martes, 18 de marzo de 2014

EL SECRETO

 La hormiga Titina se debatía en un mar de pena y desesperanza.
--¡Señor! --rezaba-- ¿dónde está esa fuente que ofreces que tanto calma la sed?
La pobre no encontraba su lugar por más que lo buscaba. Su hormiguero había sido asaltado por una colonia de malas hormigas que no daban golpe, su supervivencia la basaban en reclutar esclavas que trabajaran para ellas.
  
 Vagaba llorosa  por el valle. Todas las ninfas del hormiguero habían sido secuestradas y todas su hermanas, dispersadas. ¡Ella, tan limpia!, ¿dónde efectuaría su aseo? 

 Cuando regresaba a casa cargada con alimentos que en peso  superaban en mucho al suyo propio, sus hermanas la atendían, la lavaban, y la ponían en su habitación de reposo. Nadie la molestaba hasta que su recuperación era total. Ahora, sin hogar, sin familia...

 Extenuada hizo un alto. Tomó descanso debajo de una campanilla que tenía la manía de cerrarse cuando el sol subía a lo alto. Una mariquita que andaba cerca le dijo:  
--Ten cuidado con esa, si te coge dentro cuando se cierre, ya no sales. 

  La campanilla, al oírla, se contrajo enfadada. --No le hagas caso, es una envidiosa y una mala vecina; entra, tengo una gotita de rocío azucarado que te dará energías para seguir tu camino.
--Ya no tengo casa, --le dijo la hormiga-- ni hermanas, ni madre, soy una indigente que deambula solitaria.
--¿Cuéntame, qué hacías,  --le preguntó la campanilla-- en qué trabajabas?
--Trabajaba en mi comunidad. Mi madre nos enseñó a ser limpias y cuidarnos unas a otras. Ella, solita, creó el hormiguero. Los primeros huevos que puso los lavó y los alimentó lamiéndolos continuamente. Cuando fueron larvas, también las ponía en su lugar para que pudieran completar su metamorfosis. Después, cuando fuimos muchas, lo hacíamos nosotras, ella sólo ponía huevos.  Es muy trabajoso crear un hormiguero. Ahora, todo está perdido. 

 La campanilla, enternecida, lloraba lágrimas de miel. 
--¡Quédate conmigo!. Cuando el sol caliente demasiado, tendrás un lugar fresco y bonito para resguardarte, decorado, maravilloso, que alegrará tu corazón y te hará ver las cosas de otro color.  

 Titina aceptó el cariño que la campanilla le ofrecía. Subió y se instaló en su interior. Tomó del rocío azucarado y descansó. No pudo precisar con exactitud el tiempo que pasó durmiendo. 
 --¡Gracias Señor! --Decía en sus sueños-- Tu fuente de amor y de esperanza ya ha calmado mi sed. 

 La despertaron unas voces que le parecieron familiares. Salió al exterior. Su sorpresa al ver a sus hermanas fue tal, que se le cayeron las antenas al suelo. 
  
--¡Por fin te encontramos!  Te buscábamos por todas partes --le decían.
Todo eran caricias y besos.
--Ven con nosotras. A aquellas holgazanas que nos secuestraron las hemos cebado tanto, que ni moverse pueden. Nuestra madre también está allí. Somos las dueñas, ¡el hormiguero es nuestro!

LÁGRIMAS AMARGAS


Un Pepino acongojado lloraba lágrimas amargas. Se había difundido por lo ancho y largo del planeta que era pobre en vitaminas. Se sentía discriminado. Sólo le aceptaba como amigo un rabanito que tenía la misma fama que él.

 Su sensibilidad la tenía a flor de piel. Se había enamorado de una zanahoria. Ésta, con su melena verde como hoja de perejil, ni le miraba. Con su fuerte color anaranjado, a todos anunciaba que: "Era rica en carotenos" (Procuraba relacionarse con otros de su categoría).

