viernes, 17 de noviembre de 2017

MISTERIO EN LA CASA DESHABITADA



De la casa deshabitada, allá en lo alto del cerro, dos columnas de humo subían hasta las nubes. Salían de sus grandes chimeneas. 
   
 Ese día, iluminado por un sol radiante, se había disipado la densa neblina que habitualmente ocultaba la silueta del caserón. 
   
 Todos los habitantes del lugar, recordaban las historias que habían trascendido acerca de aquella casona, contadas por los ancianos al calor de la hoguera en las largas noches de invierno.

 ¡Esa casa está embrujada! —decían—.  Nadie se atrevía a acercarse a ella.  Cierto era que, el paso del tiempo no se hacía notar en su antigua estructura, permanecía sin mácula, como recién construida. 

 Comentaban los lugareños, amedrentados por el misterio, que las noches de luna llena una lucecita difusa se dejaba vislumbrar a través de la densa niebla que envolvía el edificio del promontorio. Unas veces era verde. Otras de un rojo intenso; pero nunca, azul. 
   
 Azul, dicen que se llamaba la hija del dueño. 
Cuentan, que era una niña especial. Cuando llovía, Azul salía a la ladera del monte y cantaba canciones nunca oídas y las dedicaba a su madre a la que nunca conoció. 
  
Tenía una madrastra de comportamiento melifluo. Se comunicaba con el maligno. Éste le había prometido la eterna juventud si era capaz de pervertir a la niña... Cómo no conseguía su propósito, buscó en los bajos fondos ocultos un hechizo, y la convirtió en un pan de hogaza. Acto seguido, con la colaboración de señor de las tinieblas, convocaron a los malos espectros. 
Intentaron comer la hogaza de pan, pero no pudieron, ésta desapareció entre la bruma, volando con alas de cóndor andino.
  
 Ahora, cuando el sol difumina la niebla, sale humo por las chimeneas, y todo el valle se impregna de un delicioso olor a pan de pueblo recién cocido.


      Resultado de imagen de casas antiguas de monte grande


      
   
   

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