--¡Juanón, Juanón, mira, hay luz en el establo!
--¡Es verdad, no me acordaba..., nosotros no tenemos ningún establo! --Si crees que me vas a coger en una, la llevas clara. Esta era la reflexión que se hacía María, llamada por todos, "Lanenica", después de poner cara de tonta delante de Juanón, su marido. Era éste, un hombre cazurro y violento que disfrutaba dando golpes a su mujer al menor descuido de ésta. Buscaba las ocasiones de enfados y peleas en las cosas más absurdas y disparatadas. Ella, estaba pendiente de no llevarle nunca la contraría, sonreía siempre, y le complacía en todo.
Lanenica, llena de gracia y desparpajo, agarró a la burra por el rabo, y tirando fuerte le decía:
"¡Anda patrás, burra, que bastante tiempo has andao palante!
Se apresuró a poner un tazón encima del ratoncillo, y con alegre sonrisa saludó a su marido, que venía dispuesto a comer..., y a lo que hiciera falta:
--¡Juanón, qué pronto vienes hoy! la comida aún no está hecha. Si quieres te frío un huevo y unas patatas.
--¡Patatas, patatas! ¡Yo no quiero huevos, ni quiero patatas! ¡Hoy quiero comer carne!
--Pero, Juanón, si sabes que carne solo comemos los domingos. Yo, ahora no te puedo dar carne porque no tengo.
--¡Pues dame un ratón frito, que de eso si hay bastante en casa!
--¡Pues mira, hijo, aquí debajo del tazón lo tienes!
"¡Colorin colorado, este cuento se ha acabado!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario