sábado, 16 de enero de 2021

Perolo se enamora

 




El ratoncito Perolo había encontrado el amor de su vida.
Fue una mañana de primavera de sol radiante.
—¡Cielos, es bella! —pensó al ver a una ratoncita de piel rosada.
Estaba ella haciendo prácticas de roeduras en un ejemplar de "Alicia en el país de las maravillas"
Tenía su roer un ritmo suave y acompasado.  

Perolo se le acercó con cierta timidez...
—¿Sabes lo que estás haciendo? —le preguntó.
Ella dejó su tarea y se le quedó mirando...
—¡Cielos, qué ratoncito tan bello!—pensó —y su sonrisa fue amplía y luminosa.

—En ese libro que estás royendo suceden cosas maravillosas —le dijo Perolo a la ratoncita — yo antes de roerlo lo leería.
La ratoncita, sin inmutarse un momento, contestó muy ufana: 
—Eso ya lo sabía. Lo leí, y me gustó tanto que he decidido comérmelo.

Perolo por un momento dejó de admirar a la ratoncita con embeleso...¡Qué lerda! —pensó—.Si lo estropea no podrá leerlo nadie después. 
Pero solo fue un momento. Era tan linda la ratoncita que Perolo olvidó pronto su fugaz razonamiento.

La cortejó y le propuso marchar juntos a vivir una maravillosa aventura igual que Alicia en el país de las maravillas. Él conocía un bosque que quizá estaba encantado por lo lindo que era.

La ratoncita estaba toda ilusionada. Perolo era un ratón de mucho mundo —pensaba ella—. Le veía como a un gigante bello y hermoso. Y se pusieron en marcha.
Salieron sigilosos. Recorrieron un largo camino lleno de peligros y dificultades, pero ellos iban tan contentos, tan felices, que apenas se percataban de ello.
Por fin llegaron al bosque. La ratoncita estaba extasiada: era su primera salida de la biblioteca. El bosque era hermoso, cuajado de helechos y frondosidad.
Allá al fondo se divisaba la casita abandonada del bosque. 
—Mira, ¿a que no has visto en tu vida nada más bonito? —decía Perolo en una explosión de euforia—en esa casita, tú y yo, vamos a ser los ratones más felices del mundo.

Llegaron a la casita de abandono muy añoso, con chimenea de cenizas frías. Los cuervos la habían habitado y permanecía con sus negras plumas esparcidas por doquier.
La ratoncita sufrió un desmayo. Cayó sobre el viejo cojín que un día fuese el refugió de la gata Rufina... Olía a gato...
La ratoncita se incorporó y salió corriendo. Perolo la fue siguiendo hasta la misma biblioteca. La ratoncita se ocultó detrás de un ejemplar de «La bella durmiente» y Perolo se metió detrás del libro del El caballero de la triste figura...
 «A superar su fracaso». 

María Encarna Rubio



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