jueves, 28 de junio de 2018

MI VIDA EN MANOS DE CUALQUIERA

—¡Ya, sé! —Es para que no sufra. Cierto que apenas puedo caminar y que sufro muchos achaques, pero disfruto con los recuerdos de mi larga vida..., de mi infancia. 
Hay momentos que una gran paz me inunda y una voz en mi interior me habla..., me dice: «Todo va a ir bien» y casi siempre, después de escucharla, un sopor nubla mi mente y quedo plácidamente dormida.

 Mis sueños se remontan a veces a mis años mozos. Revivo aquellos momentos en que mi marido, el gran amor de mi vida, aprovechaba nuestros momentos en soledad y me besaba. 
Todo era muy esporádico, pero tan intenso... Cada uno de aquellos besos valía por cientos de los que se dan sin ser robados. 

Sí. Él me amaba. Yo le amaba, pero nunca permití que nuestras intimidades pasasen de aquellos besos que eran el preludio de lo que vendría después. Convencida de que nuestra vida juntos no tendría barreras.
 No sería preciso robar nada y que disfrutaríamos de nuestro amor sin trabas, ni Divinas ni humanas. 
Siempre entendí que el noviazgo es una disciplina que nos hace fuertes para estar preparados para una larga vida de sacrificios y contenciones a multitud de obstáculos que nos irán surgiendo a lo largo de nuestra vida. 
Antes de iniciar las competiciones hay que someterse a duras pruebas de entrenamiento. Después, los momentos de gloria.

Cierto que la vida ha cambiado. Mis tiempos eran otros. 
Ya soy rama seca. 
La sabia que alimentaba mi juventud, será el combustible que acabará en llama que todo lo extermina y convierte en ceniza; pero dentro de mí, siguen viviendo la niña, la moza y la mujer que fui.
 La entrega de mi vida a los demás, el sacrificio de mi realización personal en beneficio de todos los que amé, no me eximirán de tener mi vida en manos de cualquiera por haber llegado al final del ciclo de ella con la natural vulnerabilidad...
 ¿Eutanasia Sí? 


¡Eutanasia, NO!  


miércoles, 27 de junio de 2018

MIS QUERIDOS JUBILADOS


En la hermosa casa de los cactus gigantes, antes, en tiempos relativamente cercanos, todo era alegría y bienestar: la alegría y bienestar que proporciona la buena posición económica y la buena marcha familiar en todos los sentidos; pero, la sombra de los cactus se había hecho "alargada" y, todo eran sombras:  

 Recientemente jubilado, a Arturo le habían detectado en el intestino delgado una anomalía peligrosa. Ese mal que da miedo pronunciar. 

El golpe, duro de asimilar por todos, tenía a toda la familia sumida en la más triste desesperanza.  ¿Cómo se reacciona en un caso así? Los amantes de la vida y con gran sentido positivo nunca se rinden. Siempre encuentran la manera de salir adelante. 

Después de todo el proceso que requiere la fatal enfermedad, no  quedó en casa esperando a que todo su sistema vital fuese aniquilado, puso en acción su sentido práctico de la vida y se dispuso a disfrutarla sin perder ni un segundo de su tiempo. Buscó calor humano entre amigos. Es primordial el contacto social para mantener buen estado anímico. Los amigos son la sal de la vida.

Arturo era un hombre divertido,  sobresalía por su ingenio contando chistes; a veces,  se subían de tono y resultaban de mal gusto y hasta obscenos, cualquier persona con algo de pudor se sonrojaría oyéndolo, pero los amigos respondían con grandes carcajadas, y él, se hacía el centro de la reunión. Pinceta, su mujer, ejercía de apuntadora. Cuando veía que se le agotaba el repertorio, que siempre era el mismo, le señalaba alguno de la lista que no lo había pronunciado, y así, se alargaban las veladas de los encuentros casi siempre concertados alrededor de una buena mesa en restaurantes de pueblos vecinos. 

En tiempos de su adolescencia, Arturo tomó clases para aprender a tocar el laúd, y no es que fuese un virtuoso sacando notas al instrumento, pero algo se defendía con él. Ahora, en esta circunstancia...,  le estaba sacando producto a aquel trabajito que se tomó en su tiempo: había formado grupo con unos cuantos amigos jubilados y se lo pasaban en grande. Después de la comida o cena en feliz convivencia, cogían sus  instrumentos musicales y cantaban canciones ya casi olvidadas por todos, pero siempre muy gratas de recordar.