 Andaba siempre depresivo, nuestro amigo Pepino. Rabanito, para consolarlo, le propuso viajar al extranjero, había oído decir que: "Eran más valorados allí"


 Marcharon en un barco. Por puntos, escaparon de ser comidos. Viendo que el panorama se presentaba oscuro, decidieron lanzarse por la borda. 


 Rabanito seguía a Pepino, que tenía más noción de las coordenadas que él. Se dejó sentir la mano del destino, una ballena que filtraba krill, por accidente, se los tragó.
   
 Encontraron en recorrido por túneles y entresijos dentro de la ballena, a algunos conocidos que habían corrido la misma suerte; entre ellos, la zanahoria, que, asustada, se escondía en un rincón.  Se le acercó Pepino y le dijo: 
—¿Tú aquí, qué te ha pasado?

—Me cogieron para la exportación, el barco donde viajaba zozobró.  Aquí estoy, esperando ser digerida, igual que vosotros.
—¡Saldrás de aquí, yo te sacaré! —Le dijo Pepino.
—¿Con lo mal que me porté contigo, quieres salvarme?
—No importa, una zanahoria tan rica no puede acabar así. 

Y, la zanahoria lloró, y lloró tantas lágrimas amargas, que sirvió de vomitivo y salieron todos al exterior quedando a merced de las olas. Una corriente marina los arrastró hasta una isla desierta. Quedaron exhaustos tendidos en una playa de arenas blancas. Una ventisca les arrastró tierra adentro. 
     
El lugar era de ensueño. Pensaron que sería fantástico poblar aquellas tierras con pepinos, rabanitos y zanahorias. Seguro que algún Robinson  les haría los honores y restauraría la maltrecha reputación de pepinos y rabanitos, ellos también poseían elementos dignos de tener en cuenta.

martes, 11 de marzo de 2014

LEVANTAR EL VUELO

La golondrina volaba bajo, no porque este nivel fuese su preferido,
la llovizna hacía volar el plancton aéreo a ras del suelo. Una serpiente enroscada veía sus acrobacias y se relamía pensando: -¡Qué fantástico sería darte alcance!

En una de las curvaturas angulosas que trazaba en su vuelo la golondrina, el brillo de sus ojos color lapislázuli subyugó a la serpiente, abriendo brechas insospechadas de deseos incontenibles.

-¡Reptaré por cordilleras y estepas hasta encontrar el elixir que me convierta en grácil golondrina! -exclamó la serpiente.

Visitó la serpiente ciudades perdidas, aún no descubiertas, de antiguas civilizaciones. Tumbas de chamanes esperando encontrar secretos venidos de ultratumba. Ni tormentas ni huracanes detuvieron su anhelo de convertirse en golondrina.

¿Lo conseguiría?

-¡Ven conmigo, es primavera! Sé de un lugar donde la primavera se hace eterna. Nuestra vida será un juego infinito de acrobacias sin fin y de amor eterno -dijo la serpiente.

Pobre golondrina. No supo ver las finas escamas que con la luz radiante del sol brillaban casi imperceptibles. Creyó en sus falsas promesas de amor y fidelidad; bajo su apariencia de bella golondrina se ocultaba una serpiente que, con el tiempo, se convertiría en su más cruel maltratador psicológico que la tendría presa en un callejón sin salida.

 --Ya no son mis ojos color lapislázuli, -se lamentaba la golondrina- ni mis alas fuertes y ágiles para remontar el vuelo. Estoy presa de angustias sin fin. Todos a los que quiero me miran indiferentes, inmersos en sus vuelos acrobáticos en busca del rico alimento que los mantiene vivos.

Se preguntaba: 
-¿Caduca con los años la fidelidad?     






  

lunes, 10 de marzo de 2014

LA TORTUGA ACOMPLEJADA

 La tortuguita caminaba lenta, con ritmo acompasado. Siempre con su casa a cuestas. Movía su cabeza con torpeza, según le parecía.  Muchos la contemplaban y la ponían como ejemplo cuando querían tachar a alguien de pasivo: "Eres más lento que una tortuga". Estaba cansada de aquel apelativo tan insultante que le había causado tantos problemas psicológicos. 

