lunes, 6 de abril de 2015

AVENTURA Y AMISTAD

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-- ¡Qué bien te debe ir la vida, amigo mío! Dame un abrazo, hombre..., y dime..., cuéntame, tienes un buen aspecto.
--Sí..., bastante bien. Si me hubieses visto hace un mes seguro que no pensarías lo mismo. Aunque no lo parezca mi vida es un asco. Para empezar:
 Me hacen revisiones de colon, me falta un riñón, duermo todas las noches con una mujer que no me gusta, y por si eso fuera poco, me han clavado en una deuda de doce mil Euros.

--Me dejas de piedra amigo, pensé que eras un hombre afortunado y que tu mujer era el centro de tu vida.
--¡El centro de mi vida! Hace tiempo que abrí los ojos a lo evidente, toda su belleza se olvida a los cinco minutos de hablar con ella. Es inconstante, vulgar, pasiva, y qué sé yo. Aburre hasta la saciedad. Nada está donde tiene que estar. Necesita que el dinero caiga del techo sin parar de noche y de día.

--Hombre, tal como lo pintas, cualquiera saldría corriendo por piernas.
--Todos los días, salgo pensando en no volver.
--¿Por qué no lo haces?
--Cualquier día lo hago.
--Venga, hombre, la vida es una sola. No la desperdicies.
--A  veces, me veo navegando por mares lejanos, sobreviviendo como Robinson Crusoe en una isla desierta.

--¿Por qué no te vas a Australia? Creo que allí necesitan gente especializada. Tú eres un buen veterinario.
--No tengo dinero para todos los gastos que conlleva el proceso.
--No te preocupes de nada. Yo voy a mirar todo. Tú, sigue tu vida normal. Cuando esté todo preparado te llamo y hablamos. Del dinero no te preocupes, allí se ganan sueldos muy altos. Ya me lo irás devolviendo.
--¡Me has devuelto la ilusión, Paco, amigo mío! ¡Un abrazo!
--¡Venga, venga! ¡Los amigos se ayudan! Tú sabes que puedes contar conmigo.

Se separaron los amigos y Andrés marchó a su casa dispuesto a dar el gran salto.
Pasaron unos días y la rutina hizo olvidar a Andrés los proyectos que iniciara junto a su amigo de la infancia. Desde la guardería fueron compañeros inseparables. Se apreciaban como hermanos, con una sincera amistad.
Una mañana sonó el teléfono en casa de Andrés. Pepa, la mujer de éste, atendió la llamada:

--¡Hola, soy Paco, ¿está Andrés?
--Hola, Paco. Andrés no está. ¿Quieres dejarle un recado?
--Sí, dile que me vea en el bar.
--Paco, ¿cómo estás? no vienes mucho por aquí.
--Estoy muy liado Pepa. Cualquier día paso. ¡Un saludo!

Cuando vino Andrés a casa recibió la noticia y se dispuso a ir al encuentro con Paco. Pepa, haciendo gala de su falta de tacto, en opinión de Andrés, se empecinaba en acompañarle.
--Necesito que me hagas un favor, Pepa. Espero una llamada importante.¿Quieres esperar aquí y atender al teléfono? Te prometo que no tardaré.

Pepa dejó marchar a regañadientes a Andrés. Éste anduvo el camino hacia el bar en cuatro zancadas, nervioso, apresurado. 
--¿Qué hay Paco? --Le dijo a modo de saludo a su amigo. --Ya no me acordaba del trancazo que llevamos entre manos. Me parece una locura indigna.
--Pues todo está dispuesto. El martes a las seis sale el avión que te llevará a Sidney. Tienes hotel y contactos que se comunicarán contigo nada más llegar para el contrato de trabajo. Te adjunto, con el pasaporte, una cuenta bancaria. Confío en que serás prudente en el gasto ya que pongo mis recursos en tus manos.

--Amigo, no tienes que preocuparte. Basta que seas tú el perjudicado para que yo procure no ponerte en apuros. Te devolveré con creces el favor que me haces.--Le dijo Andrés--
Aquella noche Andrés observaba a Pepa más que de costumbre. Los remordimientos querían aflorar...,¡qué diablos! --Se dijo--, ¡libertad divino tesoro! todo estaba decidido. ¡Viva la aventura! ¡Adiós a la rutina!
¡Viva la libertad!

Llegó el día. Él salió para el trabajo, al parecer, como de costumbre, pero estaba de acuerdo con su amigo, que le  recogió  y le llevó al aeropuerto donde embarcó rumbo a Australia. 



Por la ventana entreabierta, la luz tamizada y suave de la mañana iluminaba tímida, perezosa, la habitación. En la cama, Pepa duerme despreocupada; se acostó temprano y ni se había dado cuenta de que su marido se había ido. Coge el  móvil y llama a su marido.

 El teléfono de Andrés no da señales. Toda nerviosa se tira de la cama con tan mala fortuna que resbala y cae. Pierde el sentido y queda inconsciente en el suelo. ¡Pobre pepa! Nadie la va a socorrer, Andrés ya estaba surcando el espacio que le llevaba a su nuevo destino. 


Paco, que tenía la misión de comunicar a Pepa la marcha de Andrés, fue hasta su casa a darle la noticia. Llamó al timbre y nadie le abrió.

Después de varias llamadas telefónicas y al timbre sin respuesta, y con un extraño presentimiento de que algo extraño pasaba, avisó a la policía. 
La encontraron como ya sabemos, inconsciente. La trasladaron al hospital, donde, después de muchos cuidados, Pepa despertó con una amnesia total. No recordaba nada de su vida anterior ni de la existencia de Andrés. 
Una mala noticia llegó a los oídos de Paco por los medio de comunicación, el avión donde viajaba Andrés, había sido secuestrado y asaltado. Se daba por desaparecido y no había noticias de los pasajeros.

Paco se sintió responsable. Cuidó que no le faltase de nada a Pepa, y se la llevó a casa para cuidar de ella hasta ver como se resolvía aquella nefasta situación. No le contó nada de la existencia de Andrés. Se dio un tiempo esperando que ella recuperaría la memoria, y para saber si Andrés daba señales de vida.

Poco a poco, fue Pepa metiéndose en la vida de Paco, de tal manera, que éste no concebía cómo su amigo no había sabido apreciar las maravillosas cualidades de su mujer. Salían a correr juntos y hacían excursiones a los pueblos cercanos a la capital, descubriendo sus costumbres y el carácter de sus gentes. 

Cuando volvía a casa, Pepa había creado el ambiente ideal con tan buen gusto, que era un placer vivir con ella. Tenía las preferencias de mayor categoría en música y lectura, y se había convertido en una amante del ejercicio y el deporte. Ni que decir tiene que la relación entre ellos era puramente de gran amistad. 

Se enamoró de la nueva mujer que había nacido a su lado y deseó que no recobrara la memoria..., y que su amigo no regresara, !nunca más¡ 





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