martes, 3 de mayo de 2016

SABIDURÍA

ENVEJECER CON SABIDURÍA
NO ES ENVEJECER
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Andaba el búho Caroncio alicaído y cabizbajo. La señora búho se abandonaba a la abulia y a la desidia. Ya no acicalaba sus plumas y ni comer quería. Los años estaban haciendo mella en su ánimo. Ella, siempre radiante de belleza, veía como sus plumas iban desapareciendo una a una. Las garras de sus patas, ya casi no podían sostener las pequeñas piezas que Caroncio suministraba para su sustento.



--¡Vamos, señora búho! –, le decía Caroncio--. No envejecemos cuando se nos caen las plumas, envejecemos cuando nos abandonamos sin lucha. Si no puedes sola apóyate en mí. Sigue siendo la noche estrellada, bella y digna de ser admirada. Acicalemos las cuatro plumas que nos quedan con esmero. Admiremos la mágica luna. Inundan sus rayos los claros del bosque y salen los amantes... Amigos de la oscuridad...

-- ¿Y qué hace la luna? ¡Rompedora de idilios! Si a ellos les gusta la oscuridad. --Decía la señora búho.

--Nada rompe la luna que no esté ya roto, --decía Caroncio--, Los amantes se besan, y cuando se besan, cierran los ojos, y todo se vuelve oscuro. Tienen su mundo. Ni la luna ni el sol penetra en la nube en la que andan inmersos. Eso es el amor, Caroncia. Una nube que envuelve a los afortunados que viajan en ella. La noche y el día son iguales de oscuros para ellos, ya que siempre andan con los ojos cerrados. No ven sus defectos. Mientras dura la pasión, todo es perfecto. Acicala tus plumas que yo cerraré los ojos Caroncia. Para mí, siempre eres igual de bella.

 Sí, era tierno Caroncio. Nadie lo diría. Un búho que andaba tras presas pequeñas; porque con las grandes..., ni se atrevía. El amor no sabe de edad. Sabe de sentimientos vivos cultivados con esmero en las almas. La belleza se transmite a través de la sonrisa cuando el interior se conserva con frescura y alegría.  

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