  Pensó que necesitaba ayuda. Buscó a un licenciado competente y se dispuso a vaciar los sinsabores de su pobre espíritu atormentado. No se pudo tender en el diván por el pudor que sentía al adoptar una postura tan poco elegante. Se mantuvo a ras del suelo con su mirada somnolienta fijada en quien ella esperaba le iba a rescatar.

—¡Cuéntame! —Decía el doctor.
—¡Doctor, vivo acomplejada! Se meten conmigo, dicen que soy lenta y muchas cosas más. A veces voy despacio porque me gusta mirar el paisaje, ver los trigales cuando el viento los mece, admirar la explosión de color cuando el rojo de las amapolas se mezcla con el dorado de la mies. 
—A mí también me gustaría ser ágil y bella. Saber que hay un pastel al final del camino, y que, cuando llegue, comeré mi parte. 

—Te preocupas mucho de lo que los demás piensan de ti, —le dijo el doctor— vas a salir de la consulta, reflexiona, y vuelve mañana.

 Marchó sin estar muy convencida de los procedimientos de personaje tan ilustre. ¿Será que quiere cobrar por partida doble? Su madre, sensata como corresponde a una tortuga de cien años, le dijo:
—Tienes que confiar en el doctor, de lo contrario, mucho me temo que no adelantaremos nada.
—Madre, estoy siguiendo su consejo, me he puesto a reflexionar.

 Al día siguiente, con los mismos prejuicios llegó a la consulta. 
—¿Has reflexionado? --Le dijo el doctor.
—Sí, doctor. Me reservo el resultado, "con su permiso". Como soy tan lenta se alargaría mucho la consulta.

—Bien, bien. Como veo que te preocupa el hecho de tu lentitud, voy a darte los consejos pertinentes:

Primero, si lo que haces, lo haces bien, ya le aventajas a quien lo hace de prisa y mal.

Segundo, con la constancia se palía mucho la lentitud.

Tercero, lo que piensen los demás, no debe importarte, siempre que tú actúes de acuerdo con tus principios, sin olvidar que no basta con ser bueno, que también hay que parecer que lo eres.

Y para finalizar, con respecto a lo del pastel, te aconsejo que no esperes al final del camino. Aprovecha el trayecto para comer todos los pasteles que puedas, que lo que va delante, delante va. 

 Salió orgullosa y crecida en su autoestima.
—¿Qué, cómo ha ido con el doctor? ¿Estás contenta? Le preguntó su madre.
—¡Si, mucho! Se han disipado mis problemas. 
—¿Por los sabios consejos del doctor?
—No, porque me he puesto a reflexionar: He sacado la conclusión que yo ya sabía lo que sabe persona tan ilustre.

martes, 4 de marzo de 2014

LIBROS EN BLANCO

 Don Saturnino, recién iniciado en la materia, observaba a los pipiolos que tenía delante. Profesor de enseñanza primaria no podía por menos que pensar: todos son libros en blanco. Su debut no le tenía preocupado. Es la confianza que da saber que ninguno de ellos sería capaz de catalogar sus actitudes.

 La primera clase fue corta para él, pues su trabajo vocacional le subyugaba. Tenía gran ilusión por escribir páginas en aquellos libros seguro de que serían imborrables.
  
Después de haber asentado la bases comenzó  la práctica de su literatura.
--¡Niños, os voy a contar un cuento! A ver si sois capaces de escribirlo después.

El cuento trataba de cierto patito que no había nacido donde le correspondía. El hecho le había causado grandes lagunas en su interior que al final se solucionaron felizmente.

  Hubo de todo. Garabatos, gallinas que se casaban con conejos, arañas voladoras que comían cangrejos,  en fin, lo normal. Una nota discordante apareció en el teclado. En un libro en blanco apareció cierta frase:   "Hay lagunas que son tan profundas como las fosas oceánicas, nunca serán salvadas con tanta facilidad"

¿SUEÑAS?



