—¡Qué haces, padre! No sigas serrando el
roble. Es... Cómo cometer un asesinato. Caerá la bella casita que
construiste para mí cuando era un niño. ¡Pusiste tanta ilusión en ello y fueron tan felices los momentos que viví a su sombra!
Mi
anciano amigo, mi árbol querido... Desaparecerá para siempre, y con
él, recuerdos imborrables de la etapa más feliz de mi vida.
—Tengo que hacerlo. Sus ramas
obstaculizan el paso y el sendero se hace impracticable. Además,
pienso redondear el terreno para hacer una placita con fuente
iluminada. Sé que para ti es duro. También lo es para mí. Lo
plantó mi padre para que yo jugase a su sombra. Él quería que mi
infancia fuese feliz, igual que lo quise yo para ti cuando construí
sobre sus ramas la casita que te albergó cuando los sueños suben
alto.
—El pobre roble nos dio sombra y cobijo, padre. Igual podrás hacer la plaza. Será más bella con un árbol que de sombra.
—No, hijo. Este árbol es muy grande y todo será sombra. Tú, cuando seas anciano necesitarás mucho sol.
María Encarna Rubio
Para mi esta historia es una gran belleza
ResponderEliminarGracias amiga, me alegra mucho que lo veas bello. Un abrazo grande.
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