viernes, 29 de enero de 2021

Una visita inesperada

 



 Una noche quiso Rufina hacerla especial, había practicado subir al crucero de un enorme jacarandá y lo hacía con mucha habilidad, y tomó la decisión de dormir entre sus ramas.
Sobre todo, quería presumir ante la perrita Cuchi, ella nunca podría subir aunque quisiera.

Dio un gran salto, y trepó por el tronco hasta acomodarse.
Estaba un buen rato observando las idas y venidas de Cuchi, que esa noche andaba inquieta.
Por lo visto oía ruidos extraños, se tomaba muy en serio el ser guardiana de la casa.

Llegó un momento en que sus ladridos eran tan persistentes que la anciana Consuelo encendió la iluminación del jardín y salió a mirar qué pasaba.
Rufina no se movió de su lugar. Vio que algo se movía en un ramal más arriba, en el mismo árbol en el que ella se encontraba.

Era un enorme gato. Rufina se le quedó mirando atentamente. 
—¡Es un gato!—pensó Rufina — ¡Un gato hermoso!
—¿Quién eres, y qué haces ahí arriba? —le preguntó con sorpresa mal disimulada.
—Soy tu vecino —le contestó con mucho aplomo y con una voz cultivada —he venido a conocerte. Vivo en esa casa que se ve en la finca colindante. Hace días que sé que has venido. Tenía curiosidad por saber cómo eres. 
—Y qué, ¿ya me has visto? —le contestó Rufina queriendo encubrir con brusquedad su turbación.
—Sí, te he visto, y eres una gatita preciosa —le dijo el gatazo queriendo lisonjearla.

—Rufina, sin meditar su decisión, dio un gran salto y se posó en el suelo. Corrió a refugiarse en la cesta de mimbre. Le daba miedo aquel gato tan meloso.

Al llegar junto a los dos pinos que se hallaban junto a la fuente, encontró a la anciana Consuelo abrazada al tronco del pino más alto y más grueso, le hablaba:
—No me meteré en camisa de once varas—le decía.
Rufina pensó que, esa noche era verdaderamente especial. 

Estaban pasando cosas muy extrañas.
Cuando fue a la cesta de mimbre, sí que fue sorpresa la suya: Perolo la estaba esperando.

—¡No lo puedo creer, Perolo! —Cómo has llegado hasta aquí.
—Yo tengo mis contactos, Rufina —le contestó con gesto grave. ¿Te acuerdas de saltamontes Nicasio, el que nos visitaba en la casita abandonada del bosque? Mandó a su primo Cele, que vive en un tiesto del balcón de la anciana Consuelo, con indicaciones.

— Y bien, cómo te va, Rufina —le dijo Perolo muy cariñoso.
—Bien. Esta noche he recibido la visita de un vecino. Es tremendamente grande y felino. Ten cuidado, si te ve, no escaparás de sus garras. También tenemos a la perrita Cuchi. Esa no es de fiar para nada, mata a ratas tan grandes como ella, como si fueran escarabajos.

—¡Pues sí que te has venido a buen sitio! —dijo Perolo con mucho énfasis.
—No me he venido, Perolo, me han traído—dijo Rufina, y se tumbó en el fondo de la cesta de mimbre a esperar el nuevo día. 

María Encarna Rubio

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...