  
 Don Saturnino, recién iniciado en la materia, observaba a los pipiolos que tenía delante. Profesor de enseñanza primaria no podía por menos que pensar: todos son libros en blanco. Su debut no le tenía preocupado. Es la confianza que da saber que ninguno de ellos sería capaz de catalogar sus actitudes.

 La primera clase fue corta para él, pues su trabajo vocacional le subyugaba. Tenía gran ilusión por escribir páginas en aquellos libros seguro de que serían imborrables.
  
Después de haber asentado la bases comenzó  la práctica de su literatura.
--¡Niños, os voy a contar un cuento! A ver si sois capaces de escribirlo después.

El cuento trataba de cierto patito que no había nacido donde le correspondía. El hecho le había causado grandes lagunas en su interior que al final se solucionaron felizmente.

  Hubo de todo. Garabatos, gallinas que se casaban con conejos, arañas voladoras que comían cangrejos,  en fin, lo normal. Una nota discordante apareció en el teclado. En un libro en blanco apareció cierta frase:   "Hay lagunas que son tan profundas como las fosas oceánicas, nunca serán salvadas con tanta facilidad"

NACIÓ SIN ESPINAS

  Dalias y jacintos miraban con recelo a sus vecinas de la rosaleda. Un abejorro que todos los días venía de visita había corrido el rumor: en un rosal había una rosa sin espinas. Bella como ninguna, podía ser visitada sin peligro de sentir el mordisco traicionero que ellas, las rosas, solían guardar para quien se atreviese a visitarlas. ¡Muchos aromas..., mucha belleza, pero pocos modales! 
 Hubo acuerdo. Llegada la noche, para no sembrar alarmas por lo inusual del caso, irían a visitarla. 

  El revuelo fue presenciado por un transeúnte que  había decidido pasar la noche en un banco del jardín. Todos los parterres, movilizados, marchaban en masa en dirección a la rosaleda.
El hombre no daba crédito a lo que estaba viendo. Pensó por un momento que podría ser por no cenar lo suficiente, pero el bocadillo de jamón que se había comido, no se lo saltaba un galgo. 

  Los rosales, que dormían tranquilos, se vieron sorprendidos por la avalancha de vecinos que venían a visitarles.
 --¡Déjalos que lleguen, que los vamos a arreglar a todos! --pensaban con sonrisa sarcástica.
Las dalias, que siempre envidiaron a las rosas su perfume, decían para sí: 
--¡Cuánto presumir, no es para tanto! 

  Los jacintos, de los que más de una mirada pícara se había escapado en dirección al parterre de las rosas, se arrebolaban pensando en recoger algún rocecito perfumado. Como era de esperar no fueron bien recibidos. ¿A qué cuento venía aquel alboroto? Seguro que el abejorro se había ido de la lengua.

 Camuflaron a la rosa entre unas cuantas veteranas con las espinas bien endurecidas.

--¡No sé de que tenéis miedo, esos jacintos no son peligrosos, sólo se quieren a sí mismos! Apuntaba una que se las daba de lista. 
  --¡Esos, son los narcisos! --decía otra, que les tenía mucha grima.
Las discusiones en alta voz, molestaron a todos los insectos del jardín, que dormían tranquilamente, y se agregaron al grupo gritando: ¡Aquí no hay quien duerma! 

  De pronto se oyeron unos suspiros y lamentos. Todos callaron. La rosa sin espinas se lamentaba: 
--¿Por qué yo no tengo mis espinas? ¡Quiero ser como todas! 
Todos se agruparon a su lado para consolarla.  
--Eres  preciosa. Tienes que estar contenta. Todos te admiramos y queremos, --le decían. 
--¡Si, pero yo nunca podré pinchar a nadie!
--¡Cariño, en este mundo unos nacen para unas cosas y otros para  otras! --le decían sus primas.-- Vamos a hacer un concurso de belleza. Seguro que serás la ganadora. 

  Prepararon el desfile. Los insectos, como lo suyo era picar, se divertían de lo lindo picando a todos, hasta que llegaron al transeúnte; recibieron más de un manotazo. 


