Yo, apuntando el alba
Me despierto y me levanto
Aunque ya no hay pajaritos
Que me animen con su canto.
En la urbe silenciosa
Los gorriones no se oyen,
Ellos prefieren los parques
Con sus fuentes y su flores.
Hay un motivo importante
Que me despierta a esa hora:
Le prometí a la Virgen
Acompañarla en la aurora.
Esa costumbre de antaño
Ahora ha resurgido;
Yo lo deseaba tanto
Que el Señor me ha complacido.
Dos cosas yo anhelaba.
Parecían imposibles.
De la noche a la mañana...
¡Ahí están, vivas, tangibles!
Lo imposible a pasado:
¡Y el órgano restaurado!
¡El Señor sea alabado!
Me apenaba verlo mudo,
Igual que el arpa, dormía.
Esperando aquellas manos
Que arranquen su melodía.
Joya de la antigüedad,
Donaron nuestros mayores.
Digno de ser conservado
Y disfrutar sus acordes.
Su solemnidad se expande
Por el templo centenario,
Llegando hasta el camarín
De la Virgen del Rosario.
Acompañó aquél momento
Del día que me casé...
Fue tan grandioso y perfecto
Que nunca lo olvidaré.
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