¡Qué importante es almacenar la máxima cultura en las primeras etapas de la vida, y a lo largo de toda ella! De todo nos podremos servir siempre;  es un equipaje muy ligero que llevamos con nosotros. 





martes, 26 de junio de 2018

NORMAL Y NATURAL

Es normal y natural: si el ambiente que respiras está cargado de impurezas, las funciones vitales no pueden ser perfectas, y la consecuencia se traduce en una mayor debilidad ante las enfermedades y una vejez prematura... (`muchos problemas´); por consiguiente, te recomiendo un cambio: realiza un giro radical hacia una vida más sana, y el poder autoregulador de tu organismo le devolverá a tus funciones vitales el ritmo y rendimiento normales.

Sensio, después de escuchar las recomendaciones de su amigo el doctor Pemae, se dispuso a seguir sus consejos. Lo primero que haría sería dejar de fumar. Había llegado a un punto, que de seguir así, tendría que dejar el trabajo, y eso..., era grave.
Caminaba cabizbajo. Hacía repaso de sus actividades y de su modo de vida. Las compañías que frecuentaba, todos y todas, contaminaban su vida más que el aíre que respiraba. Nada podía seguir como hasta entonces. Se sentó en un banco del paseo que transitaba y sacó de su bolso una agenda. Canceló varías reuniones previstas desde su móvil.

Justo enfrente de donde estaba sentado, un rótulo en letras muy grandes, anunciaba: S.  F. Gimnasio 24 h. (SPA).



Se levantó del banco y se dirigió en aquella dirección con intención de entrar en recepción. Esta misma tarde empezaría a trabajar para una mejor forma física. Justo cuando abría la puerta, sintió que alguien le asía por el brazo: Era Calista, la chica que había conocido unos días atrás. Le sonreía de aquella forma tan excitante que le hacía vulnerable y lo dejaba a merced de sus deseos. Desde su divorcio había conocido a muchas mujeres, pero como ella, ninguna. No había tenido ningún prejuicio en irse con él a la cama el mismo día que se conocieron y le proporcionaba gran placer su presencia.

A punto estuvo de dar al traste con el cambio que se había propuesto y aceptar la invitación que le estaba proponiendo Calista, pero al ir a dar la vuelta, un látigo despiadado se disparó hacía sus lumbares y quedó inmovilizado por un corto espacio de tiempo. Fue corto, pero suficiente, vino a su memoria la pensión que tenía que pasar a Dijela, su ex, para sacar adelante a Mico, su hijo; el alquiler de su reducido apartamento, y todo lo que tenía pendiente...

—Calista, ya nos vemos otro día, pequeña —dijo algo compungido, ya que su gusto hubiese sido marcharse con la chica... ¡Tan mona ella! ¡Con aquella boca de dientes perfectos!
En aquel momento, cruzó como un relámpago su mente, la imagen de los feos dientes que tenía su ex, Dijela... Pero, ahora..., no sabía ni cómo, ni cuando... ¡Bueno, si lo sabía! Ésta, le había dicho que Mico necesitaba ortodoncia y le había sacado un pastón; pero, había optado, porque el dentista le pu siese la ortodoncia también a ella. Ahora lucía una boca tan perfecta como la de Calista. Mira por donde, la única cosa que no le gustaba de ella la había hecho desaparecer ahora que él no estaba en su vida. Y lo peor de todo era que lo había pagado él con el dinero de sus vacaciones. Su madre tenía razón cuando le decía que él nunca se iba a espabilar.

Se marchó Calista, y Sensio entró resignado a registrarse como nuevo usuario de aquel gimnasio que le prometia: S. (salud). F. (fuerza). Y que consumiría todo su tiempo libre fuera del trabajo. Músculos a cambio de las salidas a lugares de ambiente contaminado por los alientos de gentes que contaminan cuando hablan, cuando miran, cuando ríen y cuando besan, aunque luzcan una perfecta dentadura. 




lunes, 25 de junio de 2018

Miedo y terror

Delada tenía los ojos anegados por el llanto. Nada podía hacer para evitarlo, las lágrimas fluían  silenciosas. Había pasado la noche casa de los abuelos con otros primos y ya sabemos lo difícil que es la adolescencia, habían quedado disgustados. Ya falta poco para llegar a casa, pensaba para consolarse, siempre lo hacía.

