martes, 26 de septiembre de 2017

CADA DÍA ES NUEVO

El agua del grifo caía con fuerza produciendo chispazos que lo estaban mojando todo alrededor del lavabo. El ruido que hacía atrajo la atención de Julina, gran amante de la limpieza y el orden.

—¡Pacooo! —gritó—. El estruendo se que se oyó salió por la ventana, y el viento de Tramontana lo arrastró hasta el valle que se extendía allá a lo lejos. El viento quiso jugar con él, y lo fue llevando por montañas y valles, hasta que en su enredo con ellos, se lo fueron pasando convertido en «eco» que repetía una y otra vez... ¡Pacooo... Pacooo...!

Paco, al oír la potente voz de su madre, dejó la pastilla de jabón en la jabonera, y temeroso, corrió asustado y arrepentido del tremendo delito cometido, y no encontrando otra salida, se deslizó por la barandilla, escaleras abajo.

En su escapada precipitada y sin saber dónde esconderse, vio que la puerta que daba absceso al sótano de casa estaba abierta: bajó, cerrando cauteloso tras de sí.
La oscuridad más absoluta lo envolvió.
 No tuvo que esperar largo rato a que sus pupilas se adaptaran a la oscuridad, pronto fueron apareciendo ante sí los objetos que el lugar tenebroso contenía: baúles, máquinas de coser antiguas, maniquís sin brazos y sin piernas, y un gran armario con las puertas abiertas que parecía quererlo  tragar.

Se fue acercando medroso con la intención de esconderse detrás de la gabardina de papá, que tenía las mangas en posición de abrazo, invitándolo a refugiarse a su abrigo. En ese preciso instante, los goznes de la puerta chirriaron a modo de lamento. Una voz un tanto excitada, exclamó: «Pacooo, ¿estás ahí?» — Paco estuvo tentado de decir: ¡nooo! pero, contuvo la respiración y esperó a que la voz se hiciera silencio y la puerta se cerrara. 

Paco tenía miedo de las sombras, pero el temor a mamá lo superaba... "Era tan limpia y exigente" De vez en cuando hasta pegona. 
Si Paco no era obediente en todo, se enfurecía, gritaba y zarandeaba al pobre chico. Éste le tenía un miedo tal, que le era sumiso hasta la médula, no se atrevía a contradecirle. Si había de despedirse de ella por el motivo que fuese, le aterrorizaba acercarse para darle un beso. 

A pesar de estas circunstancias anómalas de lo que es una madre, Paco era un niño soñador. Jugaba con los bichitos que encontraba a su paso cuando salía al jardín y le gustaba bañarse en la acequia que lo surcaba de Norte a Sur. Se tendía bajo el magnolio  centenario y leía los cuentos que su tía abuela le regalaba en su cumpleaños.
 Recordaba con deleite sus caricias y sentía el calor placentero de que alguien lo quería. —Cuando estés triste, —le decía— recuerda al buen «Jesús», cuando dijo a Lázaro: —«Lázaro, levántate y anda». — Lázaro se levantó y anduvo... 

Y vendrá la Tramontana. Se llevará por la ventana los temores, los reproches... Y el agua de la acequia regará el magnolio centenario, y cada año, tendrás ante tus ojos la maravilla de verlo en flor. 

Resultado de imagen de imagenes de magnolios en flor

M. E. Rubio González

2 comentarios:

  1. Hermoso querida amiga ( disculpa no sé cómo seguirte o creo qué es así tu blog ) Bello relato , saludos !!

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  2. Gracias amigo. Un saludo lleno de buenos deseos para ti. Todos caminamos en dirección a lo imprevisto. Estaremos más seguros si seguimos la luz de la antorcha que ilumina el camino a seguir. Paz y amor.

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