miércoles, 17 de julio de 2024

La conquista de Jericó

 


 La ciudad de Jericó estaba rodeada de gruesas murallas inexpugnables. Su conquista fue de lo más sorprendente y espectacular. Los israelitas sitiaron la ciudad después de cruzar el río Jordan, cuyas aguas hicieron camino separándose al mandato de Josué que dio un golpe con su vara desde la rivera sobre el caudal y pasaron a camino seco, todo el pueblo con sus enseres y sus animales, cabras, asnos, bueyes... 
Acamparon. Jericó se veía a lo lejos, encima de una loma. El ejército que mandaba Josué por la orden de Dios, estaba preparado para ir a la carga, habían entrado en secreto dos soldados en la ciudad. Cerciorados estaban de lo difícil que sería conquistar el lugar. Solo con la ayuda Divina podrían hacerlo.
Josué oró en silencio ante el Arca de la Alianza. Dios le reveló la estrategia que habían de seguir: «Una vuelta alrededor de la ciudad todo el ejército durante seis días, con el Arca de la Alianza conducida por los jueces haciendo sonar trompetas. Al que hacía siete días habían de dar siete vueltas y gritar con todas las fuerzas que sus pulmones pudiesen resistir». 
 Así lo hicieron, y ¡oh milagro! Las murallas comenzaron a agrietarse a lo largo y ancho de todo el recinto cayendo derrumbadas quedando la ciudad a merced de los israelitas, que por mandato divino, exterminaron toda la ciudad sin dejar ser viviente ni piedra sobre piedra. Dios maldijo aquel lugar de perdición y dio la orden de que jamás fuese reconstruida. 

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