La doctora Alegría tenía una amiga muy entrañable, la doctora Dieta. Siempre que tenía un caso difícil de su especialidad, recurría a sus consejos de buena profesional. Les unía un gran afecto aunque a veces le resultaba incómodo seguir las normas que ésta le dictaba, sobre todo si le afectaba el problema de modo directo. Era estricta y severa en sus conceptos y nada flexible. O se hacía lo que mandaba, o te dejaba tirado sin miramientos. La doctora Alegría era muy dada a las comidas copiosas. Su amiga, la doctora Dieta, le ponía sobre aviso:
--Mira,
Alegría, los excesos nunca son buenos, tú deberías saberlo. No te dejes dominar por el placer del estómago --le decía-- Tengo una paciente, la señora Obesidad, que está pagando caro el placer de buen
yantar, como diría Sancho Panza. Cuida tu dieta por el bien de tu
salud.
--Oye
Dieta, yo también tengo pacientes. La señora Anorexia, a la que veo
con dificultad cuando viene, que no sé si se trata de un palillo
chino, o de una fantasía óptica, también paga caro la carencia.
--Bueno,
bueno, vamos a dejarnos de discusiones y vayamos al bulevar, he
quedado con mi amiga Tranquilidad. Tomaremos un refresco, eso sí,
de frutas del tiempo. Dijo Alegría
--Yo
no iré –dijo Dieta--, cuando vamos las tres juntas me siento
discriminada. Vosotras recibís los halagos y yo soy ignorada de un
modo insultante. Decididamente no iré.
Je, je, je... Una metáfora muy divertida. ¡Saludos!
ResponderEliminarMe alegra tu sonrisa. Feliz día.
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