miércoles, 4 de febrero de 2015

UN GATO TRAVIESO


 
Geromín, era un gato la mar de travieso. A pesar de su corta edad, tenía unas uñas muy bien desarrolladas; cuando jugaba con Ana, una niña que vivía en la misma casa que él, le gustaba sacarlas para darle buenos arañazos. Un día que se había pasado un poco de rosca, el padre de la niña sacó unas tijeras y se las cortó.

Lloraba desconsolado, pues las uñas para un gato son imprescindibles para la supervivencia. Se prometió a sí mismo hacer mejor uso de ellas cuando le creciesen, controlar mejor sus impulsos. “Todo ha de ser bien utilizado para no hacer daño a nadie” --le decía su abuela, que era una gata muy sabia.

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