El gusanito Picolo buscaba donde guarecerse. Sentía que algo misterioso le perseguía.
Desde la noche anterior corría sin cesar por el campo desierto. Tenía miedo de las brujas y de los caracoles.
Vio a lo lejos una casita que echaba humo por la chimenea, pero también le daba miedo el hombre gruñón que vivía allí. Él bien le conocía. Un día quiso fumigarlo con insecticida para que muriera.
Pobre Picolo. No tenía padre ni madre, ni hermanos ni hermanas. Estaba solo. Se decía a sí mismo para darse ánimos: corre Picolo no pares. Tienes que llegar al remanso del río. Allí hay muchos gusanitos escondidos en los matorrales de la orilla. Serán tus amigos y juntos pasaréis muy buenos ratos jugando y olvidarás las pesadillas que por la noche te persiguen.
Así fue como Picolo se hizo su casita junto al río y vivió con muchos amigos que le querían y le daban cariño y amistad.
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