  Las dalias, en el desfile, se contoneaban con la vana ilusión de superar a las rosas. En el momento en  el que desfilaba la nueva rosa, bella como ninguna, una dalia le puso la zancadilla. En su tropiezo fue a caer en brazos del transeúnte. Éste se la llevó y se la puso a la Virgen del Carmen en un jarroncito  que tenía vacío. "La Virgen se la llevó al cielo para que nunca se marchitase."

EN EL PAÍS DE LAS HADAS

 
En el país de las hadas había  una intrusa. Bajo su blanco vestido de estrellas, escondía otro, negro, sucio, de áspera tela tejida por todas las brujas del infierno. ¿Qué pretendía introduciéndose en un lugar que siempre le había sido vedado? ¿De qué ardid se había valido para que sus negros dientes puntiagudos ahora fuesen delicadas perlas? Y su pelo canoso, de lacios mechones grasientos, ¿quién lo había convertido en melena de rizos rubios, propia de los Querubines? 

   El pacto se hizo en una noche que parecía no tener  principio ni fin. El Señor de las tinieblas, que acostumbra  soplar tormentas en tenebrosas y gélidas almas, arrancando ventiscas y sembrando el desaliento y el infortunio, le hizo la propuesta:  

  —Te convertiré en el ser más bello que jamás ha existido, si eres capaz de introducirte entre las hadas y las corrompes a todas.
¿Quién podría resistirse a algo así? Tener delicadas manos en vez de feos apéndices ennegrecidos con uñas como garfios. Esbelta figura con la perfección de una escultura griega, elocuencia propia del más cultivado lenguaje...

  El pacto fue sellado con danzas diabólicas. Acudieron todos los malos engendros que habían existido desde el principio de los tiempos. Todos apostaban por la desaparición de los colores, del amor en todas sus esencias y la aparición de la maldad entre todos los seres. 
   
  Ellos sabían que siempre ha habido y habrá diferencias. Existe el bien y mal.

  En el grupo de las hadas fue acogida con honores de princesa. Hasta en el país de las hadas, la belleza deslumbra y abre puertas. Las jerarquías se instalan donde es preciso organizar comunidades. Dotada de poder por las artes maléficas, pronto llegó a los puestos de mayor relevancia.
   
  Tendía su tela de araña esperando atrapar adeptos.
 Los tiempos avanzan —decía— hay que modernizarse. ¡Fuera los recatos que nos hacen pusilánimes y no nos dejan disfrutar de nada! Las hadas tenemos que exigir nuestros derechos. Se acabó el hacer de modo altruista que no nos reporte beneficios. A Las hadas ancianas que necesiten reciclaje se les prepara una isla desierta y las depositamos allí. Sobre todo hay que adaptarse a las corrientes de disfrute sin límite de lo permitido y de lo prohibido.
  
  ¡Daba conferencias con una elocuencia que arrastraba a las masas!
El maligno la visitaba con frecuencia. Ella le decía: 
—Veo a algunas que se salen de los contenidos de sus normas.
¡Creo que avanzan nuestros propósitos...!  
  
 Un día en que daba una conferencia al aire libre, una ventisca le arrebató un trozo de vestido quedando al descubierto parte del mugriento que llevaba debajo. El maligno que andaba cerca quiso arreglar el entuerto, con tan mala fortuna, que a la falsa hada se le fue la peluca y los dientes también salieron por los aires.

  Fue algo siniestro. Para que nadie la viera, el maligno puso a su ejército de demonios delante del sol. Todo quedó sumido en la oscuridad. 

   A las hadas, que ya estaban mosqueadas de sus convicciones  tan revolucionarias, se les aclararon las ideas. Encendieron todas las luces de sus vestidos y empezaron a zurrarle con sus varitas hasta llevarla a las puertas del infierno. 

  Es de suponer lo que le harían dentro. Lo que se oía desde fuera no eran precisamente músicas ni cantos. Había algo parecido a rechinar de dientes.  
    
          

MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...