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Ya no existen colores
en la campiña
ni aromas en las flores.
¡Qué desconsuelo!
ver las flores
que no tienen aroma
y sin colores.
¡Ay de mi!
¡Cómo lo siento!
el color que tenía,
ya no lo tengo.
Se ha llevado el viento
mi lozanía...
Mi color, mi perfume...
Y mi alegría.
Por las flores marchitas
yo lloraría;
pero no viene al caso
que así es la vida.
Ellas quedan oscuras
en la campiña,
yo me visto de lazos
como una niña.
María Encarna Rubio
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