sábado, 14 de mayo de 2016

NIÑOS DE LA POSGUERRA DE PUEBLO

La monotonía era la tónica general día tras día. Estos se sucedían con una lentitud pasmosa.
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Era costumbre que los niños trabajasen a temprana edad. A partir de los diez años, todos te consideraban mayor. Si no tenías gran interés, sobre todo a las niñas, no se las obligaba a asistir a la escuela. Su aprendizaje empezaba a ser duro en las tareas del hogar: amasar el pan, la limpieza de la casa, lavar la ropa, coser los atuendos de todos, y un suma y sigue sin fin. 

El menú de cada día, casi siempre se componía de un guiso de legumbres. No había segundo plato, y la mayoría de los días tampoco postre. La olla se llenaba del potaje para poder repetir hasta sentir saciado el apetito.

En todos los hogares no se podía suministrar la merienda a los niños. Éstos, se olvidaban del hambre 
jugando en la calle como posesos. Iban de de juego en juego. Había gran variedad de modalidades. Todas ellas agrupaban a los niños del barrio. Era costumbre jugar por separado, igual que se hacían las clases en la escuela, niños con niños..., niñas con niñas. Andaban en grupos, por la calle, juntos pero no revueltos.

Cuando la noche se acercaba, todos desaparecían. Las calles quedaban desiertas, oscuras, con la luz de las estrellas. Si había luna llena, se escuchaba el maullido de los gatos. Parecían lamentos de niños humanos que daban un toque siniestro a la noche de invierno.

Solían tener chimenea la mayoría de las casas del pueblo. Las veladas unían a la familia  junto a los leños del hogar. Se cuidaba mucho lo que se hablaba si había niños de por medio. Ni política, ni sexo.
Aunque a veces, de forma velada según creían ellos, se hacían comentarios alusivos a ello. A los niños, nada se les escapa. Cuando una cosa tiene cierto aíre de misterio, ellos lo captan. Cuando llega el momento oportuno, descifran el enigma.

Por supuesto se hacían deberes. Nada que ver con lo de ahora. Si eras afortunado, y tus padres tenían claro que estudiar era lo que más te convenía, harías carrera. Si ellos pensaban que lo de los libros no era lo más urgente, ¡Carne de cañón!

Algunos han llegado a la vejez con la sensación de no ser persona que se ha realizado totalmente. No se dan cuenta de ello hasta que, ya inactivos, tienen tiempo de adentrarte en si mismos; sienten que hay un puzzle que tiene piezas que no encajan, que le falta tener el decorado perfecto.

Yo los veo corriendo tras las posibilidades que se les presentan, aprovechando al máximo el tiempo que les queda para conformar esas piezas y marchar con su paisaje bien definido.
Quedan muchos de aquellos niños de la posguerra en los pueblos de España. Hoy son jubilados que no han perdido el hábito del trabajo. Siguen arrimando el hombro a la familia cuidando de sus nietos,

¿Qué tenemos que decir de las niñas de la posguerra? ¡Ellas nunca se jubilan! Levantan la olla cada día para que coman todos los de la familia. Esta crisis que estamos viviendo, sería el duelo de nuestra democracia sin ellas y ellos ¡El hambre que tapan las niñas de la posguerra!  Hay grandes talentos desperdiciados entre ellos y ellas. Son los que levantaron el pueblo, emigrando, trayendo gran cantidad de dinero, con honradez, con inteligencia nata,  sin apenas saber escribir. 
 

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