jueves, 12 de noviembre de 2015

BONIFACIO


Bonifacio era un ratoncillo travieso que jugaba con las moscas debajo de un precioso sauce llorón. Su vida era dechado de gloriosa felicidad. Todavía no se había topado con humano alguno. Ese día de sol, que más que otoño parecía primavera, viviría una aventura que cambiaría su vida para siempre. Los trinos de los pajarillos acariciaron de improviso los oídos de una intrépida ciclista que paseaba el maravilloso jardín de "Manolo" tierra natal de Bonifacio. Decidió ésta hacer un alto en el camino junto a unas yucas y unos sauces y unos limoneros y demás árboles que poblaban el jardín. Dejó la bicicleta apoyada en la valla y se sentó en un banco a contemplar las luces y sombras de los rayos del sol.
Resultado de imagen de dibujos de niña cicliA Bonifacio le fascinaron los brillos del cesto de la bicicleta y se introdujo en él acompañado de la mosca Maruja.

Siguieron jugando al "corre que te pillo" sin darse cuenta de que la bicicleta rodaba y rodaba sin parar alejándolos del sauce llorón donde vivían.
Aparecieron en un trastero lúgubre sin ventanas y sin luz. Miraron la manera de escapar de aquel lugar tenebroso sin conseguir encontrar la salida. Bonifacio que tenía facultades para moverse en la oscuridad,  le dijo a la mosca Maruja:  --no pierdas la calma, todo acabará por resolverse. 
Anduvo buscando por los rincones por ver si encontraba algo para la cena. Encontró algo envuelto en un papel que resultó ser una carta que la intrépida ciclista había escrito a sus compañeros de clase. Se situó en un rayito de luz que se filtraba por debajo de la puerta para leerla sin acordarse de que no sabía. Le preguntó a la mosca Maruja si sabía leer porque la curiosidad le podía. 
La mosca Maruja, gran lectora de las "Aventuras de Porkin" no tuvo inconveniente en leer la carta para su amigo Bonifacio. Ésta decía así:

  Queridos compañeros y amigos:
Hoy tengo que deciros que el jardín de "Manolo", por las mañanas es una maravilla bonita. Yo lo visito cada mañana cuando salgo a pasear con mi bicicleta. Me asiento a leer un ratito en un banco y a pesar de ser otoño parece una primavera esplendorosa. Los pajarillos no dejan de trinar con una melodía inigualable. Esta mañana se me ha ocurrido un cuento muy infantil y muy bonito. Se trata de un ratoncillo y una mosca. Mañana lo pondré en los deberes de ortografía para que corrijamos entre todos los acentos, que son las notas musicales de los escritos. Aunque me veáis que escribo así como si fuese tonta, no es así, es que quiero enamoraros a todos. Muchos besos.
  
Bonifacio y Maruja no salían de su asombro. Eran mencionados en la carta y no comprendían cómo la intrépida ciclista pudo percatarse de ellos. Pensando, pensando, se metieron en el cesto de la bicicleta a esperar el nuevo día: la  intrépida ciclista decía en su carta que cada día visitaba el jardín de "Manolo", pero antes cenaron un trozo de bocata, el que envolvía la carta...

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