jueves, 29 de octubre de 2015

EL MIEDO EN LA SANGRE

Ludovico nunca pudo imaginar lo que aquella mañana fría y tenebrosa de noviembre le aguardaba a la salida de casa. Se disponía éste a pasear a su perro Kuki. Ni se había percatado de la espesa niebla que hacía casi imposible caminar. Cuando salió a la calle y tuvo consciencia de ello, pensó que era una temeridad salir, no se veía nada a un metro de distancia, ni siquiera las luces de los coches. Kuki, nada más abrir Ludovico la puerta, salió disparado hacía la calle y se perdió de vista de inmediato. Ludovico que estaba dudando y proyectaba aplazar la salida, de modo casi instintivo, salió tras él, sin meditarlo siquiera.

 Llamaba a Kuki a voces y casi a tientas, con los brazos extendidos hacía delante, caminaba con paso inseguro y vacilante. Pronto la húmeda niebla se apoderó de sus ropas que sintió pegadas a su cuerpo, mojadas. Un escalofrío Recorrió su ser de pies a cabeza. Los ladridos de Kuki casi se perdían en la distancia. De pronto, sus manos tocaron algo viscoso que se pegaba  y un olor inconfundible a sangre le llenaron de terror.

Resultado de imagen de dibujos de jalowin Trató de averiguar de qué se trataba y dedujo por el tacto y lo poco 
que se veía, que sobre un banco del jardín cercano a su casa había alguien que al parecer estaba inconsciente y sangraba. Sintió al momento unas manos que se aferraban a su cuello como garfios. Trató de encontrar a la persona  que le agarraba buscando en circulo a su alrededor. ¡Nada! No había cuerpo físico palpable. La espesa niebla  el olor a sangre y las manos cómo garfios asidas a su cuello le hicieron perder el sentido. Cayó de bruces sobre el cuerpo inerte del banco del jardín.

Despertó sobresaltado. Una melodía a ritmo de sevillanas se oía estruendosa. En el salón, encima de de la mesa del comedor, kuki, vestido con un traje de faralaes, se bailaba los cinco palos de las sevillanas a la perfección. No hay palabras para describir la impresión sufrida por Ludovico:
--¡Dios mio! ¿Me estaré volviendo loco? ¡Pero, kuki! ¿Has aprendido a bailar?  
--¡Sí, amo, y también he aprendido a hablar, para decirte que quiero casarme con una perrita que me adora y que quiero independizarme! 

Salió despavorido a perderse en la niebla...
¡Pobre Ludovico! Ni había niebla, ni el perro bailaba sevillanas! Simplemente, se había pasado de copas en esa fiesta... ¡Qué ustedes saben y yo me pienso!      

2 comentarios:

  1. Qué bueno, está genial Encarna, ya me estaba asustando pensando en cualquier cosa y el final ha sido buenísimo. Lo que hace pasarse de copas y andar de fiesta. Ahora bien, el pánico que debió sentir Ludovico cuando aquellas manos le rodearon el cuello, era para haberlo visto jajajaaj.

    y lo del perro, mira que si es verdad y se independiza, ya lo último.

    Te felicito querida amiga, tus dotes y talentos de narradoras de cuentos son magníficos.

    Un fuerte abrazo con beso incluido y te deseo una feliz semana.

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  2. Hay momentos que el buen humor aflora y nos da un respiro en nuestra azarosa vida.
    Gracias por tus agradables y simpáticas visitas. Un beso grande Mila.

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