miércoles, 3 de julio de 2024

Josué

    




 Los israelitas, a pesar de vagar por el desierto, eran un pueblo organizado, con altos valores morales, siempre intentando ser fieles a los mandamientos de Dios, y nunca una comunidad ociosa. Las mujeres curtían pieles y tejían cumpliendo siempre con sus deberes de amas de casa y los hombres con sus labores habituales para ellos. Moisés era el jefe y dirigía al pueblo de Dios siempre con su mandato. No prospera donde reina el desorden y la anarquía. El ejército estaba bien reglamentado y estaban preparados para formar una gran nación en la tierra prometida.

Josué era lugarteniente de Moisés y Dios lo tenía destinado a ser su sucesor por sus actitudes de alta calificación. 

A la muerte de Moisés ya se hallaba el pueblo hebreo divisando a lo lejos la ciudad de Jericó. Gentes sumamente corruptas de proceder deplorable la habitaban. Costumbres de una aberración sin límite parecidas a las de Sodoma y Gomorra. Tal era la repulsa que Dios sentía hacía ellos, que dio a Josué la orden de que todo ser viviente tenía que ser sacrificado, no coger de allí nada, todo había de ser destruido para borrar su huella de la faz de la tierra.

      

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