Hola amigos, antes de comenzar mi relato quiero presentarme:
Me llamo Carsa. Car, por mi padre que se llama Carzón, y "sa" por mi madre que se llama Sabia. Soy una cabra y vivo en una casa muy antigua que hemos ido heredando desde tiempos inmemoriales, casi de la prehistoria. La verdad es que vivimos en el corral.
Mi vida nada tiene que ver con la de otras cabras que viven en grandes rebaños en lujosas naves con todos los adelantos modernos donde, según dicen, hasta les ponen música de fondo y la comida no les falta. Parece ser que, con estos procedimientos dan más leche y salen más ricos los quesos. Pues, como les decía, mi vida es distinta.
Yo tengo que pastar todos los días por los montes y los valles. A veces, recorro caminos intransitables con peligro de despeñarme por un risco para al final encontrar algún matojo con sabor amargo que me amarga la mañana.
Total, deciros esto no implica que quiera contaros mis aventuras y desventuras, no: es que, el otro día, andando yo por sendero tortuoso en lugar alejado y dejado de la mano de Dios, me encontré con un humano de estos que saben tanto.
Dicen que son los seres más privilegiados por la madre naturaleza; pero algunos que mal se lo pasan algunas veces. Las cosas no les salen como ellos quieren y sufren como tontos. Yo no lo entiendo, claro que soy una cabra, la naturaleza no me ha dotado de nada.
Este humano que encontré se hallaba subido en lo alto de un risco, dispuesto a lanzarse al vacío. Yo pensé en lo que mi madre me dijo un día:
"Hija, no te lances al vacío si alguna vez sientes esa tentación" Tú, distráete y espera, que la muerte viene sola. Es lo único que hay seguro en esta vida y, a lo mejor, es más suave esperándola que si la tomas por tu cuenta. ¡ Mi madre es muy sabia para ser una cabra!
Hoy es un día especial, pues se hace realidad algo que es importante para mí. Desde siempre supe que los últimos años de mi vida los pasaría escribiendo, pero nunca imaginé que sería de esta forma.
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Me pareció muy original y sabio, a pesar de su sencilla imgenuidad. Un saludo.
ResponderEliminarQuerida amiga, a mi edad, lo más prudente es la sencilla ingenuidad.
ResponderEliminarUn saludo.