La plaza de la Salud de mi pueblo es una aberración.
No hace mucho tiempo era una plaza bonita. Tenía una fuente central y en su entorno, árboles que daban sombra y un ambiente de frescor y hemosura que cautivaba.
Ahora, es la plaza más desconcertante que se pueda imaginar. El sol no tiene rival que le plante cara y un mosáico de chicles pegados al suelo hacen repugnante el paso por ella.
¡Pobre plaza, la difunta! La que se fue. Nos ha dejado desprovistos de murmullo del agua y de frescas hojas en el estio. ¡Ya no es la plaza de la salud! Se ha convertido en la plaza que da testimonio de un desacierto.
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