Adela tecleaba con la mirada fija en la pantalla del ordenador. Lo tenía situado frente a la ventana, de espaldas a la puerta de la habitación. Absorta en su trabajo no se había percatado de la presencia de su madre. Ésta, había entrado sigilosa. Indignada, tenía el semblante demudado y se la veía dispuesta a soltar la regañina. La chica, del sobresalto casi se cae del sillón.
--¡Niña! Lee en alta voz lo que has escrito. ¡Ahora mismo! -Gritó la madre.
--¡Mamá, no me fastidies! ¡Siempre me estás espiando!
--Te espío porque es mi deber. Por lo poco que he ojeado no creo que a tu edad se escriba algo así.
De momento veo que tienes un pronombre demostrativo masculino plural de cercanía sin acentuar. Y el tema que has elegido para conformar el texto no me gusta.
¿Cuándo has tenido tú esa clase de experiencias para describirlas con tanto detalle?
--¡Por favor! ¡No son experiencias mías! Simplemente estoy haciendo un trabajo. Tengo que presentar una redacción. Se me ha ocurrido que un tema romántico..., puede quedar bonito.
Adela tenía el entrecejo fruncido, con la sensación de que su madre había quedado anclada en tiempos perdidos en la distancia.
Dio comienzo a la lectura de su relato. Haciendo un esfuerzo consiguió que su voz sonara natural a pesar de sentir traicionada su intimidad:
Amanecía.
Ni el aroma del café ni la tostada con mantequilla y mermelada despertaban mi apetito como tus ojos adormilados. Orlados de pestañas de un dorado de arrebato. Y si me sonreías con expresión de tierna añoranza de lo recientemente vivido, mi alma se descomponía...
¡Ay, amor! Entre tus brazos, con nuestros cuerpos desnudos entre aromas a sábanas recién planchadas, el infinito se acercaba tanto, que casi se palpaba con los sentidos... Y, se repetía el vuelo por los colores del arco iris. Dios los hizo para que tú y yo los gozásemos abrazados con brisas de la mañana y susurro de noches estrelladas.
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario