jueves, 28 de junio de 2018

MI VIDA EN MANOS DE CUALQUIERA

—¡Ya, sé! —Es para que no sufra. Cierto que apenas puedo caminar y que sufro muchos achaques, pero disfruto con los recuerdos de mi larga vida..., de mi infancia. 
Hay momentos que una gran paz me inunda y una voz en mi interior me habla..., me dice: «Todo va a ir bien» y casi siempre, después de escucharla, un sopor nubla mi mente y quedo plácidamente dormida.

 Mis sueños se remontan a veces a mis años mozos. Revivo aquellos momentos en que mi marido, el gran amor de mi vida, aprovechaba nuestros momentos en soledad y me besaba. 
Todo era muy esporádico, pero tan intenso... Cada uno de aquellos besos valía por cientos de los que se dan sin ser robados. 

Sí. Él me amaba. Yo le amaba, pero nunca permití que nuestras intimidades pasasen de aquellos besos que eran el preludio de lo que vendría después. Convencida de que nuestra vida juntos no tendría barreras.
 No sería preciso robar nada y que disfrutaríamos de nuestro amor sin trabas, ni Divinas ni humanas. 
Siempre entendí que el noviazgo es una disciplina que nos hace fuertes para estar preparados para una larga vida de sacrificios y contenciones a multitud de obstáculos que nos irán surgiendo a lo largo de nuestra vida. 
Antes de iniciar las competiciones hay que someterse a duras pruebas de entrenamiento. Después, los momentos de gloria.

Cierto que la vida ha cambiado. Mis tiempos eran otros. 
Ya soy rama seca. 
La sabia que alimentaba mi juventud, será el combustible que acabará en llama que todo lo extermina y convierte en ceniza; pero dentro de mí, siguen viviendo la niña, la moza y la mujer que fui.
 La entrega de mi vida a los demás, el sacrificio de mi realización personal en beneficio de todos los que amé, no me eximirán de tener mi vida en manos de cualquiera por haber llegado al final del ciclo de ella con la natural vulnerabilidad...
 ¿Eutanasia Sí? 


¡Eutanasia, NO!  


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