domingo, 3 de agosto de 2014

EL ALMACÉN DE ANTIGUEDADES




 Se movía con pasos desiguales como si estuviese ebrio y le costase mantener el equilibrio. A aquellas horas de la noche los murmullos del río resultaban lúgubres.
 Por el camino, serpenteante, una 
 sombra lanzaba maullidos de gato, atropellados, angustiosos; era la llamada desesperada de quien busca a un ser querido.  

En la oscuridad, en las márgenes del río, algo se movía. Por fin, los maullidos de llamada encontraron respuesta y la gata Isa saltó a los brazos amorosos que se abrieron para acogerla en abrazo filial.


 En el almacén del anticuario se amontonaban toda clase de muebles y objetos sin orden ni concierto. El polvo también campaba a sus aíres, a su libre albedrío. Parecía como si nada de lo que allí había mereciese la pena.

 Alejado de la urbe, el camino para llegar hasta él era angosto, casi intransitable.

 Cojo y jorobado, se llamaba Hermógenes el propietario del almacén, que no sé a quien se le ocurría ponerle ese nombre: a su madre no fue, pues le abandonó. Según cuentan le encontraron en un cubo de basura el primer día de su vida. 


Tenía Hermógenes por compañía a una gata, gorda y panzuda. Se le quemaron los bigotes y un ojo le quedó completamente blanco. También las orejas sufrieron mutilaciones con el accidente. Total, que parecía el animal, de la Prehistoria. 

Comían y dormían juntos. Iba tras Hermógenes como si se tratase de un perrillo faldero.

No lejos del almacén había una "venta", lugar de parada de los empleados de una cantera cercana. La hija de los venteros, una joven casadera, estaba encaprichada de la cama donde dormía Hermógenes con su gata Isa. En verdad que la pieza era bastante peculiar: una antigüedad de mucho valor en la que Hermógenes se sentía como un rey cuando se acostaba con Isa.


No dejaban de hacerle ofertas cada vez más tentadoras; pero él, estaba lejos de querer desprenderse de lo único a lo que le había tomado apego, que le hacía feliz en esta vida: su cama e Isa.

En la "venta" se hacían comentarios sobre la procedencia de la cama. Unos decían que de un rey famoso. Otros que si de otro personaje ilustre... Total, que los comentarios transcendieron, y un buen día apareció por el almacén un experto con la intención de inspeccionar  la cama. 

Con las artes que poseen los que están bien preparados para desempeñar su trabajo, consiguió que Hermógenes le dejase ver la cama.


Después de hacerle un examen exhaustivo le preguntó que cómo había llegado la cama hasta él... Era el lecho donde la Reina Isabel la Católica había consumado su matrimonio con Fernando el Católico..., un bien nacional, y se la iban a requisar.


Sufrió el pobre tal impacto que, sin dudarlo, tomó una decisión drástica. Desarmó su cama pieza a pieza y las fue bajando al río.

Construyó una balsa y se dejó ir río abajo con su gata Isa en los brazos. Nunca más se supo nada de ellos.  
  



    

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