturó el olfato de los vecinos que vivían próximos a la iglesia del pueblo. 

Habían abandonado su descanso para salir a averiguar por qué tañían las campanas a horas tan intempestivas.

Atemorizados, se acercaron al antiguo portón del templo: permanecía entreabierto... 

El tumulto penetró en la iglesia. La niebla los seguía. Pronto las imágenes en sus hornacinas quedaron veladas por un halo de misterio.

El Cirio Pascual que permanecía encendido junto al Sagrario, hacía su llamita tintineante casi invisible.  

Al instante, en el coro de la iglesia, el antiguo órgano dio comienzo a ejecutar la

´Marcha Nupcial F. Mendelssohn´

Quedaron todos petrificados. Hacía años que había quedado mudo con sus ancianos tubos enmohecidos.

¡Y eso no era todo: estaba funcionando solo, nadie había sentado en el banquillo!

Y fue entonces, cuando apareció su imagen frente al altar mayor, velada por la niebla... Iba vestida de blanco.

Fue bajando los escalones con pausa. Se situó frente al pasillo central que forman los bancos que ocupan el recinto de la nave central de la iglesia.

El silencio se hacía palpable. Nadie era capaz de pronunciar palabra:

´La novia de la niebla´ era un vestido flotante, sin manos y sin rostro.

 Entre paso y paso, transcurría un minuto. 

Al llegar al final del pasillo anduvo más a prisa. Llegó hasta la salida y atravesando el anciano portón, salió a la plaza al tiempo que el tañer de las campanas modificó el significado de su mensaje:

¡Dinn... Donn!, ¡Dinn... Donn!

«¡Duelo!»

La novia sin rostro anduvo ligera. Fue por las calles oscuras veladas de Boria. Llevaba tras de sí a la comitiva de curiosos que la seguían en silencio.

De pronto se detuvo. Volviéndose, quedó frente a frente a sus acompañantes: 

—¿Recuerdan cuando a estas horas se levantaban para rezar el Rosario de la Aurora?

Su voz sonaba como de ultratumba. Siguió recorriendo plazas y calles. 

Llegó silenciosa hasta una casa apartada, con verja y jardín.

Su vestido blanco se fue llenando de rosas carmesí.

—¡Mi amado!, ¡Su nombre debió ser Ilustre!

Pero nunca será ilustre. Ni acudirá a mi boda.

Soy la novia de un Ilustre que esta noche en esta casa ha sido abortado. 


María Encarna Rubio





416 palabras












sábado, 13 de febrero de 2021

Perolo vuelve cambiado

Hello Rufina. My photo with fog. I love you.

             

  —¡Rufina, soy yo, Perolo!  — Como no sabes inglés, traduzco la frase de arriba: 

"Hola Rufina. Mi foto con niebla. Te quiero".

Ya ves que llevo puesta la falda escocesa. En inglés se llama Skirt.

Ya hemos regresado de nuestro viaje. He visitado lo más importante de Londres. Me ha impresionado el puente sobre el río Támesis,  y la torre del reloj Big Ben en la Abadía de Westminster. Es impresionante, Rufina. 
Te puedo asegurar que he llegado hasta dónde nadie lo ha hecho antes... Los obreros si habrán llegado, pero la demás gente no, Rufina, estoy seguro. 
Paseé por las repisas de los bellísimos vitrales que hay en la cúpula mayor. 


Creo que Dios se recrea todos los días en tan valiosa obra de arte.
 Lo vi todo muy bien, Rufina. Me descuidé, y me quedé encerrado dentro del templo. 
No pude salir hasta el  día siguiente.
Si hubiese durado un poco más nuestro viaje, yo vuelvo sabiendo hablar inglés. No es tan difícil como dicen, Rufina. Solo es cosa de aprenderlo.

Deseo que pronto volváis a la casa de la ciudad.


Espero que tu anciana escritora de cuentos no haga muchas locuras en el campo. Debe volver pronto. El campo es para gente joven. La gente mayor está mejor al calor de los amigos. 

Los psicólogos recomiendan mucha animación y mucha actividad social para mantener una buena percepción cognitiva en los abuelos.
 No sé qué quiere decir percepción cognitiva, pero lo acabo de oír y en cuanto termine de escribirte, iré al Diccionario de la Lengua Española y lo miraré.
Adiós Rufina...
I love you

María Encarna Rubio




jueves, 11 de febrero de 2021

Las brasas de la barbacoa


   —¡Rufina!, ¡Dónde estás! —gritaba la anciana Consuelo con todas las fuerzas de sus pobres cuerdas vocales y sus gastados pulmones —.

