Sintió la humilde margarita que una fina mano de largos dedos, finos, de blanca piel, la sacaban de su tallo. Había nacido a la orilla del camino. Sed y hambre fueron compañeros en su dolorida infancia. La inestable primavera le había negado las gotas de agua que la vivificaran y ayudaran a crecer de modo placentero y exuberante. Aún así, era largo y fino su tallo; tersos sus pétalos de brillante colorido. Era bella por milagro de la naturaleza que mima a sus humildes plantas y las nutre con rocío de la noche.
De pronto, se encontró en ramillete de finas y olorosas flores. Nacidas en jardín bien cultivado. Sintió su pequeñez y deseó volver al campo, a la orilla del camino. "No vamos a donde queremos, sino a donde nos lleva el destino"
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