viernes, 25 de diciembre de 2020

Humo en la chimenea

  

 El ratoncito Perolo no salía de su asombro, por la chimenea de la casa abandonada del bosque salía humo. Él había salido temprano a buscar a Edelmina, una ratoncita peluda que había conocido el día anterior. 
No le cabía la menor duda de que algo extraño estaba sucediendo, su amiga, la gatita Rufina, era incapaz de encender fuego.

Salió corriendo a toda prisa, se hallaba en mitad del bosque y temía que a Rufina le hubiese pasado algún percance.

     Llegó a la casa y se acercó con cautela. Entró por un pasadizo que él mismo había horadado con sus dientes potentes de ratón. Quedó muy sorprendido al ver a su amiga Estrella, la niña que cada día les traía comida. 

Estaba en compañía de otra niña, a la que ella le llamaba Adela. No era tan bonita como Estrella, pero tampoco estaba mal. Estaban jugando a las mamás y tenían a la gata Rufina tapada con bonito chal y recostada en una cesta de mimbres. 

      —¡Qué lindo es tu bebé!, ¡deja que lo tome en mis brazos un ratito! —le decía Adela a Estrella—.

—No, por favor. Si se constipa es muy peligroso. Antes de la pandemia del virus COVI 19 se protegía a los enfermos llevándolos al médico; ahora se protegen no llevándoles allí —dijo Estrella muy exaltada.

—Es verdad. Mi tía abuela que antes siempre estaba en la consulta de la Seguridad Social, ahora no va. Lo hace todo por el móvil.

  Perolo no daba crédito a lo que estaba viendo. Rufina estaba tan feliz en la cestita de mimbres, que hasta se le había puesto cara de tonta. ¡Qué gata tan mema! —pensó. Y algo celoso se fue por donde había venido. 

Estaba furioso. La envidia lo corroía. A él —pensaba —lo más que podrían hacerle, era llevarle a un laboratorio para inyectarle toda clase de inmundas enfermedades para hacer investigación sobre ellas.

 A esa gata tonta la miman como si fuese una criatura amada por todos. Al fin y al cabo, solo era una gatucha abandonada en el bosque en un día de lluvia.

Rufina que por el rabillo del ojo había visto aparecer a Perolo por el agujero de su ratonera, saltó de la cesta y salió corriendo tras él. 

Rufina anduvo largo trecho sin descansar, hasta que cayó en la cuenta de que se había perdido. 

Quiso volver sobre sus pasos, pero sintió un miedo profundo y trepando por el tronco de un viejo roble subió hasta lo más alto que pudo.

Pobre Rufina, quería bajar y no podía. Le era imposible. Recordó lo que un día le dijo su amiga Plega: «Es más fácil subir que bajar». No comprendía como había podido olvidarlo.

Cuando el pánico iba ha hacer presa en ella apareció Perolo, desde abajo la estaba mirando. 

—Lánzate sin miedo —le dijo con sorna Perolo —. Los gatos sois muy flexibles, y con vuestras patitas almohadilladas nunca os hacéis daño. Hay un dicho muy popular que dice: «Siete vidas tiene un gato» y se tronchaba de risa. Y como a todo le hacía poemas soltó con regocijo el que sigue:

 Rufina, salta con tiento.

Que te has subido muy alta

Mucho valor te hace falta.

Y no fallar en el intento.

Por qué siendo tú tan miedosa,

Tras de mí sales corriendo

Y no has seguido durmiendo

Haciendo de gata sosa.


A Rufina le dio tanta rabia, que por primera vez en su vida, le respondió a Perolo en verso diciendo:

¡Eso quisieras, Perolo!

Que corriera tras de ti.

He salido ha hacer deporte

Y por eso estoy aquí.




María Encarna Rubio.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...