viernes, 20 de noviembre de 2020

La gatita Rufina y el ratoncito Perolo 2

  



  
 Cuando la gatita Rufina despertó, el ratoncito Perolo y la cabrita Maruja ya no estaban con ella en la casita abandonada del bosque. Sintió un escalofrío al verse sola. 
Salió fuera para ver el entorno ahora que era de día. Estaba triste. No comprendía  por qué la habían abandonado siendo ella una gatita limpia y obediente.

Volvió a acurrucarse junto a las cenizas de la chimenea. Esperaría a Perolo, seguro que regresaría para hacerle compañía—pensó—.
Y no se equivocaba, al poco rato volvió Perolo acompañado del saltamontes Nicasio y el escarabajo Manolo. Los traía subidos sobre su lomo. Daba saltos bien fuertes, pero ellos no se caían.

Rufina se alegró mucho al verlos y se hizo a un lado para que pudieran colocarse junto a ella. Fue entonces cuando entró por la puerta la cabrita Maruja, que venía acompañada por Estrella, una niña que vivía cerca de allí. Era amiga de la cabrita Maruja y venía a jugar con ella a la casita abandonada.

Cuando Estrella vio a la gatita Rufina se puso muy contenta, se acercó a ella y la tomó en sus brazos. Estrella compartió con la gatita Rufina y con Perolo su bocadillo. 
Cuando Estrella se marchó les prometió que todos los días vendría a jugar con ellos y les traería comida.

Rufina se dispuso a echar una siesta y esperaba que Perolo también lo hiciera; pero no, Perolo se puso a roer una madera que estaba tirada en el suelo y con el ruido que hacía no la dejaba dormir.
—¡Qué haces, Perolo!—le dijo Rufina—¿con lo que has comido y te pones a roer madera? La madera no se come, Perolo.
—No estoy comiendo, Rufina. Los ratones tenemos que roer cosas duras todos los días para desgastar nuestros dientes que no dejan de crecer.
Rufina dejó que Perolo royera y royera y se fue a otra parte a dormir. 

María Encarna Rubio




 



















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