—¿Conoces a doña Anselma de Trujillo?
—No. ¿Quién es esa señora?
—Mi vecina. ¡Pásmate! A los setenta años va a ser
madre de gemelos.
—¡Jesús me valga! Y... ¿Cómo está ella?
—Pues... Contenta, muy contenta. Prepara los
cochecitos y las cunitas con tanta ilusión y cariño como lo haría una joven de
veinte.
—¡Dios mío! Será la comidilla del pueblo.
—No se habla de otra cosa.
—¡Vaya, vaya! . Si que es extraordinario.
Estos y
otros comentarios por el estilo andaban de boca en boca de los habitantes de
"Toca Nueva del Trueque". La anciana Anselma, más conocida por la tía
Quinina, al no encontrarse bien y lucir un vientre descomunal, fue a la
consulta del médico. Este, le dijo después del reconocimiento, sin disimular su
sorpresa, que estaba embarazada y que iba a ser madre de gemelos.
Mucho empeño puso el doctor en averiguar los métodos
de que se había valido para conseguir su embarazo, pero no obtuvo una respuesta
convincente.
Ella se obstinaba en decir que, desde siempre había
rogado a Dios que le concediera el don de ser madre de gemelos y que por fin se
había producido el milagro.
¡Risas y chistes por doquier! Las vecinas hacían
chocolate y buñuelos e invitaban a la tía Quinina a merendar por ver si soltaba
su secreto. Ella era una humilde viuda desde los cuarenta y siempre el colmo de
la discreción.
Por fin una tarde que al chocolate añadieron un
chorrito de anisete, la tía Quinina, poniéndose de pie sobre la silla donde
estaba sentada, dijo:
¡Amigas mías! No temáis por el cambio climático.
Traerá grandes sorpresas para todos; una de ellas será que, la que quiera tener
hijos no necesitará obra de varón, solo tendrá que desearlo. El placer sexual
quedará limitado. El que quiera seguir con ese procedimiento tendrá que
renunciar a las excelencias intelectuales... Nada de Letras ni Bellas Artes.
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