jueves, 31 de mayo de 2018

UN CARACOL MUY UFANO

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 El caracol Takitin vivía feliz y satisfecho. Nacía ya con casa propia e independizado. 
Cuando llovía, le encantaba salir a impregnarse de lluvia y aprovechaba el momento para darse una ducha y lavar su casita, adornada con una preciosa y perfecta espiral.
Pensaba él, que en su vida todo eran ventajas, ya que comía gratis y no pagaba alquiler.
Pero un día que deambulaba por el campo, vio a Rudito, un pájaro carpintero que se atareaba en hacerse su casita en el tronco de un árbol. 
Le dio un ataque de risa, y se burlaba de él diciendo:
Pica, pica. Sudor de sangre te va a costar tener un hogar para meterte.
Rudito le miró y le dijo: No sé de qué te ríes. Yo, cuando tenga terminada mi casa, tendré a mis hijos. Jugaremos y estaremos todos juntos con mucho amor. En cambio tú, estarás siempre solo y no podrás tener ni amigos, porque en tu casa, solo cabes tú. 
En esta vida, nada es gratis. Lo que tenemos, siempre lo pagamos de un modo o de otro.

M.E.Rubio González

sábado, 26 de mayo de 2018

AMOR FILIAL



Todo estaba dispuesto. Los equipajes y los bultos que llevaríamos con nosotros esperaban amontonados en el zaguán. Al día siguiente nos marchábamos del pueblo a vivir a la ciudad.
Pedí permiso a mi madre para ir al campo a casa de mi amiga Visita, no podía marcharme sin despedirme de mi amiga del alma. Sentía dejar el lugar solo porque ya no  más.

Llegué caminando por el sendero polvoriento y le comuniqué a mi amiga la triste noticia.
Visita sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y secó una lágrima que pugnaba por salir a humedecer su mejilla. Estaba segura de que yo no me había percatado del impacto que habían causado mis palabras en su ánimo.
Las dos disimulamos nuestras emociones y continuamos saboreando aquellos pastelitos de té que con tanto esmero había preparado la anciana Purita. A pesar de sus años, le costaba dejar de trajinar en la cocina, había cifrado en ello la motivación de su existencia.

Yo recordaba cuando tenía el placer de ser invitada a compartir mesa con la familia, las excelencia de los manjares que disfrutaban los comensales. Purita tenía unas manos de “oro”, según opinión de la madre de mi amiga, que presumía de la buena cocinera que tenía en casa. A Purita, no era fácil hacerla sentirse ufana. Hacía como si fuera lo más natural del mundo.
Nosotras disfrutábamos de ágape cuando sucedió un hecho sorprendente: se presentó en casa de mi amiga Visita, sin previo aviso, una hermana de su madre con un bebé envuelto en una toquilla de lana. Era una niña de pocos días. Dormía el angelito ajena a la trama que se cernía en torno a ella.

Entró con cara de circunstancias y doña Celina, después del saludo de rigor, la hizo pasar a su cuarto cerrando la puerta. Yo jugaba con mi amiga y enseguida me percaté de que allí pasaba algo raro.
Las dos mujeres estuvieron largo rato en la habitación contigua hablando con mucho misterio. Cuando la hermana de doña Celina salió, el bebé ya no estaba en sus brazos. Las dos hermanas se dirigieron silenciosas hacia la cocina. Allí siguieron hablando casi en susurro de manera que no pude captar ni una palabra de lo que decían.
Mi amiga y yo estuvimos saltando a la comba hasta que casi oscureció. Pude comprobar que la hermana de doña Celina se marchaba sin el bebé que había traído envuelto en toquilla de lana. Y así fue como entró “Plácida” a formar parte de aquella familia tan entrañable que tanto supuso para mí en tiempos de mi niñez.
Pasaron los años y crecimos lejos una de otra, pero nuestro cariño permaneció inalterable.
Un día, paseando por el bulevar de mi ciudad, me encontré frente a frente con mi amiga Visita. Iba acompañada de una preciosa joven de tez morena y ojos color azabache. Los rizos incontrolables de su larga melena le daban un aspecto muy particular.
Ella es Plácida— me dijo Visita. Todos creen que es mi hermana, pero es aquella niña que dejó mi tía aquella tarde que tú . No quería que nadie supiera que su hija había tenido una niña siendo soltera. Ahora mi tía, quiere que venga a vivir con ella porque mi prima a muerto. Nosotros lo dejamos a su elección. Somos su familia, lleva nuestros apellidos.
Plácida, con una sonrisa entre ingenua y divertida, dijo: —Me vuelvo al campo. Mi abuela, ni me quiso antes, ni me quiere ahora.
«Me obliga a permanecer horas y horas en remojo en la bañera para ver si se me aclara la piel».

