Poco a poco, se fue despojando de la camisa que la cubría. Al igual que la serpiente se va deshaciendo de la piel, dura e insensible que la ha permitido arrastrarse por peñas zarzas y espinos. Así, de esa manera impremeditada e instintiva, iba dejando a retazos el duro vestido invisible que le impidiese sacar los sentimientos y expresar la dulce sensibilidad de su alma maltratada. El falso aspecto de dureza que se formara sobre su carácter aparentemente agrio y desdeñoso, propio de aquellas personas que jamás recibieron un tierno beso.
Todo sucedió una mañana. Estaba ella sola, inmersa en sus sentimientos de vacío y soledad. Contemplaba el trasiego de la sociedad: --¡No me gusta nada! Siento que, todos andamos perdidos.
De pronto, una voz interior le dijo:
--"¡Todo lo que es, es, porque así es!" ¡Cambia tu vestido! Porque nada puede ser lo que no es.
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