Mostrando entradas con la etiqueta abuelos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta abuelos. Mostrar todas las entradas

martes, 4 de julio de 2017

NI MEJOR NI PEOR


Lo recuerdo como si fuera ayer. Sonaba muy suave una sucesión de canciones que me transportaban a tiempos lejanos de mi infancia, cuando mi abuela mojaba una rebanada de pan con vino, le ponía una buena capa de azúcar, y me la daba para merendar.

Era ella una mujer blandita y tierna, siempre sonreía. A mí, me gustaba subir a su regazo, tibio y mullido. Cuando me rodeaba con sus brazos, yo, sentía algo que me adormecía y quería quedar allí,
arrebujada y segura. El sopor me lo produciría el pan con vino y azúcar.

—Cuéntame un cuento —le decía. Y ella, desgranaba en mi oído un entramado de historias que hilaba unas con otras de osos que se subían sobre caballos voladores y peces que salían del río para comer margaritas.
También me enseñaba a rezar. Casi no sabía hablar, y ya rezaba el Padre Nuestro, y la oración al ángel de la guarda antes de ir a dormir :

Ángel de la guarda
dulce compañía
no me desampares
ni de noche ni de día.

Cuatro esquinitas
tiene mi cama,
cuatro angelitos
que me acompañan.

Con Dios me acuesto
con Dios me levanto
la virgen María
y el Espíritu Santo.

¡Sí, han quedado lejos... lejos y olvidados los tiempos de mi infancia! Aunque en mis recuerdos vivirán para siempre.

María Encarna Rubio





lunes, 16 de febrero de 2015

POR LAS RAMAS


Los hijos de la abuela Tati andaban algo preocupados, nunca que iban a visitarla la encontraban en casa.
Una tarde se pusieron todos de acuerdo para abordar el problema y pedir que diera explicaciones:
--Por favor ¿dónde has estado?--
--Navegando.
--¿Navegando?
--Sí, navegando por Internet.
--¡Imposible, tú no sabes hacer eso!
--Si sé, ayer aprendí.
--No te vayas por las ramas y dinos la verdad, ¿dónde estuviste?
--Estuve haciendo balance de mi vida. A pesar de lo mucho que he aprendido con el paso de los años vividos, he llegado a la conclusión de que puedo aprender todavía bastantes cosas. Una de ellas es saber qué quiero hacer en lo que me queda por vivir.
--¿Lo quieres saber buscando en Internet?
--No. Lo quiero saber buscando en mi interior.
--¿Y qué has sacado en claro?
--He sacado en claro que a mi edad estoy enamorada.
--¡Ja. ja, ja,! ¿Qué me dices?
--Sí, estoy enamorada, y todos los días salgo a pasear con mi amante. Unas veces le veo y otras no. Cuando el cielo está nublado, desaparece el muy ladino. Pero yo, que intuyo donde se esconde, le sigo los pasos y le hablo; le cuento mis secretos y mis ilusiones.
Él, cuando se van las nubes, sale de su escondite y me envuelve y me calienta hasta el extremo de hacer que me despoje de mi abrigo; no me atrevo a seguir con el cometido por el qué dirán; pero de buena gana lo haría.
--Estás loca. Eres una posesa.
--Loca no. Enamorada sí.
--Y, ¿Cómo se llama él?
--Si me calienta hasta quemarme, y se oculta tras las nubes...,¡adivinadlo!
Resultado de imagen de fotos del sol

miércoles, 15 de enero de 2014

EL DUENDE DEL CUENTO

A la abuela Quesera le pusieron sus padres ese nombre, no porque le gustara mucho el queso, sino porque a ellos les pareció un nombre bonito.
Como todas las abuelas, disfrutaba con sus nietos. Cuando pedían que les contara un cuento, al no tener una imaginación muy fluida, contaba  siempre la misma historia. El duende de los cuentos se le presentó y le dijo:  
-Piensa en algo que te guste, este será el ovillo, tú tira del hilo. 
La abuela lo hizo así y contestó: 
-Vas a ver que he aprendido un cuento nuevo.

En tiempos remotos, cuando aun vivían en cuevas, una pareja hombre y mujer, tenían una niña.
-Ven, ven mi  niña bonita, ven que te acune un poquito -le decía su madre. Las madres siempre han querido a sus hijos, pues, si no, nosotros no estaríamos aquí.
Laíla, que así se llamaba la niña, tenía una mascota, la cabrita "Cara" con su cabritillo "Quico"; le seguían a todas partes.
Una noche, cuando dormían, había ruidos en el exterior. 
-No tengas miedo, acércate a mí y duerme -le decía su madre con voz susurrante. Una hoguera enorme protegía la entrada de la cueva. 
Esa noche el lobo se llevó a Quico. Sin saber cómo, sus vísceras quedaron colgando de un árbol.
-No llores mi niña, juega con mamá cabrita, ella te sigue a todas partes, te voy a enseñar a ordeñarla. 
Su madre la baña en el río, le peina el cabello con peine de hueso.
-¿Que hace la niña? -decía su padre.
-Está jugando a ordeñar la cabra.
Jugando, jugando, puso un trozo de vísceras del cabrito en la leche. Saltaba, corría, entraba y salía.
¡Niña! ¿qué comes?, dime ¿qué es eso?
- Toma mamá, come, ¡acabo de inventar el queso!
Y aquí acaba el cuento de la niña troglodita, que  inventó el queso jugando con su cabrita.
- ¿Te ha gustado?-
-Sí, mucho.
-Mañana te contaré otro.



MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...