 María Encarna Rubio

miércoles, 23 de mayo de 2018

EL GUSANITO DE SEDA

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Había una vez, una casita emplazada en un huerto de moreras. Allí vivía Crispín, un gusanito de seda. 



A pesar de encontrarse a gusto en su hogar porque no le faltaba el sustento, él solo comía hojitas de morera, tenía mucha ilusión por viajar a lugares desconocidos.

Hacía mucho tiempo que maduraba una idea un poco atrevida, quería visitar un país llamado “China”. Siempre había oído decir que los gusanos de seda procedían de allí. 

No sabía qué hacer para conseguir hacer viaje tan largo, pues China quedaba algo lejos. 
Su obsesión fue creciendo y ya ni comía ni dormía, solo pensaba en la manera de hacer realidad su gran ilusión. 

Viendo que no podía comer ni dormir, pensó en hacerse una casita para meterse dentro a descansar. 

Así lo hizo. Sacó un hilito que llevaba en su vientre, y lo fue tejiendo, tejiendo, y cuando estuvo cerrado se echó una siestecita para descansar de tanto trabajo. 

Cuando despertó, al desperezarse de su sueño, encontró que ya no era un gusano, se había convertido en una mariposa, le habían salido unas preciosas alas. Se puso muy contento. Pensó que al tener alas, sus problemas se habían resuelto. Con sus alas volaría hacía lugares desconocidos sin ningún problema. 

A veces estas cosas suceden. Piensas que tienes problemas para hacer lo que te hace ilusión. Te duermes, y cuando despiertas los problemas se han resuelto de una manera fácil y placentera. Lo importante es no desfallecer y mantener siempre la esperanza de que todo irá bien. 



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viernes, 18 de mayo de 2018

LÁGRIMAS DE MIEL

LÁGRIMAS DE MIEL

Una cuna se mecía con la brisa marina  una  mañana de primavera. Desde el balcón poblado de exuberantes bugambillas se divisaba la dársena del puerto. La incauta joven, al pie de la cuna, derramaba lágrimas que humedecían la cuna de su niño. Había caído en la trampa que la naturaleza tiende los que se enamoran. Se había atrevido a entregarse a un hombre sin pasar antes por el altar. El joven, faenando ,trabajaba en un pesquero.
                                                                                           
Un día,  una tormenta hizo zozobrar su barco. Nunca más se supo de él ni de su tripulación.  Una joven embarazada quedó sin amparo. Su hijo destinado a ser un genio recordado por siempre, nacería de madre soltera. 
 Tiempos difíciles para cometer ese pecado. La familia, avergonzada,  otorgaba sin otra  opción.  ¡Una mancha en la familia!  
Años de intachable reputación tirados por la borda.


                                              
Sentía sobre sí las miradas de rechazo cuando caminaba por las calles del pueblo de empinadas cuestas. También las lascivas de algunos que pensaban en ella como presa fácil de conseguir por el hecho de tener un hijo siendo soltera. Las vecinas evitaban mirarla cuando pasaba cerca.
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El mar se divisaba desde el balcón de las buganvillas. Acunaba a su niño y  miraba cómo salían los barcos cargados hacía el Nuevo Mundo. Un día marchó dejando tras de sí brisas perfumadas de brumas del mar y jarales de los montes. Se llevaba a su hijo del pueblo discriminador de jóvenes incautas… Se enfrentaba a un futuro lleno de incógnitas, misterios…
Quedó una cuna vacía. El viento la mecía en arrebatos de lágrimas derramadas. ¿Es justo arrebatar de manera tan cruel el inmenso placer de ser madre?  ¿Sabemos de qué se vale la naturaleza para crear un genio? Cada ser humano que nace puede serlo. No importan los documentos previos.  Esperemos expectantes respetando a toda mujer que se expone para que surja ese milagro.

