Bibi era una mariposa que había nacido muy precavida. estaba obsesionada por evitar cosas que podían ser posibles. Se disfrazaba de cojín volador y salía al monte a buscar pareja. Los mariposones no la reconocían, pasaban de largo sin mirarla.
Bibi, se valía de esa artimaña esperando confundir a todos; pero estaba segura de que no encontraría pareja con aquella facha.
Elegía cojines con colores y dibujos atractivos, ya que una mariposa se ha de presentar con mucha vistosidad en su look, pero nada se parecían a los decorados de sus bellas alas.
Sus temores no eran fundados.
Una mantis religiosa, la tenía localizada. Le parecía buen menú para el desayuno.
También a la señora grillo, le parecía cosa rica para abastecer su despensa. Las dos esperaban muy atentas que se posara en el seto muy florido de la casa donde vivía el gato Relamidón. A él, también le gustaba cazar mariposas. Se hacía el dormido en la terracita, tumbado al sol, pero siempre tenía un ojo abierto.
Las vacaciones de la familia Aldaes, transcurría casi siempre en su casita de campo.
Los niños eran cuatro: Gelda, Lilia, Perucho y Toribio.
A Gelda, que era la mayor, le fastidiaba que el gato Relamidón se divirtiera con las mariposas; en cambio Lilia, pasaba horas atizándoles con un colador con rabo.
Perucho y Toribio, eran de pescar en el río. Las mariposas no les atraían nada... Ni fu, ni fa. Preparaban su zurrón con cebo y algo para comer, y pasaban la mañana lanzando el anzuelo con arte y maña en la corriente del manso río. Casi nunca pescaban nada, pero ellos no perdían la esperanza. Sabían que lo importante en la pesca de río no son los peces que atrapas: es un buen método para ejercitar la paciencia.
La mariposa Bibi, junto a ellos se sentía muy segura.
Otra cosa era cuando venía de visita su primo Hernio: pasaba todo el día corriendo tras las mariposas con el colador con rabo de su prima Lilia.
Por fin Bibi, después de mucho reflexionar, llegó a la conclusión de que, si quería encontrar el amor, tendría que arriesgarse y perder el miedo; ser valiente. No se consigue nada viviendo asustado evitando cosas que quizá nunca sucedan.
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