Era plácido y feliz el transcurrir de sus días. Nada enturbiaba su devenir.
Cuando tenía un ataque de melancolía, abría su blog y escribía:
cuentos fantásticos, estimulando su imaginación con bella música de fondo.
Sus relatos, eran a veces ingenuos, otras no tanto; pero siempre dentro de una línea marcada por la ética y la moderación.
No se puede lanzar al viento nada que enturbie la atmósfera límpida de mi valle.
Aguas cristalinas inundan los rincones más recónditos de mi alma.
Sólo un «Señor» habita los remansos que a su paso tortuoso va dejando el cauce de mi río.
Cauce que ha recorrido todo un sin fin de sinuosos parajes donde
sus torrentes han excavado profundos desfiladeros.
No vuelven atrás las aguas.
Buscan nuevos parajes por vados y quebradas.
Sigue el cauce su destino hasta perderse en la inmensidad de mares y océanos.
Todos los ríos se unen en un solo mar infinito sin tormentas, donde la paz tiene su morada.
«La paz se alimenta de sueños de amor y esperanza»
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