A veces la vida nos guarda sorpresas que jamás hubiésemos podido imaginar.
Así lo sentí cuando lo vi sentado en un banco del andén, en la otra orilla.
Llegó hasta mí su sonrisa y su beso,
como solía hacerlo; la sensación de su aliento sobre mi rostro…
--¡Buenos días “Aventura”! --Solía
llamarme así por el día que nos conocimos: fue una noche de verbena. Todos los
vecinos se agrupaban en medio de la calle junto a la amontonada masa de mazorcas
de maíz.
Era costumbre del pueblo colaborar en la tarea de quitar las hojas
secas que cubren las semillas de maíz de un modo totalmente altruista. Solían éstas,
ser de color amarillo, pero se hacían algunas mutaciones a causa de alguna
genética lejana, saliendo algunas de color rojo bermellón.
Cuando se daba esta circunstancia, quien
la encontrase tenía permiso para abrazar a quien quisiera.
Sucedió que, esa noche yo me encontraba cumpliendo con aquel deber de buen vecino.
Y, allí estaba él. Colaborando y esperando a que terminara el trabajo…, porque después se hacía la verbena
y se bailaba hasta la madrugada.
Y, le apareció a él la mazorca “roja”.
Le vi lanzarse sobre mí para darme su
abrazo entre risas como solía hacerse y nada más. Caí, me golpeé. Quedé en
coma. De todo ello, en mis recuerdos, sólo queda la secuencia de ese momento.
Desde ese instante, hay en mi memoria cientos
de historias fantásticas que, aunque viviese mil años, no sería capaz de
plasmarlas todas.
Mi mente, viajaba por espacios desconocidos. Vivía historias indescriptibles por lugares que nunca sería
capaz de imaginar…, y, en todas aparecía él.
Me veía vestida de blanco uniendo
mi vida a la suya en ermitas solitarias en la más absoluta intimidad. Vivimos
las historias alucinantes de todos los cuentos que se han escrito. Navegamos
por los “Mares del Sur” y, nos hicimos adultos,
para dar fruto en un jardín de amor. Ahora estamos en la estación donde nos
separa el tren. Él en un andén. Yo, en la otra orilla.
No importa…, sigue siendo tan mío… ¡Cómo siempre!
Está genial!!! Qué historia de amor tan hermosa. Ahora que vivo en un pueblo, leo tu relato y me parece vivirlo de alguna manera aquí, en los campos, cooperando con los demás, Y ese amor... que aparece para no marchar. Felicidades querida.
ResponderEliminarLo comparto.
Gracias querida amiga. Me alegra sobremanera comunicarme con alguien que como tú que tiene esa sensibilidad especial para expresarse. Naciste para escribir, eso se nota.
ResponderEliminarQue bonito ,, este tipo de relatos me encanta ,,son algo especial ,,
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