En la torre del homenaje aparecieron nuevas insignias. No era feudal ni de regio linaje el señor de las nuevas huestes.  Quedaban lejos los tiempos en que las doncellas cubrían sus cabelleras con finos velos. 
Las que ahora paseaban por los salones del castillo, decorados con blasones, pendones y armaduras, lucían ajustados vestidos que modelaban su figura y dejaban adivinar  sus torneadas piernas. Había una orquesta de afinados Instrumentos  manejados por artistas especializados, como correspondía  a  tan destacado  anfitrión.
El ambiente medieval contrastaba con el lujo derrochado por doquier. Coches de gran categoría, privilegio de unos cuantos. Joyas de valor incalculable. Se inauguraba el capricho de un genio mimado  por la fortuna.
Se podía permitir comprar un castillo medieval y transportar a  decenas de invitados a miles de kilómetros de distancia para festejarlo. De prestancia varonil, su gran porte y su historial profesional harían sentirse orgullosa a cualquier nación de contar con su presencia. El genio, el artista, el señor que todo lo podía comprar, guardaba secretos. 

Se miraba al espejo…  ¿Qué veía?:
Veía a un hombre enamorado de unos ojos negros clavados en su memoria que jamás podría encontrar. Un sueño que le tenía obsesionado por la frecuencia con que se repetía:   “Un balcón con buganvillas  y brisas perfumadas con jarales de los montes.”
--¿Dónde están esos ojos negros? ¿Dónde ese balcón de buganvillas?
Paseaba por su castillo en las noches de insomnio. Desde las almenas de su torreón, miraba los campos queriendo encontrar una respuesta a su inquietud, a su terrible ansiedad.  

El transeúnte  dormía  en el banco del jardín del los ficus centenarios.  Los parterres de las rosas se deshacían en perfumes con el rocío de la noche. El caminante recorría caminos sin fin. Los pajarillos que dormían junto a él se contaban historias antes de alzar el vuelo.  Se decían unos a otros:
¿Con porte de gran caballero, y durmiendo en un banco del jardín?
—Tenemos un intruso 
—No temáis —decía el transeúnte— yo voy de paso. Busco un balcón con buganvillas, con brisas perfumadas con jaras de los montes.
La verja del jardín, que de noche se veía negra, de día se volvió dorada. Una mujer bella, de pelo negro, clavó sus ojos en los suyos y rompió  el  hechizo.
—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué un hombre como tú anda de transeúnte por la vida?  —Le dijo.
—Busco un balcón con buganvillas y unos ojos como los tuyos.
—Sal de tus sueños, yo te ayudaré.  Encontraremos juntos jarales y ese balcón que, con sus brisas marinas, te hará sentir fantasías sin fin.   Soñaremos  que navegamos para encontrar un castillo donde  tú crearás cuentos  fantásticos que asombrarán al mundo.

Un día, paseando por una villa rocosa con historias milenarias, la vista del balcón se hizo patente.
¡Allí estaba el soñado balcón!
Todavía se mecía la cuna con el golpe de los vientos. Las buganvillas  llenaban de colorido el lugar y se movían con la brisa del mar, despidiendo  perfumes de las jaras del monte.
-No llenaré  mi balcón de ánforas milenarias, ni glorias de estos tiempos, —se decía—. Se secaron con los vientos las lágrimas derramadas sobre mi cuna.  Daré mi fruto al lugar dónde encontré cobijo.
—¡Encontré el balcón de mis recuerdos!  
—¡En mis recuerdos lo guardaré en arcón cerrado con siete cerraduras! 
—¡He vuelto!  Me acompañan unos ojos negros…  Más los de mis sueños...
—¡Tenían lágrimas de miel!



MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...