Perolo estaba feliz, su amiga la gatita Rufina, por fin, había salido de la casita abandonada del bosque.
En su mirada ya no había enojo. Estaba ilusionada.
Cuando Perolo le dijo que había estado en casa de Estrella, la niña que cada día venía a traerles comida, se puso muy contenta.
Escuchó con atención lo que Perolo decía acerca del cuento que la abuela Vitalmina le contó a Estrella.
Rufina estaba decidida a llegar hasta la casa donde vivía Estrella y hacerle una visita.
Perolo prometió acompañarla, él también quería volver a la casa de Estrella. Le hacía ilusión escuchar a la abuela contar otro cuento tan bonito.
Se pusieron los dos en marcha. Caminaron largo rato.
Rufina tenía sed, Perolo la condujo hasta un riachuelo que discurría no lejos de allí y vieron venir un jinete a lomos de su caballo bayo.
Trataron de esconderse entre un matorral. Al intentarlo resbalaron y cayeron por un declive.
Rufina estaba asustada. Se arrepentía de haber salido de la casita abandonada del bosque.
—Esto no es nada —le decía Perolo. Yo me metí el otro día en la casa de una bruja que quería comerme y por eso no voy a dejar de salir. Vamos, Rufina. Ya estamos cerca de la casa de Estrella. No tengas miedo, yo cuidaré de ti.
Entonces se dio cuenta Rufina de lo maravilloso que es tener buenos amigos.
María Encarna Rubio
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