Adela sonreía. Tendida sobre su cama acababa de despertar de una esporádica siesta. Había estudiado a fondo durante varias horas y en un momento dado pensó que se la merecía.
Estuvo tentada de mandar un whassApp a Eloisa, su amiga más intima, para contarle un fantástico sueño que había tenido, pero se contuvo. Cerró los ojos tratando de rememorar los instantes maravillosos que había vivido. No sabía cómo, pero estaba profundamente enamorada de su profesor.
A decir verdad, pensándolo bien, no había por qué. Éste, era estúpido y exigente. Tampoco era muy guapo que digamos. Se movía como un sonámbulo de aquí para allá mirando a unas y otros con explicaciones de oraciones y derivaciones de palabras un tanto aburridas, pero... ¡Qué le vamos a hacer! El amor es ciego. Su amiga Eloisa también estaba enamorada de él. Las dos se consolaban juntas de su amor imposible. Por fin se decidió y cogió su móvil:
"¡Querida Eloisa! ¡He soñado con él! Se había caído al río y yo le ayudé a salir. Me abrazó como el náufrago abraza al madero que flota a la deriva. Me sentí tan feliz con su cuerpo chorreando junto al mio que me he despertado llorando de alegría" Un besito. Nos vemos pronto.
Anduvo somnolienta y sin querer tropezó con su gato que también deambulaba en la misma dirección. Éste, dio un maullido lastimero e instintivamente sacó las uñas, pero al percatarse de que era ella las escondió de inmediato. La siguió sumiso seguro de que algo caería para saciar su golosinería.
Adela se agachó, lo cogió con cariño entre sus brazos y le besó. Abrió la puerta del refrigerador y sacando una salchicha para gatos se la dio con ternura:
-Toma Eustaquio, cómela con el cariño que te la doy. Y se sentó a imaginar una bonita historia en la que su gato se encontraba con Eustaquio, su profesor.
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