Caminaba por el tortuoso sendero salpicado de matojos que amenazaban con hacerlo impracticable. El miedo le secaba la garganta. Imaginaba que Nequegro, el hombre siniestro que habitaba la única casa que se veía en aquellos parajes la estaba acechando para asaltarla. Tenía este muy mala reputación. Su mujer murió en extrañas circunstancias, apareció una mañana flotando boca abajo flotando en el enorme aljibe que recogía las aguas de lluvia que bajaban del barranco. Nunca se supo qué fue lo que motivó su muerte. Si fue suicidio o asesinato. Él quedó dueño y señor de la finca que ella había heredado de sus padres. La casa tenía un aspecto tan siniestro como el dueño, con sus rejas herrumbrosas y con las malas hierbas afeando sus alrededores descuidados y con gran cantidad de trastos viejos abandonados a su suerte.

Nequegro era un hombre venido de fuera. Se había conocido con Aurora, su mujer, en un tiempo de salida de temporeros a trabajar la vendimia en el país vecino. Él se esforzaba por parecer simpático, buen hombre, pero todos sabían que la pobre Aurora no recibía buenos tratos de su marido. Vivía amargada, con ese hueso duro de roer, que escondía detrás de una falsa sonrisa los más bajos sentimientos. 

No era la primera vez que Delada lo había visto aparecer frente a ella obstaculizando su paso por el estrecho sendero. Ella estaba dispuesta a defenderse si era necesario. Le daría un buen empujón y lo lanzaría monte abajo. Se hallaba inmersa en esos pensamientos cuando todo empezó a oscurecerse. Grandes y negros nubarrones ocultaron los rayos del sol. Gotas grandes como monedas caían con fuerza. Una lluvia torrencial comenzó a caer de improviso y grandes torrentes de agua bajaban de lo alto  del monte amenazando con arrastrarla por la vaguada. El único lugar que había para guarecerse era la casa de Nequegro. Venció su miedo y dirigió sus pasos hacía allí. 

Había un horno moruno a unos metros de distancia de la casa, humeaba. Al recibir el agua de la lluvia, esta, se vaporizaba debido a la fuerte temperatura que tenía: Nequegro estaba asando verduras. Aunque era lugar de secano, tenía un pequeño huerto donde hacía cultivos con el agua del aljibe. Nequegro se afanaba en poner a buen recaudo unos higos que tenía puestos a secar sobre un zarzo hecho con cañas. 

Cuando vio llegar a Delada corriendo, toda empapada, la invitó a entrar con esa sonrisa suya, que no por ser amplia ofrecía confianza sino todo lo contrario:

—"Pasa dentro, niña"—dijo en tono amable mientras abría la puerta de la casa. Vaya aguacero que nos está cayendo. 

—¡Sí, oh, estoy muy mojada!
—Si no te importa, puedo dejarte unas ropas de Aurora para que te cambies —dijo Nequegro al tiempo que se dirigía a la habitación contigua. Abrió la puerta con sigilo extremo, como si Aurora estuviese dentro durmiendo y temiera que  despertase. Cerró tras de sí con igual sigilo y se oyeron sonidos extraños de goznes que se abrían herrumbrosos, sin haber sido accionados en mucho tiempo.
Pasaron bastantes minutos, a Delada le pareció una eternidad. Al fin la puerta se abrió, y salió Nequegro portando un bulto de ropa envuelto en un pañuelo grande. Se lo ofreció a Delada al tiempo que le indicaba el lugar donde podría cambiarse de ropa.
Delada temblaba con un fuerte castañeteo de dientes, no sabía si de frío o de miedo. La introdujo por un oscuro y largo pasillo. Un ventanuco, al final del mismo, iluminaba de una manera tenue, difusa, el lúgubre lugar. Un fuerte olor a moho lo inundaba todo. Nequegro abrió una puerta, la invitó a entrar, y Delada se encontró en un dormitorio con una cama con dosel que la cubría toda. Las cortinas del dosel estaban cerradas, y la cama se ofrecía oculta llena de misterio. 

Delada comenzó a desnudar su cuerpo. Fue dejando sus ropas mojadas con cuidado sobre un sillón frailero que había en una esquina de la habitación y, cuando empezaba a ponerse lo que le había dado Nequegro, un estrépito tremendo la llenó de terror: algo saltó sobre ella salido de detrás de las cortinas del dosel:  —¡¡Ayyy!!—gritó mientras caía al suelo conmocionada.