¡Ven pronto!

 ¡Vamos a celebrar una fiesta!


— ¿Una fiesta? —Pensó Rufina al escuchar a su ama— iré a ver que se le ha ocurrido.


Cuando Rufina bajó del jacarandá y se presentó ante la anciana, esta estaba haciendo brasas en la barbacoa con una gran fogata encendida. 

Había una bandeja con carne fresca encima de la mesa del cenador... y con algo más que dejó perpleja a Rufina... ¡Sardinas! 

Rufina nunca antes había visto aquellos peces que parecían montones de escamas de plata.

—¿Qué pretenderá hacer con eso?—pensó con recelo—. Acto seguido, y atraída por un raro olor que desprendían aquellos peces extraños, se acercó despacito a husmear en el pescado.

—¡Son sardinas, Rufina!, ¡Las he comprado para ti!, hoy es San Valentín, patrón de los enamorados, y como tú y yo no tenemos a ningún enamorado...

¡Pues vamos a celebrar que estamos vivas!

Rufina solo sabía una cosa: no pensaba comer sardinas.

Ella ya no era una gata de campo. Solo comería... 

"Carne enlatada para gatos"

Entre idas y venidas de la anciana, los leños prendidos en el hogarcito de la barbacoa, se habían convertido en brasas incandescentes.

¡Todo un lujo de belleza que atraía a Rufina de modo poderoso!

Comenzó el ritual de la preparación de los alimentos para asar en la parrilla.

Cuando los efluvios que desprendía la sardina invadieron todo el jardín, Rufina sintió tal deseo de probarlas, que saltó sobre la parrilla que se hallaba aún en las brasas.

Por suerte, la anciana Consuelo estaba cerca. La agarró de la cola y de un fuerte tirón la salvó de quedar asada como una sardina.

Rufina creía que lo mejor del mundo era la carne enlatada para gatos, pero ese día de San Valentín aprendió que las sardinas asadas a la parrilla también le gustaban mucho.

Estaba ella saboreando su banquete, cuando de improviso, vio que la anciana escritora de cuentos descorchaba una botella de champan.

—¡Ah, eso sí que no lo haré!, ¡no beberé otra cosa que no sea agua!—mascullaba Rufina sin sacar el hocico del plato.

Cuando la copa de champan estuvo llena, la anciana Consuelo, para gran sorpresa de Rufina, se dirigió hacía el pino al que le había dado el nombre de su difunto marido, lanzó la copa con fuerza contra su tronco. Se rompió en pedacitos. Al tiempo que el champan se deslizaba tronco abajo,  besaba y besaba a su árbol favorito con besos sonoros. 

Después buscó su guitarra y cantó una canción dedicada a su amado y difunto marido:

¡Amado mío!

Te quiero tanto...

No sabes cuánto...

Ni lo sabrás...

Entre tanto Rufina, con la ingesta de sardinas que llevaba dentro, subió sobre el jacarandá a dormir una siestecita.




María Encarna Rubio


  


Las brasas de la barbacoa






   —¡Rufina!, ¡Dónde estás! —gritaba la anciana Consuelo con todas las fuerzas de sus pobres cuerdas vocales y sus gastados pulmones —.

¡Ven pronto!

 ¡Vamos a celebrar una fiesta!


— ¿Una fiesta? —Pensó Rufina al escuchar a su ama— iré a ver que se le ha ocurrido.


Cuando Rufina bajó del jacarandá y se presentó ante la anciana, esta estaba haciendo brasas en la barbacoa con una gran fogata encendida. 

Había una bandeja con carne fresca encima de la mesa del cenador... y con algo más que dejó perpleja a Rufina... ¡Sardinas! 

Rufina nunca antes había visto aquellos peces que parecían montones de escamas de plata.

—¿Qué pretenderá hacer con eso?—pensó con recelo—. Acto seguido, y atraída por un raro olor que desprendían aquellos peces extraños, se acercó despacito a husmear en el pescado.

—¡Son sardinas, Rufina!, ¡Las he comprado para ti!, hoy es San Valentín, patrón de los enamorados, y como tú y yo no tenemos a ningún enamorado...

¡Pues vamos a celebrar que estamos vivas!

Rufina solo sabía una cosa: no pensaba comer sardinas.

