martes, 24 de marzo de 2015

EL EXTRAÑO



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Estaba tendido al pie de una cascada suave y fría. El agua burbujeante refrescaba su rostro macilento. Había caminado sin descanso todas las horas del día. El intrincado bosque, pleno de exuberante vegetación, no le había brindado ni tan siquiera el alivio del más simple de los arroyos. Parecía que la lluvia incesante alimentaba aquel milagro de vida vegetal. Nada más alejado de la realidad. Las lluvias eran casi nulas en aquellos lugares próximos al gran desierto.

 Él, había querido tener una experiencia sin igual aventurándose por el gran parque protegido. . 
Salió muy de mañana. El hotel donde se hospedaba estaba sumido en el silencio. A nadie notificó su salida ni le vieron partir con su mochila y su bastón. Se dio la caminata hasta llegar a las inmediaciones del parque y se adentró confiando en su brújula y su buen sentido de la orientación. Según caminaba, iba grabando los parajes absorto y extasiado de la maravilla que se le ofrecía a cada paso.

 De pronto, una enorme grieta se abrió a sus pies. Cayó rodando. Apareció en una gruta húmeda y oscura. Algo sorprendente se le hizo esconder su presencia en el lugar con el máximo sigilo. Se celebraba un extraño ritual alrededor de un pequeño estanque. Estaba éste en el centro, rodeado de unos extraños seres cubiertos por algo parecido a líquenes y musgo. Emitían una luz verde y un fuerte olor a moho. 

La cosa más bella que sus ojos vieran jamás, emergió de las aguas. Una bella joven ataviada con traje dorado y alas de hada portaba en sus manos una joya que ofrecía a los danzantes. En ese momento, ella, alzó la mirada y le vio. De sus ojos, salieron dos rayos de luz cegadores.


 Él, con la adrenalina a tope, su instinto le decía: --¡Corre, corre!--. Dio giro sobre sus pasos, y anduvo corriendo por el intrincado bosque perseguido por aquellos rayos de luz que parecían jugar al escondite.


Cayó exhausto al pie de la cascada y perdió el sentido. Nunca pudo precisar el tiempo que permaneció en el estado de inconsciencia. Despertó con el estímulo del sonido de la más dulce de las sinfonías. Abrió los ojos... y, allí estaba ella. emergía de las aguas del remanso y le miraba con su luz cegadora:


--¡Hola! --. Le dijo-- ¿Me conoces? Soy Laurisilva, la hija del misterio de la bruma y del bosque. Mis lágrimas fructifican en miles de dragos y de volcanes. Amo lo bello, la bondad, y la vida. Sumérgete conmigo para vivir en este planeta hecho con el polvo de miles de estrellas.

Cegado por su hermosura, cedió a sus deseos, y desapareció con ella en el fondo del remanso.
Le dieron por desaparecido, pero ellos se encuentra cerca de todo aquél que admira lo bello lo sano y hace la vida agradable a quienes se encuentran cerca de sí.






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