Cuando Delada despertó se encontraba en su propia cama. Su madre la atendía con cariño y le curaba los arañazos que le había propinado el gato de Nequegro que saltó sobre ella asustado de recibir una visita inesperada que había perturbado su descanso. 

—¿Cómo he llegado hasta aquí? —Preguntó a su madre.
—¿No recuerdas lo que te ha sucedido en casa de Nequegro?
—No. Sólo recuerdo que una fiera se me abalanzó haciéndome caer.
—Nequegro nos avisó para que fuésemos a recogerte. Ya ves que corres peligros si te aventuras por los senderos del monte sola. No vuelvas ha hacerlo. 
—¡Hasta que sea mayor!—respondió Delada con una sonrisa. 

M.E.Rubio Gonzalez 


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martes, 19 de junio de 2018

LA DAMA DE AZUL


Nemisa, sin  previo planteamiento, siempre vestía de azul. Salía de compras y cuando volvía a casa, en los atuendos elegidos predominaba el color cerúleo en toda su gama.

Una mañana de primavera, salió de caminata con sus chándal de color azulado a juego con sus zapatillas y sus calcetines del mismo color. El sol lucía radiante con una atmósfera diáfana, había lloviznado durante la noche. Quiso su mala fortuna que tropezase en un desgaste de la calzada y fuera a dar con todo su elemento en el charco que la llovizna había acumulado en el hoyo. Su impoluto atavío quedó arruinado por el barro. Si solo hubiese sido eso, la cosa no tendría la menor importancia, ya que tiene fácil solución, pero, Nemisa, quedó sumida en un coma profundo. 

Ella no lo sabía. Aunque la llevaron al hospital y permanecía inmóvil entubada y conectada a máquinas que la mantenían con vida,  se encontraba perfectamente. Había dado un salto hacía un lugar donde todo era de color azul: las casas, con sus puertas y ventanas cerúleas; las gentes por las calles, todas vestidas de azul..., todo, menos el cielo, que era de un blanco satinado. Su desconcierto iba en aumento. Su instinto le decía que algo raro le estaba sucediendo... ¡«Qué lugar es éste»! Se decía. 

Por la avenida que transitaba, en las aceras, por las zonas menos pisadas por los transeúntes, crecían unas preciosas orquídeas que tenían forma de instrumentos musicales. Se agachó para observar detenidamente a una que tenía un color cerúleo muy suave, con forma de violín. Su sobresalto disparó el aparato que controlaba los latidos de su corazón: aquella orquídea comenzó a desgranar las notas del «Adagio de Albinoni» con una precisión tal, que quedó extasiada. Más adelante, otra orquídea que tenía forma de guitarra, le hizo el regalo de interpretar el « Concierto de Aranjuez», de Joaquín Rodrigo. 

Fue transcurriendo el tiempo y supo que se había hecho de noche porque, de aquel cielo blanco satinado, comenzaron a llover estrellas que danzaban al son de las melodías que no cesaban, eso sí, con sonido más tenue. Una de aquellas estrellas  quedó quieta y cantó. Cantó nanas  que hablaban de sirenas, para que los niños durmiesen con sueño profundo. Hablaban de sirenas, de hadas y de madres amorosas que les besaban y les preparaban torrijas con chocolate para desayunar. 

Entonces Nemisa, abrió los ojos. Ya nada era azul. Todas las personas que veía a su alrededor vestían de verde y no le gustó.    

  

miércoles, 13 de junio de 2018

LAS COSAS DE NALEM




Nalem caminaba de modo peculiar: lo hacia a grandes zancadas agitando su melena. Daba la impresión de ser un híbrido de caballo mustang y cebra africana cuando vestía una minifalda a rayas...

¡Pobrecita Nalem! Había nacido en el seno de una familia barrio bajera y de todo había tenido carencias: de amor, de sustento, de educación, y por más que lo intentaba no lograba emanciparse del lastre que todo ello había imprimido en sí misma.

Ella lo sabía, y en su sempiterno empeño por pulir su estilo y sus modales, daba un paso adelante y tres hacía tras. ¡No conseguía lucir fina y elegante!

El caso es que, tenía muchas virtudes, y sobre todo, una linda voz de soprano que cautivaba. Cantaba sin cesar, y no solo en la ducha: se había integrado en el coro de la parroquia, donde todos los componentes eran de lo más selecto del barrio.