Ella ya no era una gata de campo. Solo comería... 

"Carne enlatada para gatos"

Entre idas y venidas de la anciana, los leños prendidos en el hogarcito de la barbacoa, se habían convertido en brasas incandescentes.

¡Todo un lujo de belleza que atraía a Rufina de modo poderoso!

Comenzó el ritual de la preparación de los alimentos para asar en la parrilla.

Cuando los efluvios que desprendía la sardina invadieron todo el jardín, Rufina sintió tal deseo de probarlas, que saltó sobre la parrilla que se hallaba aún en las brasas.

Por suerte, la anciana Consuelo estaba cerca. La agarró de la cola y de un fuerte tirón la salvó de quedar asada como una sardina.

Rufina creía que lo mejor del mundo era la carne enlatada para gatos, pero ese día de San Valentín aprendió que las sardinas asadas a la parrilla también le gustaban mucho.

Estaba ella saboreando su banquete, cuando de improviso, vio que la anciana escritora de cuentos descorchaba una botella de champan.

—¡Ah, eso sí que no lo haré!, ¡no beberé otra cosa que no sea agua!—mascullaba Rufina sin sacar el hocico del plato.

Cuando la copa de champan estuvo llena, la anciana Consuelo, para gran sorpresa de Rufina, se dirigió hacía el pino al que le había dado el nombre de su difunto marido, lanzó la copa con fuerza contra su tronco. Se rompió en pedacitos. Al tiempo que el champan se deslizaba tronco abajo,  besaba y besaba a su árbol favorito con besos sonoros. 

Después buscó su guitarra y cantó una canción dedicada a su amado y difunto marido:

¡Amado mío!

Te quiero tanto...

No sabes cuánto...

Ni lo sabrás...

Entre tanto Rufina, con la ingesta de sardinas que llevaba dentro, subió sobre el jacarandá a dormir una siestecita.




María Encarna Rubio



  












  


martes, 9 de febrero de 2021

Unos lindos regalos




 Querida gata preciosa Rufina: con mucho amor he recibido tu mensaje.
Tengo que recriminarte que no puedes ir lanzando a los cuatro vientos que el mundo es inmundo. ¡No señor!, ¡No lo es!
Desde que salí de la biblioteca del colegio he visto y vivido cosas geniales y maravillosas.
 Te recomiendo que rectifiques.
¡Vivir es maravilloso!, el mundo está lleno de buena gente, y el que hoy es malo, mañana puede ser bueno y capaz de las acciones más encomiables.
Te muestro los regalos que tengo preparados para llevarte.
Besos grandotes de tu ratoncito Perolo.

María Encarna Rubio



 

Rufina previene a Perolo

 
¡Mi tierno Perolo!, ¡Mi amigo salvador del mar de la soledad!
¿Cómo te va en tu viaje?
Ten cuidado. La vida fuera de la biblioteca del colegio es un mar de inmundicia.
Si no sabes nadar bien entre sus aguas turbulentas la inmundicia te puede ahogar.
Te quiero.
 Rufina.

María Encarna Rubio

 

lunes, 8 de febrero de 2021

Visitas que no se anuncian

 











 —¡Aleluya!, ¡Aleluya!—gritaba la anciana Consuelo en el colmo de la euforia: había encontrado la guitarra de su marido.  Estaba en un viejo armario que se mantenía cerrado desde que falleciera de improviso. Era su armario secreto. No le permitía a nadie abrirlo para ver lo que guardaba.


 Fue grande su sorpresa. La anciana escritora de cuentos no sabía que su marido sabía tocar la guitarra. Nunca la tocó ante ella.

—¡Mi Emegildo no me dijo todas sus verdades! — pensaba la anciana, mohína y un poco perturbada.

También contenía el armario entre sus cosas, una gabardina con las mangas cruzadas en forma de abrazo.

Se consolaba pensando en la gabardina con las mangas cruzadas, pensaba que era un abrazo que su marido le dedicaba.

 —¡Rufina, ven, nos vamos de visita! —gritó la anciana a todo pulmón.
—¿A dónde me llevará! —pensó Rufina— igual me lleva a casa de los vecinos. ¿Estará el guaperas del gato fornido? 
Rufina quedó confusa al ver que la anciana Consuelo portaba la guitarra metida en su funda.

