sábado, 14 de noviembre de 2020

El día a día de una octogenaria 1

 Hoy ha amanecido nublado. Los días grises siempre me han puesto melancólica; pero esta mañana, muy al contrario, me sentía eufórica y muy activa. 

Me he levantado a las ocho. He dormido ocho horas, y al despertar, mi voz interior me ha dicho la cantinela que me irá repitiendo de vez en cuando a lo largo del día desde que el virus del COVI nos está amargando la vida: "Cuidado, eres persona de alto riesgo, la guadaña espera en la calle".

Después de la rutina diaria del aseo personal y de hacer la cama, he desayunado un licuado de: zanahoria, apio, manzana, espinacas y tomate. Después he limpiando las cinco grandes ventanas con sus rejas que tiene mi casa. Ambas son blancas sobre una fachada de color albero fuerte. También he limpiado y abrillantado el porche de mármol blanco con sus dos puertas blancas que dan entrada a la casa, una para el recibidor, otra da acceso directo a mi oficina. 

Con las ventanas abiertas, desde dentro, he ido realizando mi trabajo con gusto, y he recibido los buenos días de todos los transeúntes que han ido pasando con sus mascarillas tapando sus caras. Las llevan de todos los colores y de variados modelos. 

A las once de la mañana he hecho un alto para tomar un refrigerio: unas tostadas con queso, un plátano y un vaso, mitad bebida de avena, mitad leche semidesnatada.

No he atendido el móvil. Nada me ha distraído. Solo mis pensamientos me han acuciado con reflexiones sobre el momento crucial que vive la humanidad. 

Eran las doce y media y he dado por terminada mi tarea. He visto mi trabajo previsto, realizado. Me he sentido muy satisfecha y me he sentado en mi oficina a leer un libro de Javier Marías: 

"Corazón tan blanco", hasta la hora de comer. Aquí, en mi tierra, almuerzo se le llama al refrigerio que yo he tomado a las once.

A las catorce horas, que en mi tierra les llamamos "las dos" he dejado mi lectura. Me he dirigido a la cocina y me he preparado de entrante una ensalada compuesta de: lechuga, manzana, tomate, nueces, jamón york  y semilla de girasol. He tomado un guiso de lentejas y de postre un pérsimon, una deliciosa fruta rica en  Betacaroteno, peladito y troceado.

Después de comer siempre hago la siesta; pero al estilo de Camilo José Cela, de "pijama y orinal". Es esencial a cierta edad partir el día en dos. Una siesta de dos horas te hace pasar una tarde maravillosamente descansada, lista para llegar a las doce de la noche fresca y preparada para hacer lo que te apetezca. Alcanzar  los ochenta en optimas condiciones es un regalo incomparable. Doy gracias a Dios porque lo estoy viviendo. Una maravilla. El ejercicio, la alimentación, y proyectos ilusionantes conservan la salud física y mental en perfecto estado.  

Después de la siesta tengo un largo espacio de tiempo que ocupo en lo que me apetece, sin salir de casa, claro. Qué tiempo estamos viviendo. Parece que se cumplen profecías que nos han contado. El fin de nuestra Era... O quizá de la especie. Lo cierto es que no está de acuerdo El Que todo lo rige con nuestro sistema de vida. Estamos obligados al aislamiento, al cambio radical de nuestras costumbres. El planeta no aguanta más. Se defiende. 

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