Sus complejos la hacían sentirse fuera de lugar, y esto, a la hora de cantar, le impedía dar de sí todo lo que llevaba dentro... ¡Una pena!

Una mañana, decidida a resolver el problema, pensó pedir cita con el psicólogo para vaciar en él sus angustias y buscar un poco de paz interior.

Por fin llegó el día de la cita:

—Doctor, me siento abrumada. No consigo afianzar mi personalidad... Y fue desgranando con detalle todos los avatares que había tenido que superar a lo largo de su vida desde que nació.
—Está bien —dijo el doctor —si sigues mis consejos todo lo vas a superar. Ten la seguridad, de que cuando halles la calma en tu interior, esa calma se reflejará en ti. Es indudable que se refleja hasta en nuestra manera de andar nuestro estado interior. Busca un rincón que todos tenemos, dónde se halla nuestra capacidad de amar. ¡Ama! Ama a la vida...A los demás, a ti misma, olvida el pasado que ya no existe, y canta... La música es la panacea para todos los males. ¡Dios te dio un don para que lo disfrutes y lo des para que lo disfrutemos todos.



Y Nalem cantó, y la vida le sonrió.

viernes, 8 de junio de 2018

UNA EXCURSIÓN MEMORABLE




¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! Resonaban las pisadas chapoteando sobre el lecho del exiguo riachuelo.
—«¡Soy un híbrido de mustang y cebra africana!» Las risas de los niños sonaron explosivas mientras el abuelo hundía, una y otra vez los pies, saltando encima del hilillo del agua, haciendo asomar sus calcetines a rayas levantando con sus manos los bajos de las perneras de sus pantalones.

En verdad, era cómica la postura del abuelo, y los niños, contagiados de su euforia, comenzaron a chapotear y a gritar con fuerza: «¡Somos híbridos de abuelos y de abuelas!»

El estruendo se hacía eco en la lejanía que devolvía multiplicadas las voces infantiles: «¡Elas! ¡Elas! ¡Elas!»
Todos acabaron salpicados y empapados por el agua del arroyo, que discurría sosegada, y en llegando a la “poza” se emancipaba del reguero y se quedaba en el remanso.

El vientecillo sempiterno del monte, hacía tiritar de frío sus cuerpos cubiertos de ropas húmedas. Corrieron a toda prisa hacía la tienda de campaña instalada a la sombra de un pino.

Allí les esperaba la abuela, que puso el grito en el cielo al verlos llegar de aquella guisa:
—«¡Pero, bueno! ¿No habíamos quedado en que para bañaros en la poza os pondríais el bañador?»

—¡Dame vitaminas, abuela! Recibió por toda respuesta la abuela, que siempre salía provista de todo lo que más gustaba a sus nietos. Entró en la tienda de campaña, sacó de una mochila camisetas secas, y puso sobre la mesa las viandas. Todos se abalanzaron sobre los bocadillos y las frutas olorosas.

Mayo, es un mes lindo para hacer acampadas en los montes cercanos a la casa donde vivían Ela y Fermin. Disfrutaban llevando de excursión a sus cinco nietos para inculcarles el amor por la naturaleza y buenos hábitos para emplear el tiempo libre.

Aquél domingo, sería memorable y difícil de olvidar. Dani, el menor de sus nietos, marcó la anécdota del día, cuando vinieron a darse cuenta, había desaparecido.

Angustiados, echaron a buscarle por los alrededores llamándolo a gritos. Cuando llevaban poco tiempo de búsqueda, encontraron una escalera cuyos peldaños estaban esculpidos en la roca. Llegados al final de la misma, encontraron la entrada de una caverna.

Avanzando hacia dentro, vieron a Dani. Éste, al verlos, agitaba los brazos y gesticulaba invitándoles a llegar hasta donde él estaba. Se hallaba ante un cofre lleno de joyas y de monedas de oro que brillaban a la luz cenital que se filtraba a través de una rendija que había en el techo.

La cueva había sido guarida de bandoleros que anduvieron por aquellos contornos en siglos pasados.

Los niños, llenos de contento, pensaban que aquellas riquezas serían para ellos, pero Fermín, su abuelo, los informó de que tendrían que  declarar el hallazgo a las autoridades y que pasarían a ser de bien común como todos los tesoros que se encuentran en cualquier parte.