 Al llegar a la casa de la finca colindante, la confusión de Rufina subió de tono.
¡La anciana escritora de cuentos pretendía aprender a tocar la guitarra!
¡Cuando se lo diga a Perolo no lo podrá creer!
Pensaba Rufina

El dueño del gato guaperas sabía tocar la guitarra muy bien.

Y fue entonces, cuando escuchó la gata Rufina la canción que tanto le gustaba al ratoncito Perolo cuando sentía nostalgia.
La tocaban las manos habilidosas y voz potente del vecino de la finca colindante. 
La cantó para que la escuchase la anciana escritora de cuentos, que al oírla, dejó escapar por sus ojuelos bonitos, pero arrugados, una lágrimita chiquita que solo Rufina pudo ver.

Cuando regresaron a casa la anciana rasgueaba sin parar las cuerdas del instrumento tantos años callado. 
Intentaba seguir las instrucciones recibidas del vecino de la finca colindante.
—¡Práctica, práctica y práctica! —le recomendaba su maestro a la anciana.
Pasaba los días apostada a la sombra de su pino favorito con la guitarra apoyada sobre su pierna cruzada.
No le cabía duda a Rufina de que acabaría aprendiendo, tal era la constancia que la anciana Consuelo ponía en conseguir lo que quería. 
Sus dedos hábiles, acostumbrados al teclado del ordenador, se deslizaban por las cuerdas de la guitarra con soltura.
Hasta que un día que Rufina dormitaba en lo alto del jacarandá,
casi cae al suelo de la sorpresa...
La voz un poco quebrada de la anciana Consuelo cantaba la canción favorita de Perolo, acompañándose con la guitarra de su amado Emegildo... 
Y es que a ella, además de escribir cuentos, también le hubiese gustado ser cantante... Y pintora... Y actriz...
Y arquitecta... Y arqueóloga... 
Pero lo que más le hubiese gustado de todo... 
Es un secreto, no se puede decir.




María Encarna Rubio
 












  







  

sábado, 6 de febrero de 2021

Mensajito de texto para Perolo



 


 
¡Ratoncito Perolo! 
Mi pequeñito bebé. Soy feliz si tú lo eres. Te quiero.
Tu cartita me hizo dichosa. Es bonito recibir noticias de un amado compañero.
El saltamontes Nicasio fue muy amable al apresurarse a traer tu misiva.
No sientas celos del gatazo que me ronda. Soy adulta y tengo que hacer frente a todos los avatares de mi vida.
Sé feliz en ese lugar extraño al que te enfrentas sin saber expresarte en el idioma nativo de ahí.
Si te ves sobrepasado a tus posibilidades, no salgas de la mochila, vuelve sano y salvo.
No te relaciones con ratoncitas de ese lugar. No debes dejar semillitas esparcidas por donde vas.
    Besitos de cariño.
Tu gatita que te adora.
Rufina.

María Encarna Rubio

jueves, 4 de febrero de 2021

Perolo es viajero al extranjero

Perolo viaja al extranjero



 Apreciada amiga Rufina: ante todo un cariñoso saludo.

 Cuando esta carta llegue a tus manos ya estaré lejos. Voy camino de Londres. Viajo acomodado en la mochila de nuestra amiga Estrella. Vamos en viaje de estudios. 

Como no hablo inglés, no sé si me entenderé con los colegas ratones de allí. Espero encontrar algún ratón que sepa Castellano. 

 Tengo gran ilusión con la experiencia que voy a vivir. 

 Me apena mucho que no nos acompañes. Estás atrapada con tu escritora de cuentos. 

Es necesario que salgas de su control y te dediques a promocionarte y a cultivarte un poco. 

Vas a ser la gata más burda del mundo, Rufina, si sigues como vas. 

Ni un libro llevas en tu cesta. Ahora te da por el campo... Cómo estás liada con ese gato vivales que se las sabe todas... Cualquier día te hará la madre soltera de sus gatunos.

En las noches te echo de menos. A veces, lloro. Y me da por escuchar, Cucurrucucú paloma. Veo en mi imaginación la Casita sola con sus puertitas de par en par... 


Besos, Rufina. Te veré cuando regrese.

 Seré ratón feliz cuando al volver te bese.

Escucha por favor el son de mi melodía,

que me la inspira tu mirar, tu caminar...

Y tu regazo tibio que me acoge y da vida.

No te olvidaré, mi amada gata Rufina.

Seré tu ratoncito amado por ti cada día.


María Encarna Rubio







 

 





MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...