sábado, 23 de septiembre de 2017

EL DELANTAL

Levantó los ojos del diario y, por encima de sus lentes, fijó su atención en los graciosos zapatos que se posaban con elegancia sobre el piso de la cocina. La instantánea quedó en su retina repitiéndose una y otra vez como flax  que se acciona  a intervalos. Después de los zapatos fue subiendo hasta llegar a la cintura. Diminuta.

El lazo voluptuoso del delantal se expandía hasta las caderas con sus puntas largas, largas... ¡Dios mio, que prodigio! De pronto, se inclinó para poner detergente en la lavadora...
 ¡Indescriptible! Las piernas sobre los tacones subían la falda de manera que, solo tapaba su ropa interior el lazo del delantal...
   
 Amadeo esperaba hojeando el periódico con impaciencia la hora en que Adelina subía y bajaba las escaleras haciendo las tareas domésticas; pero sobre todo, cuando en la cocina, anudaba en su cintura su precioso delantal: Era una catarsis que renovaba sus energías y le devolvía la paz...«para seguir leyendo el diario»

M. E. Rubio González

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