De vuelta a la tienda, Dani, hizo un guiño a su abuela y sacó un precioso anillo de su bolsillo:
—Mira, abuela, lo encontré en le monte y lo guardé para ti.











lunes, 4 de junio de 2018

LA CANCIÓN DEL AGUA


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Habían pasado dos años desde que llovió la última vez. Las lluvias se habían dejado notar por su ausencia. La primavera era inminente, pero la hierba en el campo se resistía a brotar. Donde años atrás, todo era una explosión de amapolas y margaritas, este año apenas asomaban uno hierbajos enfermizos. El sol, al aparecer en la cima de los montes, deslumbraba con su aspecto incandescente, y todos los seres vivos del lugar corrían a refugiarse de sus rayos abrasadores. En aquellos contornos, ya no había agua almacenada en los aljibes.

No cabía ninguna duda de que iba a ser una primavera seca y un verano abrasador. Por ello, estaba prohibido agotar las escasas reservas de agua del “Alubión” nombre del gran aljibe que estaba emplazado al final del ramblizo que bajaba desde lo alto del monte. Los dueños del caserón racionaban su contenido y solo se utilizaba el agua para beber. No se podía lavar la ropa. Para este menester se enganchaba a la "Rubia" yegua joven y robusta, en el carro y se hacía todo un día de salida hasta llegar al río, que se hallaba a seis kilómetros de distancia. Ese día era de gran algarabía para unos y de gran tristeza para otros: alegría para los que se iban, tristeza para los que se quedaban.

No era frecuente salir de la casa solariega emplazada en la soledad del campo. En el carro, ocupado en sus alforjas con ropa de cama y y grandes ollas con jabón disuelto en agua caliente, viajaban las jóvenes sirvientas  que reían con sus chistes y su alegría de vivir. Habían madrugado para hacer los preparativos necesarios, pero no acusaban cansancio alguno. En la casona, el ambiente era triste y de gran recogimiento religioso, no había espacio para el esparcimiento y la distensión. Julina, la señora de la casa, estaba recluida en la inmensa soledad de la sierra intentando sanar de su enfermedad pulmonar, azote de la época, la tuberculosis la estaba consumiendo. Languidecía sin remedio. Rogativas y cantos religiosos se oían por doquier, y la servidumbre vivía en gran recogimiento realizando las tareas del hogar. El día de colada era recibido como un bálsamo para sus jóvenes espíritus inquietos... Cuando iban en busca del caudal de aguas cristalinas, sus canciones iban dirigidas a la vida y al amor.



Las ruedas del carro chirriaban al chocar con las piedras del camino. Transcurrida media hora, bajando por el puerto de la sierra, se veían a lo lejos los tejados de las casas de la aldea que se hallaba justo al borde de la vega del río. Ya en la huerta, todo era exuberancia y verdor. Los brazales y las landronas se hallaban jalonados de todo un enjambre de árboles frutales, de chopos y moreras. Los bancales quedaban como a parcelados por ellos, con sus cultivos alineados con esmero y sus trigales salpicados de amapolas. Era el milagro del río. Un inmenso jardín que alimentaba el espíritu, seco, hambriento de la brisa que se desprende del vergel que produce a su paso el agua del río.

 Mariana, la más joven y callada, estaba muy influida por el ambiente religioso que se vivía en el caserón. Mientras todas charlaban y reían por cosas banales, ella meditaba. Restregaba y frotaba las sábanas de hilo primorosamente bordadas y miraba sus delicadas manos juveniles:
¡Qué maravilla hizo Dios al crear al hombre! Seguro que nada sería igual si no tuviéramos manos. Con ellas lo hacemos todo... El ser humano es la más hermosa creación de Dios.
No importa que estemos destinados a desaparecer dejando el cuerpo abatido como un despojo. Antes de partir cumplimos misiones que van quedando al servicio de los que se quedan.
Te doy gracias, Señor: Por mi salud, por mis manos, y por todo mi ser”
Y sus reflexiones emocionadas se las llevó la corriente del río.





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domingo, 3 de junio de 2018

POEMA A MIS NUEVAS AMIGAS

 PALOMAS QUE VUELAN ALTO

Queridas niñas mías:
Los cortos espacios de tiempo
que de vosotras he disfrutado
me llenan de dicha y contento.

Sed felices, os lo ruego,
no cedáis ante el tedio ni el tiempo.
Sois palomas que vuelan alto.
Dios nos guíe hacía un próximo encuentro.

                      Mª ENCARNA RUBIO




MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...